Josefa y la basura

JOSEFA Y LA BASURA



Hoy Josefa está de mal genio. Alguien ha tirado un bote de pintura beige en el contenedor de la basura. Toda la pared interior está manchada, y la misma basura también. Hace cábalas sobre quien puede ser el autor de tal desaguisado. Va recuperando objetos y dejándolos alineados en el suelo. Ladea la cabeza intermitentemente en un gesto de reprobación. Unos zapatos del 45 negros poco usados están llenos de pintura, así como una camiseta vieja, que bien hubiera servido para trapos, y otros objetos más.


Siente lo mismo que el ejecutivo que pierde su pausa del café por un contratiempo.


Josefa es una anciana que vive en un pequeño pueblo cercano a una gran ciudad. Es de origen humilde, campesino. Ha trabajado de sol a sol y más, desde niña. Su marido es hombre alto y muy obeso. Un gran comedor. Josefa ha realizado las tares domésticas, ayudado en el campo, tenido el desayuno, el almuerzo, la comida y la cena a punto. Primero para su marido y sus compromisos. Luego también para sus hijos. Más tarde para los cónyugues de sus hijos y los nietos. En casa todo el mundo le solicita continuamente, para cualquier cosa. Pero ahora, de anciana, ha encontrado su desahogo: la basura. Cuando tira la basura esta sola. La basura guarda sorpresas cada día. A veces coincide con vecinos y conversa un rato de nimiedades como el tiempo, o el estado de salud de las respectivas familias. Cuando vuelve a casa, justifica su tardanza mediante los objetos útiles que ha recuperado. Le gusta el rato de la basura.



Es comprensible su gran enfado de hoy. Acude a su casa, carga con un cubo lleno de agua y una bayeta y vuelve al contenedor. Durante más de una hora se dedica a limpiarlo de los restos de pintura.


Durante todo ese tiempo piensa que hay gente que no respeta nada.






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