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Juan Carlos Onetti: “La muerte y la niña”

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Maia, 22 de Diciembre de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 4634

  1. Maia

    Maia Poeta recién llegado

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    “También, en la inmensa sabiduría, los gorriones se mueren de frío”[1]

    “Tírese en la cama, invente usted también.
    Fabríquese la Santa María que más le guste”.
    Onetti. Dejemos hablar al viento (1979:142)


    En la obra de Onetti, fabricarse la Santa María que más nos guste es la principal invitación del narrador en la lectura, el nos incluye, nos hace opinar como un sanmariano más; esta participación abierta está dada, principalmente, por tres razones: la variedad de posiciones que toma el narrador para contar la historia, la multiplicidad de lecturas posibles y, por último, la escritura metaliteraria y la desestructuración del relato que esta conlleva.
    Para empezar, la variedad de posiciones del narrador se plantea, en el cuento “La muerte y la niña”, en el hecho de que la re-construcción es la estrategia principal, la reorganización de hechos presentados por diferentes puntos de vistas, por distintas miradas que presentan la misma historia, pero diferente, “este es mi recuerdo, traducido, de las excesivas palabras de Malabia.” (p. 89). Estas posiciones basadas en los desdoblamientos narrativos de la instancia de enunciación, generan, en términos de Donald Shaw, “una sublevación contra todo intento de presentación unívoca de la realidad, sea la exterior a los personajes, sea la realidad interior psicológica” (1998: 224). Un yo que incluye un otro habla en el nos inclusivo de la comunidad, plasma la subjetividad misma de Santa María, en cambio un yo solitario se detiene en soliloquios parciales de su propia vida, de sus propios recuerdos y opiniones.
    En el texto ‘lo real’ se construye parcialmente a través de fragmentos no necesariamente conectados, esta idea de ‘representación’ sublevada que plantea Shaw está dada por la confrontación, articulación de versiones diferentes y hasta contradictorias.

    “Pareciera que a partir de un vacío original y de la negación de elegir el camino hacia una mimesis o representación de lo real, lo que se narra se da como reorganización o religación de elementos que no son ajenos, que no están afuera de la trama literaria y del narrador sino en la literatura y el narrador mismos” (Gliemmo. 1994: 2)

    En segundo lugar, podemos decir que el texto se posiciona en un conjunto de registros y una red de lógicas que constituyen una relativa libertad en la de producción de sentidos, es así que cada lectura es única e individual y las lecturas posibles pueden llegar a una interpretación no prevista en el momento de escritura. En otras palabras, “La muerte y la niña” se inscribiría dentro de las “obras esencialmente abiertas que ofrecen la posibilidad de múltiples lecturas”. [2] (Shaw. 1998: 224)
    Ahora bien, si bien hay que saber que toda obra es un mensaje ambiguo, una pluralidad de significados que conviven en un solo significante (Eco. 1952), es decir, una pluralidad de interpretaciones en un solo texto, también hay que tener en cuenta que el texto analizado “no es compacto, [sino que] está marcado por fisuras que abren el sentido hacia derivas infinitas.” (Ferro. 2011: 422). Es el texto el que, en sus vacíos y silencios, debe ser llenado por el lector, interpretado en una lectura única e irrepetible.
    Para finalizar, el tercer factor plantea que los textos de Onetti se caracterizan por ser de carácter metaliterarios, en otras palabras, podríamos decir que son textos que, en la propia historia relatada, en los personajes construidos, realiza un análisis sobre sus propias estrategias de escritura, sus propios procedimientos. La obra onettiana se caracteriza por realizar esta escritura metaliteraria y “La muerte y la niña” no es una excepción.
    En este cuento, el texto se manifiesta constantemente como ficcional, rompe con la verosimilitud de las representaciones de los personajes construidos, “Jorge entró, asombrosamente parecido al hombre descrito en la página anterior” (p. 51), se auto-destruye en un retorno analítico que desestructura el relato. El contenido se vuelve forma y deja de ser historia para pasar a ser discurso.

    “Al mismo tiempo es obligado mencionar lo que Rufinelli ha bautizado ‘la tematización de la forma’, es decir, la creciente tendencia a enfatizar la ‘ficcionalidad’ de la novela, a discutir la narración dentro de la narración misma, de modo que ‘la forma comienza a ser registrada por el discurso novelístico e irrumpe en él un conflicto, a menudo con fuerza dramática, con la vivacidad equivalente a la representación de un personaje”. (Shaw. 1998: 224)

    El texto trabaja con las diferentes mirada y sus voces, con la ausencia y lo no dicho, los vacíos en la escritura y en la memoria, los olvidos, los recuerdos y la puesta de manifiesto de estos procedimientos como construcciones textuales, el texto exclama a viva voz su ficcionalidad. Esta estrategia de escritura de lo ausente parece ser “una de las formas privilegiadas de "hacer que se hace" escritura, de ficcionalizar la actividad del narrador que indistintamente recuerda o imagina, como actividades humanas aparentemente homologables.” (Gliemmo. 1994: 3).

    “Que el tiempo no existe por sí mismo es demostrable; es hijo del movimiento y si éste dejara de moverse no tendríamos tiempo ni desgaste ni principios ni finales. En literatura tiempo se escribe siempre con mayúscula.” (p. 29)

    El texto teoriza, se sale del relato para generar un debate sobre la ontología del tiempo y su manifestación literaria, En literatura tiempo se escribe siempre con mayúscula (el subrayado es nuestro). Se hace referencia a tres problemáticas, la literatura en tanto obra literaria: ¿Qué tan irónico sería pensar que en este texto, la palabra “tiempo” no está escrita con mayúscula?, como respuesta hipotética podemos pensar que a través de una afirmación enunciada y su negación formal el texto se está separando de los encasillamientos que siempre plantea preguntarse ¿qué es literatura?, o más aún, ¿soy literatura? El texto destila quiebre, ruptura y avance.
    Por otro lado se recurre a la escritura, la escritura antecedida del impersonal, del cuasi-reflejo, se escribe: sola y a sí misma, ¿podríamos decir entonces que se auto-escribe? y por lo tanto, se auto-debate, se auto-ficcionaliza, se auto-dice texto, la literatura, el texto se auto-analiza; esto nos lleva al tercer punto donde lo que tenemos es la pura forma, el cómo se escribe: “con mayúscula”, el texto no deja nada en el descuido, se auto-explica completamente.
    En conclusión, “La muerte y la niña”, si bien es un texto que está asentado sobre la base de la incompletud, de la fragmentación narrativa, de los silencios y olvidos de los diferentes puntos de vista; es en esta heterogeneidad donde radica su unidad en tanto obra. En otras palabras, podríamos decir que el logro del proyecto literario onettiano está en su estrategia de la fragmentación del relato como factor constructivo, en el desdoblamiento narrativo y en su capacidad de posicionarse y enfatizar su posición de ficción.


    Bibliografía:


    • Ainsa, F. (2004): “Del yo al nosotros: el desdoblamiento de la identidad en la obra de Juan Carlos Onetti”. Disponible en http://www.scielo.cl/scielo
    • Eco, U. (1952): “Introducción a la segunda edición” en Obra Abierta. Planeta Agostini.
    • Ferro, R (2011): “Introducción”, “La novia robada” y “La muerte y la niña” en Onetti/la fundación imaginada: la parodia del autor en la saga de Santa María. Buenos Aires. Corregidor.
    • Gliemmo, G. (1994): “Juan Carlos Onetti: una poética del fragmento” en Primeras Jornadas rioplatenses de Literatura. Montevideo. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en http://www,bairesgrafica.com.ar/gliemmo/onettifragmento.htm
    • Onetti, J. C. (1980): “La muerte y la Niña” y “La novia robada” en La muerte y la niña. La novia robada. Barcelona. Bruguera.
    -------------------- (1979): Dejemos hablar al viento. Barcelona. Bruguera.

    • Shaw, D. (1998): “Fragmento seleccionado p. 224” en Nueva narrativa hispanoamericana. Madrid. Cátedra.



    [HR][/HR][1] “La muerte y la niña” (pp. 43- 44)

    [2] “La apertura, entendida como fundamental ambigüedad del mensaje artístico, es una constante de toda obra en todo tiempo.” (Eco. 1952:17)
     
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