1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

JOSÉ MARÍA HEREDIA - Cuba

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por VAGABUNDO, 16 de Marzo de 2005. Respuestas: 0 | Visitas: 4140

  1. VAGABUNDO

    VAGABUNDO Administrador y Propietario del Portal Miembro del Equipo ADMINISTRADORA

    Se incorporó:
    27 de Diciembre de 2004
    Mensajes:
    502
    Me gusta recibidos:
    27
    Género:
    Hombre
    JOSÉ MARÍA HEREDIA
    (1803 – 1839)

    Heredia fue y es llamado el "poeta nacional" de Cuba, aunque en realidad vivió casi toda su vida fuera de su Isla adorada. Nació en la ciudad de Santiago.

    La juventud de Heredia se caracteriza por el desarraigo. Tuvo que seguir los muchos traslados de sus padres: La Florida, Santo Domingo, Venezuela y México. A pesar de ello pudo hacer su carrera de Derecho en Cuba y establecer brevemente su oficia en Matanzas. Sin embargo, dos años después, a causa de su conspiración de contra el régimen colonial español, se vio forzado a exilarse y refugiarse en los Estados Unidos.

    Por fin se trasladó a México, en donde vivió prácticamente el resto de su vida, a no ser por una breve visita que hizo a su país natal. En este nuevo país de adopción, desempeñó varios cargos políticos, siendo también ávido periodista y profesor.

    Muchos de los temas de sus poesías tienen que ver con la añoranza de Cuba, aun cuando trate temas que, al parecer, no tienen nada que ver con su Isla. A la edad de treinta y seis años muere en Toluca, México.
    -------------------------------------------------------------------------------------

    Algunos de sus poemas:

    HIMNO AL SOL


    En los yermos del mar, donde habitas,
    Alza ¡oh Musa! tu voz elocuente:
    Lo infinito circunda tu frente,
    Lo infinito sostiene tus pies.
    Ven: al bronco rugir de las ondas
    Une acento tan fiero y sublime,
    Que mi pecho entibiado reanime,
    Y mi frente ilumine otra vez.

    Las estrellas en torno se apagan,
    Se colora de rosa el oriente,
    Y la sombra se acoge a occidente
    Y a las nubes lejanas del sur:
    Y del este en el vago horizonte,
    Que confuso mostrábase y denso,
    Se alza pórtico espléndido, inmenso,
    De oro, púrpura, fuego y azul.

    ¡Vedle ya...! Cual gigante imperioso
    Alza el Sol su cabeza encendida...
    ¡Salve, padre de luz y de vida,
    Centro eterno de fuerza y calor!
    ¡Cómo lucen las olas serenas
    De tu ardiente fulgor inundadas!
    ¡Cuál sonriendo las velas doradas
    Tu venida saludan, oh Sol!

    De la vida eres padre: tu fuego
    Poderoso renueva este mundo:
    Aun del mar el abismo profundo
    Mueve, agita, serena tu ardor.
    Al brillar la feliz primavera,
    Dulce vida recobran los pechos,
    Y en dichosa ternura deshechos
    Reconocen la magia de Amor.

    Tuyas son las llanuras: tu fuego
    De verdura las viste y de flores,
    Y sus brisas y blandos olores
    Feudo son a tu noble poder.
    Aun el mar te obedece: sus campos
    Abandona huracán inclemente,
    Cuando en ellos reluce tu frente,
    Y la calma se mira volver.

    Tuyas son las montañas altivas,
    Que saludan tu brillo primero,
    Y en la tarde tu rayo postrero
    Las corona de bello fulgor.
    Tuyas son las cavernas profundas,
    De la tierra insondable tesoro,
    Y en su seno el diamante y el oro
    Reconcentran tu plácido ardor.

    Aun la mente obedece tu imperio,
    Y al poeta tus rayos animan;
    Su entusiasmo celeste subliman,
    Y le ciñen eterno laurel.
    Cuando el éter dominas, y al mundo
    Con calor vivificas intenso,
    Que a mi seno desciendes yo pienso,
    Y alto numen despiertas en él.

    ¡Sol! Mis votos humildes y puros
    De tu luz en las alas envía
    Al Autor de tu vida y la mía
    Al Señor de los cielos y el mar.
    Alma eterna, doquiera respira,
    Y velado en tu fuego le adoro:
    Si yo mismo ¡mezquino! me ignoro,
    ¿Cómo puedo su esencia explicar?

    A su inmensa grandeza me humillo:
    Sé que vive, que reina y me ama,
    Y su aliento divino me inflama
    De justicia y virtud en amor.
    ¡Ah! si acaso pudieron un día
    Vacilar de mi fe los cimientos,
    Fue al mirar sus altares sangrientos
    Circundados por crimen y error.



    CALMA EN EL MAR


    El cielo está puro,
    La noche tranquila,
    Y plácida reina
    La calma en el mar.
    En su campo inmenso
    El aire dormido
    La flámula inmóvil
    No puede agitar.

    Ninguna brisa
    Llena las velas,
    Ni alza las ondas
    Viento vivaz.
    En el oriente
    Débil meteoro
    Brilla y disípase
    Leve, fugaz.

    Su ebúrneo semblante
    Nos muestra la luna,
    Y en torno la ciñe
    Corona de luz.
    El brillo sereno
    Argenta las nubes,
    Quitando a la noche
    Su pardo capuz.

    Y las estrellas,
    Cual puntos de oro,
    En todo el cielo
    Vense brillar.
    Como un espejo
    Terso, bruñido,
    Las luces trémulas
    Refleja el mar.

    La calma profunda
    De aire, mar y cielo,
    Al ánimo inspira
    Dulce meditar.
    Angustias y afanes
    De la triste vida,
    Mi llagado pecho
    Quiere descansar.
    Astros eternos,
    Lámparas dignas,
    Que ornáis el templo
    Del Hacedor;
    Sedme la imagen
    De su grandeza,
    Que lleve al ánimo
    Santo pavor.

    ¡Oh piloto! la nave prepara:
    A seguir tu derrota dispónte,
    Que en el puro lejano horizonte
    Se levanta la brisa del sur;
    Y la zona que oscura lo ciñe,
    Cual la luz presurosa se tiende,
    Y del mar, cuyo espejo se hiende,
    Muy más bello parece el azul.
     
    #1

Comparte esta página