Instinto de sobrevivencia

Parió la perra, tuvo que haber sido en la noche, ayer la noté que estaba rara.

El animal miraba desconfiado con los ojos vidriosos a sus amos, mientras amamantaba a sus tres cachorros que entre trapos mojados buscaban calor y alimento.

El hombre examinó a cada criatura.

-Qué mala suerte, tiene dos perras, hay que eliminarlas.

La perra escuchó los gemidos de sus crías que se alejaban en manos de su amo para no verlas más. El dolor de su parición estaba vivo en sus entrañas, pero sus dos cachorros habían desaparecido. Al que tenía lo lamía con desesperación y lo sintió tan suyo

Como la piel. Decidió ocultarlo, suavemente lo tomó en su hocico y comenzó a buscar un lugar en donde sus amos no lo encontraran. Recorrió todo el patio alejándose cada vez más de la casa y entremedio de

Unos maderos encontró un espacio al cual entró con dificultad, anidó a su cría y se quedó con él tratando de cubrir con su cuerpo los gemidos que terminaban en un sueño después de mamar. Pasó la noche y el día siguiente sin moverse del lugar, sentía hambre y sed, pero nadie la había descubierto. Varias veces vio pasar a su amo que la buscaba, más el temor de perder a su hijo la retenía. En la noche se aventuró a salir para poder comer y beber. Sigilosa llegó donde estaban sus tiestos con comida y agua. Después de satisfacer su apetito volvió rápidamente a su escondite.

En la mañana el hombre al ver los platos vacíos de la perra comenzó a buscarla con más confianza.

-Tiene que estar en los alrededores, anoche salió a comer.

Por todos lados, por todos los rincones, el animal se percató de los movimientos de su amo, trató de cubrir a la criatura que empezó a gemir, lo que delató su presencia.

-Aquí está. ¿Por qué se habrá escondido?

El hombre acarició a la perra y llevó a ambos al lugar donde había ocurrido la parición.