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Insomnio

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por José Luis Bernardelli, 14 de Octubre de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 258

  1. José Luis Bernardelli

    José Luis Bernardelli Poeta recién llegado

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    14 de Octubre de 2016
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    Hombre
    A veces me pasa que no puedo dormir. No pasa seguido, ni afecta demasiado el normal discurrir de mi vida diaria. Simplemente pasa, a veces.

    Me encuentro de repente pensando en algo sin querer, puede ser un amor pasado o futuro, una idea para un cuento, discusiones con interlocutores imaginarios acerca de los grandes temas del mundo, los sabores de helado por ejemplo.

    Y pienso a veces, qué estarán haciendo las demás personas en ese momento, ¿habrá alguien despierto? ¿Habrá alguien que en este mismo momento esté haciendo lo mismo que yo? Almas gemelas de la acción involuntaria de noche de insomnio.

    A veces me despiertan, y otras me despierto. Y nunca deseo dormir. Deseo por otro lado no pensar, pero pienso.

    Hoy por ejemplo, me acordé de un amigo de la infancia, inmediatamente mi mente saltó hacia la chica más bonita en ese periodo de mi vida, como por un acto reflejo. Luego volvió a saltar hacia mi mejor amigo, que “andaba” con esa chica (o que al menos compartía un amor correspondido con ella). Estos personajes tienen nombre y apellido, pero también son estructuras, roles que están ahí y se rellenan con un “Juan” o una “Jessica” según corresponda. Las estructuras están ahí a lo largo de la vida, en casi todos los ámbitos. Es como una fiesta de disfraces, y todos quieren los mejores disfraces antes de que otro se lo agarre. Porque una fiesta con dos Batman es una porquería.

    Entonces mi mente llega hasta mi buen amigo Juan, pienso entonces en momentos compartidos y recuerdo que en cuarto grado, o quizás tercero, él tuvo una novia. Un hecho totalmente revolucionario para un pibe de ocho años en la década del noventa. O al menos eso creo yo que casi veinte años después aún trato de comprender los complejos vaivenes de las relaciones amorosas.

    Un revolucionario, en esa época fue un revolucionario. Ahora trato de recordar a la novia, la chica en cuestión debería ocupar un lugar, aunque sea mínimo, en mi memoria. Y sin embargo no logro recordar su nombre, o sus acciones, sólo su rostro se me aparece medio borroso en la bruma de la memoria. Esto me preocupa un poco, estoy seguro que años atrás la pensé (quizás en una noche de insomnio) y la recordaba con claridad. Busco infructuosamente durante algunos momentos. Ya completamente despierto y sin posibilidad alguna de dormir me aboco a una búsqueda exhaustiva de la persona en cuestión. La tecnología ha venido a facilitar este tipo de gestas de madrugadas insomnes.


    A veces me pasa que algo se me mete en la cabeza y hasta que no llego a una conclusión no puedo pensar en otra cosa. Yo sé que una vez que entro en ese estado, ya no hay vuelta atrás, y que es mejor celebrar la incertidumbre y no repudiarla.

    Entonces la busqué, durante toda la noche la busqué. Pero no la encontré.

    Pasaron algunos días y el pensamiento insomne seguía rondando en mi cabeza. Durante una semana dormí como el culo.

    Consulté con algunos viejos compañeros de escuela que pude encontrar, pero nadie sabía nada. Era como si esta mujer hubiera desaparecido de un día para el otro de la memoria de todos los testigos posibles. Me puse en contacto con Juan y para mi sorpresa, me aseguró que él nunca había tenido una novia en la escuela primaria. Sólo entonces dudé por primera vez de mi memoria. No sería la primera vez que mi mente equivocaba o fabricaba algunos hechos, pero nunca había sucedido a tan gran escala; no se trataba ya de una fecha equivocada o el color de la campera que le rompí una vez a Marcos Sanchez, ¡se trataba de una persona! ¿Una persona había sido fabricada por mi mente así nomás?

    Me tomé unos días libres e investigué el asunto a fondo, logré obtener un registro donde figuraban todos mis compañeros de la primaria, incluidos los que se habían cambiado de escuela antes de la graduación. Me puse en contacto con todas las mujeres y le pregunté una por una si habían tenido una relación con Juan, la mayoría me mandó a la mierda.

    Pocas eran mis esperanzas para empezar, la chica que yo recordaba no era ninguna de ellas, estoy seguro de eso, porque a todas ellas las recuerdo con claridad. Siempre he estado bastante conforme con mi memoria, y fácilmente pude recordar a todas y cada una de mis compañeras, todas excepto la novia de Juan, que pareciera nunca haber existido.

    Pasó alrededor de un mes hasta que hubo alguna novedad al respecto. Yo seguía con mi insomnio y ya me había acostumbrado a vivir con él.

    Un viernes cualquiera, estaba hablando con Guana en el café de la esquina cuando surgió el tema de Juan y su novia.

    Guana sonrió y entre sorbos de café dijo “¡ah! la novia de Juan, cómo olvidarla, hermosa mujer”

    Yo me quedé helado por un instante, pero enseguida me recuperé y lo interrogué al respecto.

    Guana no había asistido a la misma escuela que yo y no fue hasta mucho más tarde en mi vida que lo había conocido, en todo el tiempo que habíamos sido amigos, años, nunca había mencionado a una persona que yo conociera, esta era sin duda la primera vez.

    Luego de hablar unos momentos, me enteré que Guana había sido buen amigo de Juan en aquella época y que había conocido a su novia. Me dijo también que el nombre de la chica era Cristina Garibaldi y , algo que no me esperaba, que Cristina trabajaba en una pub en el centro.

    Hacía muchos años que yo me había ido de mi ciudad natal, y descubrir que la mujer que había estado buscando infructuosamente durante más de un mes estaba a veinte minutos de distancia a pie, me dejó sintiendo una sensación extraña en el pecho, una mezcla de excitación, estupor y descreimiento.

    No pude convencerme de creer las palabras de Guana así sin más, así que tomé un taxi y fui inmediatamente al señalado pub.

    Entré y me senté en una mesa vacía junto a la ventana, unos instantes después la vi. Era ella, Cristina, se acercaba entre las mesas con una sonrisa, su largo cabello atado en una trenza única, sus ojos prístinos observándome, impasibles. Se acercó a mi y me preguntó algo, probablemente alguna clásica pregunta de mesera. Yo la miré en silencio hasta el punto en que se tornó incomodo. Finalmente logré ordenar mis pensamientos y le pregunté si era Cristina Garibaldi. Ella, un poco vacilante, me dijo que sí. Le pregunté entonces si había ido a la escuela 192; ella me miró con desconfianza y no contestó. Inmediatamente le dije que era yo, su antiguo compañero de escuela. Ella me miró y pareció relajarse un poco, sólo un poco.

    “Tanto tiempo” me dijo, y sentí que mi insomnio llegaría a su fin pronto.

    Hablamos un poco sobre la vieja escuela, la vieja ciudad, los viejos tiempos. Como si una represa que contenía mis recuerdos se hubiera desecho, una ola de memorias fluyó en mi mente. Logré al fin, recordar a Cristina.

    Ya un poco más distendidos hablamos un par de minutos, le dije que un amigo de Juan me había comentado que trabajaba allí y que había decidido pasar a saludar. Entonces ella, me miro nuevamente con una mueca de incertidumbre y me preguntó “¿quién es Juan?”


    Llegué a casa cansado. Luego de hablar un rato con Cristina, ella me aseguró que no recordaba a Juan, y que nunca había tenido un novio durante la escuela primaria. Menudo dejá vú estaba sintiendo en ese momento.

    Prendí la computadora e ingresé a mi cuenta de correo, me disponía a enviarle un mensaje a Juan para comentarle el asunto. No podía creer que ninguno de los dos protagonistas del romance recordara el suceso en cuestión. Pensé que quizás se trataba de un acuerdo entre los dos, algo así como “finjamos que esto nunca sucedió”.

    Sin embargo, nuevamente me vi sorprendido. Al buscar a Juan en mi lista de contactos, descubrí que no lo tenía registrado. Había hablado con él unas semanas atrás y ahora ya no estaba. Y las sorpresas continuaron. Realicé una búsqueda en Internet pero no logré encontrarlo. Envié un par de mensajes a otros de mis compañeros pero nadie parecía recordarlo. Preocupado tomé la lista en donde figuraban los nombres de todos los ex-compañeros. De pronto sentí que el insomnio volvería lentamente para ocupar mis noches, el nombre de Juan no figuraba en la lista. Traté de recordar los momentos que habíamos compartido, y me percaté de que ya no podía recordar la cara de Juan, o su voz, o dónde vivía...

    Fui al café de la esquina y esperé a Guana toda la tarde, esa noche no pude dormir.



    Hace ya una semana que no veo a Guana en el café. Ahora son las tres de la mañana y el insomnio me agobia. Mañana voy a a viajar a mi ciudad natal para averiguar algunas cosas. Mentiría si dijera que no estoy un poco preocupado, en mis manos tengo la lista con los nombres de todos mis ex-compañeros, en esa lista no figura el nombre de Juan, tampoco aparece mi propio nombre, y casi al final, como una sombra siniestra de tinta oscura sobre el blanco papel, está escrito el nombre de Guana.
     
    #1
    Última modificación: 14 de Octubre de 2016

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