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Joseph Tortuase

Tema en 'Prosa: Ocultos, Góticos o misteriosos' comenzado por Cuentista, 18 de Marzo de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 796

  1. Cuentista

    Cuentista Silencio, un cuento.

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    Empezaré, para que no haya duda, y así puedan relatarlo con un nombre y apellido, con el mío, Joseph Tortuase. Esta historia es tan verídica, que les puede parecer en su opinión, ficticia al avance de su desarrollo extraordinario. Amaba a mi padre, así lo hice durante toda su vida, y así lo hago pasados los años de su muerte. Con mi oculta admiración a la poesía, cada año al llegar su aniversario, le escribía versos tan nostálgicos que las lágrimas me nacían en los ojos. Aquellos versos escritos en melancolía, dedicados con el nervio incesante de mi pluma, los colocaba tristemente sobre su tumba marfileña, que lucía de rosas cálidamente rojas en un poder maravilloso, y allí, solo para él, recitaba mis poemas en un silencio sepulcral que parecía, absorbiese todas mis palabras de pureza en contenido. Pero el viento, receloso de que nunca me inspirase en él, con soplidos envidiosos elevaba aquellos poemas en papel, que a la vista se perdían por las nubes esponjosas que flotaban sobre mí. Y así lo hizo, año tras año, verso tras verso, elevándolos en el reino azul de dios, donde jamás volvía a verlos. El tiempo, no perdonó que mi pobre madre, la viuda que ya no volvió a sonreír, también cerrase sus verdes ojos asolándome en una tristeza que solo así pude conocer. Mas en aquel desolado cementerio, frecuentado por negras aves y el chillar molesto de sus graznidos, donde mi padre ya enterraba, y yo, volvía tristemente cada año, quise unirlos como en vida ya lo hicieron, fundirlos en abrazo para siempre, dos almas en un mismo féretro, en un sarcófago eterno, donde poderles visitar, donde poderles escribir.
    Al exhumar el cuerpo de mi padre, para unirlo en cielo y tierra junto al alma de mi madre, y después de alzar su tapa roída en humedad, entre sus huesudos dedos macilentos, en los que aún se encajaba su alianza dorada de unión, estaban aferrados fuertemente sin faltar ninguno de ellos, mis poemas que solo a él y para él, fueron dedicados. Al intentar arrancarlos de sus restos, sentí la necesidad de no hacerlo, dejarlos cual los hallé, atrapados en su reino y en el mío, entre vida y muerte. Ahora sé, que cuando el viento bufa fuerte, remontando al infinito más zarco las mareas de mis letras que se adueñan de su tumba... no es envidia.



    “Cuentista” 2015.
     
    #1
    Última modificación: 18 de Marzo de 2015

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