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la araña maraña

Tema en 'Prosa: Infantiles' comenzado por miara, 7 de Agosto de 2015. Respuestas: 1 | Visitas: 2575

  1. miara

    miara Poeta asiduo al portal

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    En una casa de una urbanización de una ciudad cualquiera, que un cuidado y extenso jardín tenía, vivía una araña que Maraña la llamaban.

    La pequeña araña tenía una ilusión que nadie compartía y les parecía extraña.

    Maraña quería bailar claqué pero zapatos de ese tipo para sus ocho patas no encontraba. Su madre era Garrafa, y el porqué de ese nombre era que en cuanto una oportunidad se le mostraba, se introducía en olvidados recipientes que alcohol hubiesen contenido y como una yonqui alucinaba por aspirar los restos de ajenjo ó vino. Algunos, a sus espaldas, borrachina la llamaban. Pero esta araña con tamaña afición a su hija le echaba en cara su lunática ambición: “¡Dónde se ha visto que una araña se calzara y ponerse a bailar esa extraña danza!”. “Tú, sólo eres una araña y como tal te debes comportar. Haz que tu tela sea fuerte y brillante, que las gotas de rocío la hagan relucir y así tu obra se haga notar”.

    “Madre, yo quiero otra cosa. Tejer y tejer todos los días y a todas horas, me llega a aburrir. ¿Por qué no puedo cosas nuevas aprender y descubrir?. Yo no te digo nada siempre que olisqueas en un cacharro olvidado algo de vino que en su interior un rastro ha dejado. Si eso a ti te hace feliz, ¿ por qué el claqué no me puede a mí hacer sentir así?.”

    “¡Ay, que rara me has salido!. ¿No puedes ser como tus cincuenta hermanos que tranquilamente a la caza de moscas y otros insectos se dedican y no buscan ser otra cosa que aquella para la que han nacido? No me contestes. Ya sé que eres muy cabezota y mis consejos no vas a seguir”.

    Y Garrafa se fue a su quehacer dejando a Maraña pensando en como conseguir que su sueño se hiciese realidad.

    Fue en busca de Elmer, un ratón marrón de ojos taimados y que se dedicaba a afanar cualquier cosa que a su alcance quedara. Tal vez en su guarida encontrara zapatos que en sus patas encajaran.

    “Buenos días, Elmer. ¿Qué tal te ha ido la mañana?.”

    “He encontrado una lazo de seda que entre las ramas de un rosal se ha quedado. Es de color dorado y creo que con mi pelo hará juego y de corbata me haga el efecto. También, en un descuido, al gato Mariano, de su cuenco le he quitado unas galletas que muy ricas me parecieron.”

    “ Y en la casa, ¿ no has encontrado algo parecido a zapatos que una araña en sus patas se pusiera?”, preguntó ansiosa Maraña al ratón ladrón.

    “Nunca oí que eso existiera. Y desde luego en la casa carecen de ese artículo por el que me preguntas. Pero tengo botones de distintos colores, una aguja de coser, una borla de algodón que dicen que es para la cara de las mujeres empolvar y maquillar, unos bombones con sabor a avellana y un anillo de color ámbar”.

    “¿ Y no sabes a donde podría ir para conseguir lo que te he dicho?. Sé que tú entras y sales con facilidad pasmosa de casas, almacenes y otros lugares, fijándote bien en todas las cosas”.

    “Maraña, pides un imposible. En toda mi vida, de un lado a otro en el que he estado, un artículo como el que dices, nunca me he encontrado. Olvídate de ello. Búscate otra ocupación, porque ir tras lo que no existe te causará decepción”.

    Y Elmer se puso a roer un trozo de queso, que de la cocina, aquel mismo día, había hurtado delante de las narices de la dueña de la casa que en estos momentos loca se volvía buscando la vianda que éste se comía.

    Maraña salió de la guarida del ratón, y triste, al lado del estanque donde las truchas saltaban, suspiró.

    Asomó su cabeza la trucha Rodolfo, la más vieja y sabia de las que allí moraban.

    “Maraña, ¿a qué viene esa tristeza, esa desolación?”.

    “¡Ay, señor Rodolfo, es que me he dado cuenta que mi aspiración es un sueño irrealizable y eso me llena de dolor!. Un día en la casa entré; era verano y las ventanas estaban abiertas. Colgando de mi tela el viento me arrastró y llegué hasta el salón. Los dueños de la casa estaban viendo la televisión y un programa de música emitían. Era un exhibición de algo llamado claqué y yo me quedé pasmada con ese espectáculo que mostraban. Nunca vi nada tan hermoso; mis patas inquietas querían imitar lo que hacían las personas allí reflejadas. Pero no tenía calzado que mis patas cubrieran para replicar ese movimiento genial. Y desde entonces no he dejado de desear y de buscar algo parecido a lo que allí vi para la ilusión de mi vida cumplir”.

    “Eres una araña muy original y debieras conseguir que tu esperanza llegara a buen fin. Espérame mientras me sumerjo a ver si en el fondo encuentro una solución que te pueda dar”.

    Al cabo de un rato, Rodolfo en la superficie surgió y algo en su boca llevaba que arrojó sobre la hierba.

    “Ahora ve donde Elmer y pídele un trozo de cordón. Y llama a Felipe, el loro, para que al estanque acuda rápido y veloz”.

    Maraña, en seguida se puso en acción; y el ratón, con la cuerda pedida, al estanque de regreso la siguió junto con Felipe que de su percha se alejó para seguir a la extraña pareja al lugar de la reunión.

    “Aquí estamos todos, señor Rodolfo. ¿Cuál es nuestra misión?.”

    Maraña se dio cuenta que Felisa, la tortuga, al lado de ellos se encontraba y muy atenta esperaba.

    “He encontrado estos trozos de concha en el fondo. Con mi boca los he limado y adaptado a la forma de tus patas. Elmer, átalos con la cuerda para que no se le caigan a Maraña”.

    Elmer con sus dientes cortó trozos iguales de cuerda y las conchas ató a las esbeltas patas de Maraña. Luego, Rodolfo, a Felisa le indicó:

    “Deja que nuestra joven araña a tu caparazón se alce y sobre ti su danza baile”.

    Felisa así lo hizo y Maraña, lentamente, sobre ella se subió.

    “Ahora, Felipe, sólo quedas tú para que realices tu parte. Canta y silba tu canción; esa que te han enseñado y que a todo el mundo muestras. Hazlo para nosotros, hoy y a toda potencia, por favor.”

    Y Felipe empezó a silbar y a cantar mientras movía su cabeza en todas direcciones, y Maraña, feliz, con sus ocho patas calzadas retumbando sobre Felisa como si en verdad fuera una bailarina de claqué, semejante a aquéllas que en verano viera, abrió su boca y gritó al jardín:

    “¡Por fin, por fin lo he logrado! Y la dicha que siento con palabras explicar no puedo. Aunque nuestra vida, la de los arácnidos, sea breve, nunca olvidaré la alegría que hincha mi cuerpo, y que por este momento, todo valió el esfuerzo. ¡ Gracias, amigos, por hacer realidad el sueño de una araña que por estrambótica tomaban!.”

    De esta manera, el jardín esa tarde fue un lugar extraño, maravilloso y de ensueño, sólo para los ojos de aquéllos que miran más allá de la mezquindad de la vida y ponen su corazón en un instante de fulgor, calidez y delicia.
     
    #1
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  2. nomar

    nomar Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Dos aristas principales percibo en tu lindo trabajo:1_ Para lograr un sueño hay que tocar todas las puertas y andar todos los caminos. 2_Nos muestras qué es un amigo verdadero. He disfrutado leerte. Un saludo.
     
    #2

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