In memoriam

Los federales han venido a llevarse tus cosas. Yo sigo sentado sobre el sofá de la sala… aún tiene tu esencia. Un poco de olor a jazmín, una taza de café sin tomar sobre la mesa. Allá en las afueras se deja caer el otoño. Nunca entendí por qué guardabas las hojas secas de los árboles del jardín, por qué te empeñabas en coleccionar tristezas. La televisión sigue en el canal 5, el control universal intacto. Sabes que la compré especialmente para ti, que siempre odié la publicidad y los medios. No, nunca me senté junto a ti a ver Malcolm, me conformaba con los resúmenes diarios que entre risas me compartías mientras devoraba la cena. Eso cuando llegaba temprano. Mi mayor recuerdo es encontrarte dormida, justo aquí en el sofá de la sala con la televisión encendida. Eras tan pequeña, que si te lo proponías, podías hacer caber tus piernas sobre ese sofá individual, no, no querías usar el sofá más grande. Deseabas estar en el sofá pequeño para alcanzar a observar las luces del auto y apresurarte sobre la puerta para verme llegar. La mayor de las veces el sueño te vencía. Yo te contemplaba un rato, tus cabellos extendidos sobre el respaldo, tu suave respirar me hacía pensar que tendrías un sueño largo. Entonces débilmente te tomaba entre mis brazos y te depositaba en tu habitación, en aquella cama que nunca te gustó porque siempre preferiste el sofá. A veces mis movimientos torpes te despertaban, y te tornabas triste, un poco angustiada por no aguardar despierta a mi llegada. Yo te consolaba… un beso en la frente y un hasta mañana. Mis diálogos podían permanecer inmutables durante semanas. Eras tan frágil así dormida, como una de esas florecillas… un pequeño diente de león entre mis manos… y yo te guardaba del mundo alrededor de mi esfera, para que el viento no te tocase y te rompiera… o te desmoronases... o sencillamente te me perdieras. Y sin embargo, no te guardé lo suficiente para evitar que te fueras. Estoy aún aquí sobre el sofá de la sala, absorbiendo mis lágrimas, usurpando tu sitio, viendo cómo las personas pasan. Algunos tocan mi hombro, otros me ven con lástima. Si… todos hemos perdido a alguien en la vida, pero no creo que ninguno de ellos entienda lo que se siente perder a un ángel. Y nadie lleva en su conciencia culpa tan grande como la de haber amado con todas tus fuerzas al ser más hermoso y bueno que pude conocer en la tierra. Haberlo tenido de inquilino en mi corazón y en mis brazos, en los tiempos dulces que fui merecedor de sus cuidados… y entonces llegaron otros tiempos, un tanto amargos, y yo cuál cincel perforé sus sueños, aniquilé sus esperanzas. Deterioré tanto su espíritu al grado de obligarle a abandonarme, a precipitarse hacia un mundo que desconozco, tan sólo sé que fue lo más bello que pude haber tenido en esta vida, y que jamás volveré a verle a través de los años, las estaciones y los siglos. Hace cuatro horas y treinta y seis minutos llegué a casa y te encontré dormida. Pero ya no sobre el sofá… descansabas en la alfombra. Al atravesar el pasillo pude ver los rastros de tu vida esparcida por todas partes, y al llegar finalmente hasta a ti, comprendí que ya nunca despertarías. Que habías decidido abandonarme y viajar a un mundo donde yo no existo, donde mi dolor no pueda alcanzarte. Te has ido sin una despedida… con tu tácito adiós te llevas el 99% de mi existencia. Tan sólo queda la inercia de este cuerpo que me ha tenido suspendido en este sofá. No me atrevo a visitar tu habitación, no importa qué pueda encontrar yo o los federales. No importa si puedo rescatar tu diario o tu almohada, o alguna nota de adiós, nada de eso me devolverá lo que he perdido. Mi tía ha venido desde lejos, sabe que seré incapaz de arreglar el funeral. Con qué ganas he de mover un dedo para que te enclaustren en una caja negra y ofusquen lo poco que queda de ti con montones de tierra. Cómo estarás, temo si sentirás frío en tu viaje, por favor tía, cuando la pongan en esa fría caja abrígala bien, como me abrigó a mi durante todos estos años. Siempre tenía frío, siempre olvidaba cerrar las ventanas. Y entonces subía a entrecerrarlas, a vigilar su sueño, y muchas veces, me quedé dormido en su cama. Perdón si esta noche no las cerré, perdón por todo Laura.

 

una de las cosas que nuestra limitada experiencia humana no puede comprender es el momento del adios. quizas por que en su intrinseca finitez no hay espacio para comprender que vivir es cambiar. y el cambio, siempre, te obliga a ir más allá y más allá...
es un hermoso y triste relato amiga..
sublime y profundo..R. toro.

 

hola rodrigo mil gracias por dejarme tu bella huella por aquí

 

muy original y bien definido, grato leerla

 

mil gracias guise por leerme, un besote.

 

Cuando se llega el momento de la partida sin regreso, es cuando nos damos cuenta de lo que valemos, de loq ue el ser querido vale para nosotros, es un dolor muy profundo que nos cosecha puras lágrimas y dolores que no mueren, se quedan para siempre mientras vivamos...

Un gusto pasar y leerte.

Besos

Eugenio

 

Hola Eugenio, mil gracias por pasar por mis letras, un beso.

 

Maravilloso relato has urdido, amiga Megara; en ese tu estilo inconfundible de melancólica tristeza (que podríamos llamar "megaratiano") en el que te sientes tan cómoda componiendo tus prosas y tus versos. Te felicito y te estrello. Recaredo.

 

Muchas gracias Recaredo, por pasarte por mis versos, un beso.

 

Uff... qué cosa tan más dolorosa. Así son las partidas, así de tristes, así de inmisericordemente sentidas. Porque los que se van, uno no sabe si saben lo que causan con su determinante ausencia, con su cerrar el libro y hacer ceniza todo lo que en ellos había de vida. Y uno no sabe porqué la gente parte antes de tiempo, y porqué el dolor es tan hijo de puta con alguien que parecía no merecerlo.

Y bueno, hablando en términos literarios, a pesar de ciertas repeticiones y enclaustramiento a veces de lenguaje, se generan buenos momentos. Habrá que seguirle dando amiga. Pero bueno, usted de que sabe, sabe. Le mando un abrazo querida Ali.

 

Así es, mi adorado Niebla, las despedidas, aunque pudieran ser inútiles, son infalibles y bastante necesarias, se pueden añorar siglos, una gran alegría verte por mis letras, un gran abrazo para vos.

 

vaya, has hecho titiritar mi alma, sèlo que se siente cuando las alas de un angel le urgen para volar...

iba a dejar tu excelente prosa en cuanto lei que no te gustan los medios ni Malcom, pero que bien que he continuado....

muy triste, pero excelente sin duda, felicidades

 

Francisco jeje me pone muy feliz que te haya gustado mi prosa, un placer tenerte en mis líneas, un gran abrazo para vos.

 

el placer es mio, cuando algo transmite tanto frio, tanta angustia como lo has hecho tù con esta memoria, vale y vale mucho la pena...de verdad me ha encantado

(lo de Malcom no te lo perdono, ni lo de los medios)

 

jeje me imagino que debe gustarte mucho Malcom, a mi también me gusta bastante jeje ahora ya soy adicta a la tele