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Juegos invernales

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Alejandra Correas Vázquez, 8 de Enero de 2010. Respuestas: 0 | Visitas: 559

  1. Alejandra Correas Vázquez

    Alejandra Correas Vázquez Poeta recién llegado

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    10 de Octubre de 2009
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    JUEGOS INVERNALES
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    El cielo escondiéndose bajo un manto de nubes atenuó el frío invernal, cuando la escarcha había blanqueado ya el adoquín del patio. Las mejillas rojas y paspadas delataban nuestra fuga y en el interior de la cocina, la india Rosa apantallaba sus hornallas esgrimiendo como una arma los sartenes ante nuestro revoltijo. Estábamos los tres niños, gurises andariegos, como muchas otras veces en aquellos helados días, buscando el rojo fuego de la cocina luego de nuestras correrías invernales. Gustavo, César, Alejandra.

    Pero mi audacia había terminado apenas concebido el regreso por exceso de frío. Apenas la pierna se curtió y la escarcha volvióse intolerable, cuando decidimos en conjunto sorber un breve aliento a brasa junto a la cocina de leña serrana en aquellas vacaciones de invierno, ya estaba allí esperándome mi niñera mulata María : ceñuda, exigente, más obscura aún por el disgusto y prohibiéndome acompañarlos en otra recorrida libre por los valles serranos.

    Con la rapidez de un rayo capté la mirada entre ustedes y el salto de ambos varoncitos fue tan enérgico, que no alcanzó el látigo de Juan chófer de nuestro abuelo, a tocar sus piernas intentando impedir otra partida cuando ya fugaban por la galería. Entonces nadie podría alcanzarlos...

    Mi naricilla atravesó una pequeña ventana de la cocina para verlos al escape. Desde allí percibí cómo se dibujaba tu estampa desaliñada y desprolija, tu ropa mal dispuesta y tu ensortijado cabello castaño sobre tu piel muy blanca, hermoso y sin peine, cual niño mimado de la casa a quien ningún retoque frívolo podía interesarle. A tu lado César huía con la agilidad de una corzuela llevándote ventaja en la corrida, con su traje pulido y limpio -casi esmaltado- su cabello rojo y cortísimo, brillante y bien lavado, reluciente sobre su piel mate.

    Atrás mío María dejó escapar su risa sonora y casi sarcástica, ante el evidente contraste que ambos primos proporcionaban en sus cuidados personales, remarcados así desde el comienzo. Pero ello hizo saltar la indignación de Rosa, tu protectora de siempre, quien saliendo furiosa a la galería imprecó tu nombre con voz potentísima dueña de un estridente sapucay indio. Muy distinta de aquella suave y melódica, con la cual te arrullaba todas las noches junto a tu almohada.

    Y como si la burla de mi niñera hubiese sido en contra de ella misma, hizo vibrar tu nombre en todo el recinto de la Estancia.

    ...¡¡¡ Gustavo !!! ...

    Tu nombre se expandió como un reguero en forma inútil por habitaciones y valles. Sólo el anciano Hermenegildo, ese antiguo capataz retirado ya de obligaciones allá lejos en su rancho de piedra... sabría ahora tu paradero.

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    Alejandra Correas Vázquez
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