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JORGE LUIS BORGES - Argentina

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por VAGABUNDO, 11 de Marzo de 2005. Respuestas: 0 | Visitas: 3792

  1. VAGABUNDO

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    JORGE LUIS BORGES
    (1899-1986)

    Nacido el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires, e hijo de un profesor, estudió en Ginebra y vivió durante una breve temporada en España relacionándose con los escritores ultraístas. En 1921 regresó a Argentina, donde participó en la fundación de varias publicaciones literarias y filosóficas como Prisma (1921-1922), Proa (1922-1926) y Martín Fierro en la que publicó esporádicamente; escribió poesía lírica centrada en temas históricos de su país, que quedó recopilada en volúmenes como Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929). De esta época datan sus relaciones con Ricardo Güiraldes, Macedonio Fernández, Alfonso Reyes y Oliveiro Girondo.

    En la década de 1930, a causa de una herida en la cabeza, comenzó a perder la visión hasta quedar completamente ciego. A pesar de ello, trabajó en la Biblioteca Nacional (1938-1947) y, más tarde, llegó a convertirse en su director (1955-1973). Conoció a Adolfo Bioy Casares y publicó con él Antología de la literatura fantástica (1940). A partir de 1955 fue profesor de Literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires. Durante esos años, fue abandonando la poesía en favor de los relatos breves por los que ha pasado a la historia. Aunque es más conocido por sus cuentos, se inició en la escritura con ensayos filosóficos y literarios, algunos de los cuales se encuentran reunidos en Inquisiciones. La historia universal de la infamia (1935) es una colección de cuentos basados en criminales reales. En 1955 fue nombrado académico de su país y en 1960 su obra era valorada universalmente como una de las más originales de América Latina. A partir de entonces se suceden los premios y las consideraciones. En 1961 comparte el Premio Fomentor con Samuel Beckett, y en 1980 el Cervantes con Gerardo Diego. Murió en Ginebra, el 14 de junio de 1986.

    Sus posturas políticas evolucionaron desde el izquierdismo juvenil al nacionalismo y después a un liberalismo escéptico desde el que se opuso al fascismo y al peronismo. Fue censurado por permanecer en Argentina durante las dictaduras militares de la década de 1970, aunque jamás apoyó a la Junta militar. Con la restauración democrática en 1983 se volvió más escéptico.

    A lo largo de toda su producción, Borges creó un mundo fantástico, metafísico y totalmente subjetivo. Su obra, exigente con el lector y de no fácil comprensión, debido a la simbología personal del autor, ha despertado la admiración de numerosos escritores y críticos literarios de todo el mundo. Describiendo su producción literaria, el propio autor escribió: "No soy ni un pensador ni un moralista, sino sencillamente un hombre de letras que refleja en sus escritos su propia confusión y el respetado sistema de confusiones que llamamos filosofía, en forma de literatura". Ficciones (1944) está considerado como un hito en el relato corto y un ejemplo perfecto de la obra borgiana. Los cuentos son en realidad una suerte de ensayo literario con un solo tema en el que el autor fantasea desde la subjetividad sobre temas, autores u obras; se trata pues de una ficción presentada con la forma del cuento en el que las palabras son importantísimas por la falsificación (ficción) con que Borges trata los hechos reales. Cada uno de los cuentos de Ficciones está considerado por la crítica como una joya, una diminuta obra maestra. Además, sucede que el libro presenta una estructura lineal que hace pensar al lector que el conjunto de los cuentos conducirán a un final con sentido, cuando en realidad llevan a la nada absoluta. Otros libros importantes del mismo género son El Aleph (1949) y El hacedor (1960).
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    Algunos de sus poemas:

    ARTE POÉTICA

    Mirar el río hecho de tiempo y agua
    Y recordar que el tiempo es otro río,
    Saber que nos perdemos como el río
    Y que los rostros pasan como el agua.

    Sentir que la vigilia es otro sueño
    Que sueña no soñar y que la muerte
    Que teme nuestra carne es esa muerte
    De cada noche, que se llama sueño.

    Ver en el día o en el año un símbolo
    De los días del hombre y de sus años,
    Convertir el ultraje de los años
    En una música, un rumor y un símbolo,

    Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
    Un triste oro, tal es la poesía
    Que es inmortal y pobre. La poesía
    Vuelve como la aurora y el ocaso.

    A veces en las tardes una cara
    Nos mira desde el fondo de un espejo;
    El arte debe ser como ese espejo
    Que nos revela nuestra propia cara.

    Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
    Lloró de amor al divisar su Itaca
    Verde y humilde. El arte es esa Itaca
    De verde eternidad, no de prodigios.

    También es como el río interminable
    Que pasa y queda y es cristal de un mismo
    Heráclito inconstante, que es el mismo
    Y es otro, como el río interminable.

    LOS ESPEJOS

    Yo que sentí el horror de los espejos
    No sólo ante el cristal impenetrable
    Donde acaba y empieza, inhabitable,
    un imposible espacio de reflejos

    Sino ante el agua especular que imita
    El otro azul en su profundo cielo
    Que a veces raya el ilusorio vuelo
    Del ave inversa o que un temblor agita

    Y ante la superficie silenciosa
    Del ébano sutil cuya tersura
    Repite como un sueño la blancura
    De un vago mármol o una vaga rosa,

    Hoy, al cabo de tantos y perplejos
    Años de errar bajo la varia luna,
    Me pregunto qué azar de la fortuna
    Hizo que yo temiera los espejos.

    Espejos de metal, enmascarado
    Espejo de caoba que en la bruma
    De su rojo crepúsculo disfuma
    Ese rostro que mira y es mirado,

    Infinitos los veo, elementales
    Ejecutores de un antiguo pacto,
    Multiplicar el mundo como el acto
    Generativo, insomnes y fatales.

    Prolongan este vano mundo incierto
    En su vertiginosa telaraña;
    A veces en la tarde los empaña
    El hálito de un hombre que no ha muerto.

    Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
    Paredes de la alcoba hay un espejo,
    Ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
    Que arma en el alba un sigiloso teatro.

    Todo acontece y nada se recuerda
    En esos gabinetes cristalinos
    Donde, como fantásticos rabinos,
    Leemos los libros de derecha a izquierda.

    Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
    No sintió que era un sueño hasta aquel día
    En que un actor mimó su felonía
    Con arte silencioso, en un tablado.

    Que haya sueños es raro, que haya espejos,
    Que el usual y gastado repertorio
    De cada día incluya el ilusorio
    Orbe profundo que urden los reflejos.

    Dios (he dado en pensar) pone un empeño
    En toda esa inasible arquitectura
    Que edifica la luz con la tersura
    Del cristal y la sombra con el sueño.

    Dios ha creado las noches que se arman
    De sueños y las formas del espejo
    Para que el hombre sienta que es reflejo
    Y vanidad. Por eso nos alarman.

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    #1

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