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La alergia de Marcos Pedroni (ensayo para novela)

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Rata de Bulín, 27 de Mayo de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 426

  1. Rata de Bulín

    Rata de Bulín Poeta recién llegado

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    Marcos Pedroni se quitó los lentes, buscó en el bolsillo su pañuelo y los frotó con suavidad. Una mancha espesa se esparció a torpes pinceladas sobre el cristal y entonces Pedroni se maldijo por aquella falta de atención. Sucedía que aquel pañuelo húmedo y arrugado era un soldado sobrepasado por el incesante embate de la alergia de estación que convertía a Marcos Pedroni en poco más que un débil saco de estornudos y constantes refriegues nasales. Un digno soldado dispuesto a sostener su defensa hasta el momento en que su dueño se detuviera a comprar un paquete de pañuelos descartables.


    Pero lo cierto es que era poco probable que aquel relevo ocurriese. Para infortunio del desventurado pañuelo Marcos Pedroni llevaba meses sin empleo y su único ingreso era un dinero que su pareja le pasaba cada mes mientras el buscaba un nuevo trabajo, dinero que no pensaba gastar en mundanos paquetes de pañuelos descartables. El afán por cuidar de su poco efectivo, por administrarlo con celosa prudencia, lo había convertido en un comprador paranoico que no cedía ante la necesidad inmediata por más digna que fuese su causa. Para Marcos el hecho de haber salido de su casa con un solo pañuelo era un descuido imperdonable que lo hacía merecedor de cuanta miseria viniera a sucederle.


    Tomó de la mesa una servilleta de papel e intentó arreglar un poco aquel desastre. Fue totalmente inútil. Las servilletas de los bares de Rosario son absolutamente impermeables, inútiles para cualquier trabajo que fuese conveniente designarle a una servilleta. Marcos Pedroni había tenido siempre la sospecha que eran fabricadas por alguna empresa dedicada a la elaboración de papel glasé. De hecho no era otra cosa lo que parecían aquellas servilletas, con un lado áspero y poroso que prometía una correcta absorción y el otro pulido y brillante como el papel de fotografía. Ese último era la verdadera cara de las malogradas servilletas de los bares rosarinos. Servilletas que habían demostrado su ineficacia desde tiempos peronistas y que se seguían utilizando por la misteriosa inercia que opaca la memoria colectiva de este pueblo.


    Quizás hubiese un propósito justo pero mezquino detrás de la utilización de aquellos trozos de papel. Un plan dispuesto a evitar lo que Marcos Pedroni va a hacer en este mismo momento. Y lo pensó, porque es cierto que lo pensó, y se sintió profundamente apenado de lo que se disponía a hacer, pero no había tiempo que perder porque Joaquín Alvarado estaba a mitad de cuadra y su paso constante y apurado le iba cerrando la puerta a la posibilidad del delito. Marcos Pedroni hundió la mano entera en aquel pesado servilletero de lata, pudo visualizar en su mente el resorte que retrocedía oponiéndose en infructuoso esfuerzo al acto de Pedroni quien tomando un buen número de servilletas procedía a introducirlas en el bolsillo de su campera con un nerviosismo que le impedía sacar la mano sin que algunas se escaparan y cayeran al piso. Alvarado entraba al bar en el justo momento en que Marcos acomodaba las pocas servilletas que quedaban en aquella tosca caja metálica. Dobladas, desordenadas, surgiendo del agujero rectangular de la caja apuntaban con su vientre blanco y aséptico a Pedroni en evidente gesto de acusación al tiempo que este intentaba devolverlas a su antiguo orden para que no quedaran rastros del hurto cometido. Fue mientras intentaba borrar sus huellas que dejaron ver la horrenda plancha de aluminio que las aprisionaba contra el marco. En ese instante Marcos Pedroni se pudo ver reflejado en aquel vulgar espejo. Fue solo un momento, un segundo pequeño y silencioso. Ese solo momento le bastó para sentirse miserable.
     
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    Última modificación: 27 de Mayo de 2013

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