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La carta

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ivoralgor, 29 de Mayo de 2014. Respuestas: 1 | Visitas: 431

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    17 de Junio de 2008
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    Hombre
    Tenía el papel en blanco frente a mí. No sabía que escribirle a Lupe, mi esposa. Las cosas entre los dos ya se estaban poniendo escabrosas. Jamás me había sentido tan poca cosa. Me prometiste una lavadora nueva, decía encabronada, pero hasta hoy nada. Se la pasaba recriminándome todo: qué si el dinero no alcanza, qué si mi familia es chingona y sólo nos roba, qué ya estaba harta de coger conmigo. Hasta por echarme de pedos había discusión. También ella tenía culo y se echaba de pedos. Coño.

    Los primeros dos años de matrimonio fueron de un ajuste de personalidades y costumbres. No me gusta que te rasques ahí, decía, pareces un cerdo. Tampoco me gustaba verla toda fodonga por la casa, sin rasurarse las axilas o las piernas. No me gusta el aroma perfumado del jabón, recriminaba cada que me bañaba, me gustan los jabones neutros, ya te lo dije. Llegó Pepe, nuestro primer hijo, y las cosas empezaron a mejorar un poco. Conseguí un trabajo en una fábrica de refrescos: La Sidra Pino. Trabajaba normalmente en el turno de la mañana, pero cuando había mucha venta tenía que doblar turno. Pepe me distrajo un poco de la vida ríspida con Lupe. Me volqué a mi hijo. Estuvimos con la fiesta en paz hasta que Pepe cumplió 3 años. De nuevo las recriminaciones no se hacían esperar: qué el niño está enfermo y no haces nada, qué el dinero ya no alcanza ni para comer, qué cada vez estás quedando como marrano. Por educación no le partía la madre. A la mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa, me decía mi madre cuando era un niño, debes amarla, no golpearla. No hagas no lo que tu papá me hacía, hijo, no es de hombres.

    Ya me había hecho a la idea de que sólo tendríamos un hijo, pero Lupe se volvió a embarazar. Nació Lupita, mi princesa. Volví a volcarme a mis hijos. Me partía el lomo en la fábrica para llevarles lo mejor a mis hijos. Te felicito Armando, te esfuerzas como ninguno, me dijo el jefe de turno una tarde, así necesitamos más gente en La Pino. Me entusiasmaba que me vieran como un ejemplo a seguir. El esfuerzo se reflejaba en bonos de productividad. Lupe jamás supo de aquellos bonos. Ese dinero extra lo estaba guardando para mi vejez y alguno que otro gusto. Al cumplir cuatro años Lupita empezaron de nuevos los reproches. Pepe ya tenía diez años y su comportamiento empezó a cambiar. Tu hijo se está juntado con una bola de vagos, dijo Lupe, y tú bien tranquilo sentadote viendo tele. Déjalo, está creciendo y debe hacer amigos, le respondía. Se emputaba más.

    Una noche llegué bien borracho a la casa. Tuve una reunión con los compañeros de La Pino. Fuimos a tomar dos al Chac Mool. El ambiente estaba de lujo. Las meseras se te sentaban en las piernas y pedían su coronita para platicar un rato contigo. Si les dabas un lanita extra se dejaban meter mano. En donde trabajas guapo, dijo una mesera gorda y morena. Sonreí casi con una mueca. Llevaba puesto un vestido negro, embarrado en todo su cuerpo, que le resaltaba las lonjas. Así te la recetó el doctor, Pepe, dijo Fausto. Se empezaron a cagar de la risa los otros tres que nos acompañaban. Se me sentó en las piernas y pidió su coronita. Te voy a dar un besito por la primera, dijo la mesera, eres más chulo. Así fueron llegando las coronitas y las risas. Me sentí de poca madre. Salí oliendo a perfume barato y mis dedos a pescado. Al entrar a la casa me tropecé con una muñeca de plástico de Lupita. Casi me caigo. El ruido despertó a Lupe. Hijo de tu puta madre, mira como vienes desgraciado, dijo emputada, no tienes un poco de madre. Acto seguido me tiró una chancla. Me dio en la frente. Tenía putería la hijueputa. Vio que no hice nada y se me fue encima. Me dio una madriza. Desperté tirado en el suelo con sangre coagulada en la boca. Me bañé y me fui a ver a mi mamá para evitar más problemas.

    Mi compadre Rodulfo me decía que la dejara. Un día de estos te va a capar la comadre, dijo, es de armas tomar. Mis hijos me detienen, compadre, dije, por ellos sigo con ella. Ya no recordaba cuando fue la última vez que cogí con Lupe. Ya ni cogemos compadre, solté desganado, tengo que ir con las putas para desahogarme. Si le pedía a Lupe el divorcio me iba a mandar a la chingada. Decidí que era mejor dejarla. Ella se haría cargo de mis hijos y le pasaría quincenalmente la manutención. Hablé con Pepe y le conté mi decisión. No nos dejes papá, dijo Pepe llorando, mi mamá es buena gente cuando se lo propone. Es por el bien de ustedes y mío, dije con un nudo en la garganta, siempre estaré para ti y tu hermanita. Pueden irme a ver a casa de su abuelita María. Lo abrecé y lloramos juntos.

    Debía escribirle algo a Lupe para dejar las cosas en claro. No se me ocurría nada. Hablé con Rodulfo para que me ayudara a llevar mis pocas cosas a casa de mi mamá. Le pedí el favor a mi jefe para que me diera prestada una de las camionetas de La Pino. Te la puedo dar el martes próximo, dijo mi jefe, sólo porque eres de confianza te la doy. Le di las gracias y le estreché la mano en gratitud. Yo no sabía manejar, así que Rodulfo manejaría la camioneta. A Lupe le dije que el martes entraría tarde a la fábrica. Ella tenía que ir ese día a buscar, a casa de una de sus tías, ropa usada para Lupita. Me cayó de perlas. Fui a La Pino por la camioneta y luego tomamos rumbo a mi casa. Rodulfo se estacionó frente a la casa. Abrí la puerta y sacamos mis cosas lo más rápido que pudimos. El papel seguía en blanco. Terminamos se subir las cosas. Me subí a la camioneta, del lado del copiloto, y dije: dame chance compadre, ahorita vengo. Abrí de nuevo la puerta de la casa y escribí en el papel en blanco. “Chinga tu puta madre. Me voy.”.

    Cerré la puerta de la casa antes de subirme de nuevo en la camioneta. Listo compadre, es todo, dije con una sonrisa liberadora, luego de bajar las cosas vamos al Chac Mool a tomar dos como la gente. Hace mucho calor. Rodulfo pisó el acelerador y dejé atrás una vida escabrosa.
     
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  2. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Agradezco infinito tus comentarios.

    Lo importante en un cuento no es lo que dice, sino cómo lo dice.

    Saludos.
     
    #2

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