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JULIÁN DEL CASAL - Cuba

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por VAGABUNDO, 16 de Marzo de 2005. Respuestas: 0 | Visitas: 2928

  1. VAGABUNDO

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    JULIÁN DEL CASAL
    (1863-1893)



    Nació en La Habana el 7 de noviembre de 1863. Vivió una infancia triste y ensombrecida por la muerte de su madre en 1868. Abandonó sus estudios de leyes para dedicarse a la literatura. Emprendió un viaje a Europa con la intención de visitar Paris, su ciudad soñada. El viaje se ve frustrado y, después de una corta y desilusionada estancia en Madrid, regresa a Cuba.

    Trabajó como escribiente en la Intendencia de Hacienda primero y de corrector y periodista luego. Publica su primer libro, Hojas al Viento en 1890. Después publica en 1892, Nieve y su volumen póstumo, Bustos y rimas en 1893. No sólo figura entre los mayores poetas del modernismo sino que, con Martí, Gutiérrez Nájera y José Asunción Silva, es también su precursor. En la obra de Casal podemos encontrar todas las facetas que dieron carácter al modernismo y todos los elementos que constituyeron la temática de ese movimiento. Fue amigo de Rubén Darío.

    Murió la noche del 21 de octubre de 1893, súbitamente en la sobremesa de una familia amiga cuando en un ataque de risa sufrió la mortal rotura de un aneurisma.

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    Algunos de sus poemas:

    AUTORRETRATO

    Nací en Cuba. El sendero de la vida
    Firme atravieso, con ligero paso,
    Sin que encorve mi espalda vigorosa
    La carga abrumadora de los años.

    Al pasar por las verdes alamedas,
    Cogido tiernamente de la mano,
    Mientras cortaba las fragantes flores
    O bebía la lumbre de los astros,

    Vi la Muerte, cual pérfido bandido,
    Abalanzarse rauda ante mi paso
    Y herir a mis amantes compañeros,
    Dejándome, en el mundo, solitario.

    ¡Cuán difícil me fue marchar sin guía!
    ¡Cuántos escollos ante mí se alzaron!
    ¡Cuán ásperas hallé todas las cuestas!
    Y ¡cuán lóbregos todos los espacios!

    ¡Cuántas veces la estrella matutina
    Alumbró, con fulgores argentados,
    La huella ensangrentada que mi planta
    Iba dejando, en los desiertos campos,

    Recorridos en noches tormentosas,
    Entre el fragor horrísono del rayo,
    Bajo las gotas frías de la lluvia
    Y a la luz funeral de los relámpagos!

    Mi juventud, herida ya de muerte,
    Empieza a agonizar entre mis brazos,
    Sin que la puedan reanimar mis besos,
    Sin que la puedan consolar mis cantos.

    Y al ver, en su semblante cadavérico,
    De sus pupilas el fulgor opaco
    --Igual al de un espejo en bruñido--,
    Siento que el corazón sube a mis labios,
    Cual si en mi pecho la rodilla hincara
    Joven titán de miembros acerados.

    Para olvidar entonces las tristezas
    Que, como nube de voraces pájaros
    Al fruto de oro entre las verdes ramas,
    Dejan mi corazón despedazado,
    Refúgiome del Arte en los misterios
    O de la hermosa Aspasia entre los brazos.

    Guardo siempre, en el fondo de mi alma,
    Cual hostia blanca en cáliz cincelado,
    La purísima fe de mis mayores,
    Que por ella, en los tiempos legendarios,
    Subieron a la pira del martirio,
    Con su firmeza heroica de cristianos,
    La esperanza del cielo en las miradas
    Y el perdón generoso entre los labios.

    Mi espíritu, voluble y enfermizo,
    Lleno de la nostalgia del pasado,
    Ora ansía el rumor de las batallas,
    Ora la paz de silencioso claustro,
    Hasta que pueda despojarse un día
    --Como un mendigo del postrer andrajo--,
    Del pesar que dejaron en su seno
    Los difuntos ensueños abortados.

    Indiferente a todo lo visible,
    Ni el mal me atrae, ni ante el bien me extasío,
    Como si dentro de mi ser llevara
    El cadáver de un Dios, ¡de mi entusiasmo!

    Libre de abrumadoras ambiciones,
    Soporto de la vida el rudo fardo,
    Porque me alienta el formidable orgullo
    De vivir, ni envidioso ni envidiado,
    Persiguiendo fantásticas visiones,
    Mientras se arrastran otros por el fango
    Para extraer un átomo de oro
    Del fondo pestilente de un pantano.



    INTRODUCCION

    Árbol de mi pensamiento
    Lanza tus hojas al viento
    Del olvido,

    Que, al volver las primaveras,
    Harán en ti las quimeras
    Nuevo nido;

    Y saldrán de entre tus hojas,
    En vez de amargas congojas,
    Las canciones

    Que en otro mayo tuvisteis,
    Para consuelo de tristes
    Corazones.
     
    #1

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