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Inocencia Suicida

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por JCRodriguezPJ, 5 de Abril de 2015. Respuestas: 4 | Visitas: 836

  1. JCRodriguezPJ

    JCRodriguezPJ Poeta recién llegado

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    5 de Abril de 2015
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    Rin… Rin… Rin… Sonó el despertador. Despertó sin ganas de otro día, todo estaba oscuro y llovía torrencialmente. Yendo a la cocina vio la habitación de sus padres. Su madre estaba dormida y a su lado yacía el vacío cuerpo del padre que ahora hacía falta en ese momento de su vida. El desayuno le sabía al asfalto que había tragado aquel día obligado por una multitud insólenme de estudiantes. Sin ganas salió de su casa y cogió la ruta de siempre. Sentado y observando la lluvia se convencía cada vez más de la desgracia que le resultaba vivir. Llego a la escuela, y cerca de la entrada observo con ira a los mismos malnacidos que le hacían agria su existencia. Esperó a que lo rodearan. Se sentía ya cansado, ya no aguantaba más tener que dar injustamente lo que le pertenecía. No aguantando más los abusos, intentó encararlos con todo el odio que traía en el corazón, ya lo había intentado con diálogos como le habían recomendado, pero sin resultados positivos. Reveló su odio mediante una agresión directa en la frente del líder. Segundos más tarde despertó en un andén. Golpes, maltratos y desesperos le crearon un agujero negro en su corazón que produjo una dolorosa lluvia de sangre y lágrimas.

    Se levantó cojeando y tomó un rumbo opuesto al de la puerta de la escuela. Ya nada era como antes. Hace algunos años todo era diferente, nadie le corregía lo que hacía, nada estaba mal, era fácil encontrar una razón para sonreír y ser feliz. Pero ya todo eso había muerto en él. Pues él había crecido. Se dio cuenta de la realidad de la vida, no veía nada más que los cadáveres de sentimientos muertos que se le hacían más nítidos a medida que pasaba el tiempo. La magia había resultado por ser truco, los cuentos de hadas eran solo una idea de mentes dotadas de ilusiones y sueños imposibles, dios nunca le había ayudado, no era más que una ilusión sembrada en sus años de inocencia que la había aceptado por miedo a la muerte. Esa realidad distorsionada empezaba a salir a flote. Se daba cuenta que en este mundo solo reinaba la avaricia, el dinero y el poder, que eran conseguidos injustamente por las mentes más lujuriosas que tomaban dominio de la minoría indefensa.

    Mientras su odio le definía la injusticia en que se encontraba el mundo, tronaban rayos en el firmamento de un cielo con un gris de amargo color.

    Exploto un centelleo en el horizonte que blanqueó el fondo de su alma. Ese rayo le dio las respuestas a todas sus preguntas. Solución cobarde que había considerado pero nunca pasaba más que un simple capricho de adolescente rebelde. Pero el rencor que había guardado durante tanto tiempo le dijo que ya era hora.

    Corrió con un inmenso dolor en su cuerpo, dolor que no se comparaba con el desespero que le producía haber determinado su futuro con un sello de fuego.

    Al llegar a casa sintió la soledad. La soledad que ya la conocía como si fuera parte de su sangre. De una patada tumbo la puerta, subió las escaleras y llego al ático. Mientras su rabia era maximizada por el miedo buscaba las herramientas de su padre. Su padre. El dolor cesó por un momento iluminándose entre recuerdos felices, se vio a sí mismo en el pasado sin preocupaciones, problemas ni enemigos. Pero en esos instantes de inspiración vio una caja negra, propiedad de su padre, nunca la había visto abierta.

    La agarro y la abrió. Vio un revolver, era de su padre. Ese revolver le acordó de cuando creció, de todas las situaciones y momentos felices que murieron por aquellas personas que habían hecho sus últimos años imposibles.

    Por la ventana vio otro rayo que había roto acompañado de un centelleo que había dado la sensación de durar un largo tiempo, el suficiente para encender un fuego suicida en su conciencia.

    Guardó el revólver entre su cintura y su pantalón. Salió de su casa, dándole una última mirada cogió su bicicleta. El tiempo cada vez le pasaba más lento. Mojado, adolorido y sangrando empezó a temblar, él sabía que había tomado una decisión cobarde. Pero la injusticia que se le revelaba no le mostraba otra puerta. Se sentía ya muerto, débil, la única fuerza que lo mantenía vivo era un rencor que crecía a medida que salía de la ciudad.

    La tormenta cada vez se hacía más intensa. No había nada que lo frenara, llevaba tanto tiempo muerto que no era más que un cuerpo que buscaba una salida. No sabía si había algo después pero estaba convencido que no era un lugar peor a este.

    Subiendo a una colina, vio un barranco. Se detuvo. El paso del tiempo le dolía y le decía que apretara el gatillo. Se acerco al precipicio.

    Su odio estaba al límite que nunca creyó que iba a llegar. En ese momento, maldijo todo lo que conocía, menos sus padres que aunque sin poder darle lo mejor, le dieron un toque de dulzura a su existencia que ya dejaba de tener sentido.

    Estaba solo entre una lluvia que lamentaba lo que iba a suceder pero que lo empujaba al vacío, que parecía recibirlo con gusto. Allí estaba un adolescente lastimado, confundido y desorientado. Se sentía libre y desesperado en una dualidad de sentimientos que solo eran propios de un ser el cual había sido marginado por una vida llena de injurias.

    Vio pasar toda su vida ante sus ojos, pero sus ojos ya solo veían recuerdos que pensaba que no valían la pena pagar el dolor para que su memoria los reprodujera.

    El frio del acero del revolver le acariciaba la cintura. Temblando sacó la llave que le abría la puerta de salida a todos sus problemas. Observo el acero pulido que lo invitaba. Había una y solo una bala. La admiraba y la respetaba. La cargó y la empuñó con una fuerza que se camuflaba detrás de su miedo. Un miedo hacia la vida, una vida que estaba contada en momentos y relatada en lágrimas.

    Miraba fijo al horizonte mientras sentía un frío acero en su sien derecha. Reunió todo valor y toda cobardía, todo coraje y todo miedo, toda caricia contada y lágrima derramada.

    Cerró por última vez sus ojos. Borro sus recuerdos y blanqueo sus ideas.

    Apretó el gatillo y sus últimas sensaciones fueron un leve aturdido, una pequeña jaqueca y una placentera y devoradora oscuridad.


    Juan Camilo Rodríguez Pérez

    16 años
     
    #1
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  2. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    He de confesar que más de uno, en realidad casi toda la gente, en un momento u otro han, hemos, pensado en el suicidio como salida a los problemas. Con el tiempo esos problemas parecen irrisorios, parte del carácter, de la persona de uno.

    Un buen relato.

    Se le saluda.
     
    #2
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  3. Maramin

    Maramin Moderador Global Miembro del Equipo Moderador Global Corrector/a

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    Meterse en la mente de un suicida como has hecho en esta composición no es fácil y espero que nada tenga que ver con tu realidad.
    Un relato fuerte exudando motivaciones que si bien lo pensáramos veríamos que no son más que rabietas por no tener el coraje de enfrentar la vida.

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    #3
  4. vronte

    vronte Poeta infiel al portal

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    Fue un suicida responsable, una persona llena de potencial que se fue prematuramente.
    Quizá antes de descubrir que precisamente de aquel dolor le brotaría en el futuro una voluntad monumental.

    Hoy en día, no son responsables, por poco se llevan a toda la escuela consigo.
     
    #4
  5. ROSA

    ROSA Invitado

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    ROSA
     
    #5

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