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La Casa (capítulo 1)

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por edelabarra, 22 de Mayo de 2009. Respuestas: 1 | Visitas: 1054

  1. edelabarra

    edelabarra Mod. Enseñante. Mod. foro: Una imagen, un poema

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    La Casa (Capítulo 1)



    LA CASA

    Una primera mirada a nuestra futura residencia, me dio la impresión de una casona grande, algo decadente, con algunos revoques caídos, que me cayó simpática, quizá por la capacidad de adaptación de los jóvenes a cualquier circunstancia.
    Se trataba en realidad de dos casas unidas, construidas en distintas épocas. La primera, era igual a varias casas de la zona, sobrevivientes de una antigua colonización en que los campos habían sido divididos en chacras de cien hectáreas (que en su época fueron regadas con agua de molino) y constaba de dos habitaciones con galería exterior, cocina algo más grande, formando la “L” y un pequeño galpón cerrando el conjunto. Tenían piso de ladrillo, puertas dobles con postigos, ventanas altas con rejas y techo de chapa a dos aguas, arquitectura rural típica de principios de siglo.
    El agregado más moderno, tenía otra categoría superior, ya que sus pisos eran un par de escalones más altos, tenían parquet de listones de pino tea, el mismo tipo de ventanas y puertas, dimensiones mucho más generosas (habitaciones de 5x5 aproximadamente), todos los techos de machimbre de pino y más arriba, techo a dos aguas de vigas de madera con ladrillos y chapa de zinc, constituyendo esto último lo que estaba en mejor estado. Esta ampliación estaba construida formando escuadra con la casa vieja, y constaba (en fila con la casa vieja), de dos grandes dormitorios, quebrando allí a noventa grados y siguiendo con un baño, que sólo conservaba el inodoro, otro gran dormitorio, y uno más chico al final, con un cuartucho adosado que hacía las veces de despensa.
    Tenía todo este conjunto, una gran galería semicubierta, de aspecto victoriano, con un festón de madera que decoraba el borde del alero.

    La casa daba a un patio o “jardín”, parcialmente pavimentado con piedras bocha cerca de la casa, formando una especie de canteros a cada lado de la entrada principal a la galería, con cierta reminiscencia de decoración de cuartel militar, que tenía en sendos círculos, dos ejemplares de cipreses desnutridos por aproximadamente cincuenta años de riegos insuficientes, visiblemente inclinados hacia el este como consecuencia de los vientos permanentes del lado opuesto. No tenía una brizna de pasto, sí algunos yuyos espinosos llamados “pata de loro”, que comentaré más adelante.
    Cerraba el conjunto por tres lados un monte achaparrado de tamariscos, árbol-arbusto que se adapta muy bien a la zona, que fue nuestra fuente casi inagotable de leña durante los siguientes diez años. El cuarto lado del potrero estaba abierto, y nos daba una vista hacia el campo semidesmontado, a través de un yuyal autóctono compuesto principalmente por zampas, jarillas, varios chañares en línea, en lo que debía haber sido un alambrado en tiempos remotos, a unos veinticinco metros de la parte habitada.

    El agua

    La instalación de agua, era inexistente, solamente subsistía afortunadamente la conexión cloacal del inodoro, que en los primeros tiempos funcionaba a balde, siendo la provisión de los mismos llenos de agua, uno de los primeros deberes que nos impuso nuestra mudanza.
    La fuente de obtención de agua, para todo uso, era un pozo en medio del patio, que nos daba un agua bastante potable, pero que estaba en un estado lamentable, ya que el revestimiento de chapa se había oxidado y parcialmente derrumbado.
    El sistema consistía en soltar el balde al fondo, atado a una soga, y con un sabio tironcito, darle media vuelta en el aire, para que cayera de boca y se hundiera, recuperando la soga a mano, para llenar los baldes de casi diez litros para distintos fines. La cocina, el baño, bebida de animales y humanos, etc.
    Una de las primeras mejoras que introdujimos fue una roldana de hierro para facilitar el izado del balde, tarea que desgraciadamente provocó una de mis experiencias de desagradable recuerdo. Ajustando el bulón que servía de eje, se me cayó la llave inglesa al fondo del pozo. Papá decidió recuperarla, para lo que improvisamos una silleta atada a un cabo grueso, y lógicamente el que bajó fui yo.
    Una cosa es decirlo y otra experimentarlo.
    Después de los primeros tres metros de descenso, la temperatura bajó a casi cero grados, y el sólo sentir a mis lados las paredes de chapa medio derrumbadas, con aros y clavos de hierro oxidados, imaginando una fauna subterránea alerta con mi presencia, fue elevando mi aprensión a medida que bajaba. Después de varios metros, llegué al agua, que estaba helada, y seguí descendiendo hasta que el agua me llegó casi a la cintura. Noté que aparentemente la misma corría un poco, brotando de un lado y escurriéndose por el otro. Me hizo pensar que era algo bueno para mantener el agua limpia y fresca. Después de sumergirme lo menos posible para tratar de encontrar la llave, revisando el fondo de barro y piedras con la punta de los dedos, y cuando ya el frío me dolía en los huesos, desistí de la tarea, pidiendo que me elevaran nuevamente. Mirando para arriba, se veía el pequeño círculo de cielo luminoso y durante el izado, no veía el momento de salir de esa sepultura, ni estuve tranquilo hasta llegar al borde, sin la llave y sintiéndome un poco más experto y más viejo.

    Los caños

    Papá decidió sabiamente, que lo más importante era instalar de inmediato el agua corriente, guiado por sus conceptos de higiene adquiridos a través de una vida de médico.
    - Ya contraté al especialista -, dijo, agregando - Se llama Udo Fritz, viene el lunes y en quince días está todo instalado.- Transcurría el mes de enero de 1958.
    [FONT=Verdana]En el mes de marzo o abril, todavía no teníamos noticia de Udo, que evidentemente tenía otros compromisos más urgentes, hasta que un día apareció con los caños y comenzó una tarea que se extendería por un período sobre el cual no nos hemos puesto de acuerdo los testigos, por haber transcurrido mucho tiempo desde entonces, o quizás por no querer recordar un tramo de nuestras vidas que hemos preferido mantener en el olvido. Lo cierto es que la tarea duró todo el invierno, cuyo análisis merece capítulo aparte y gracias a que la ocupación principal de Udo Fritz era la fotografía, un día cercano a la inauguración de las cañerías, nos sacó una foto a todos reunidos al lado del fogón de leña, documento que constituye el testimonio más patético del sacrificio y el deterioro a que puede llevar una vida en esas latitudes, prácticamente expuesto a los elementos de la naturaleza, con una higiene cuanto menos insuficiente y un frío al que no estábamos preparados para soportar.[/FONT]

    [SIZE=3][FONT=Verdana]Papá había tomado algunas previsiones antes de salir de Buenos Aires, para completar la instalación de agua caliente. La primera era un tanque intermediario que se colocaba sobre la cocina económica para acumular el agua caliente, adquirido en un remate de ocasión, aparentemente sano, lo que quedó desmentido después de colocado al abrir la canilla de paso. [/FONT][/SIZE][FONT=Verdana]
    [SIZE=3][FONT=Verdana]Una ducha. Los agujeritos eran tantos que el chapista al que recurrimos nos dijo que no había nada que hacer y que había que comprar uno nuevo. Solucionado el inconveniente, sólo resta comentar que el resto de la instalación consistía en una excelente cocina económica con serpentina para el agua caliente, horno y cuatro hornallas de hierro fundido, que bajamos del camión entre todos y fue el objeto más pesado que ayudé a mover en mi vida. [/FONT][/SIZE][FONT=Verdana]

    [SIZE=3][FONT=Verdana]La instalación de cañerías correspondiente al baño, quedó siempre a la vista, ya que nunca se rellenaron las canaletas abiertas en la pared para embutirla. Otra gran adquisición fue la calderita a leña, ubicada dentro del baño, con su tanque intermediario colocado unos tres metros encima, que cumplía la doble función de calefacción y calentar el agua para el baño. [/FONT][/SIZE][FONT=Verdana]
    [SIZE=3][FONT=Verdana]Esta calderita fue una de las mejores cosas que tuvimos, trayéndome a la memoria los preparativos previos al momento del baño. Cortar la leña, prender el fuego, y hacer llegar el termómetro casi a noventa grados para que el agua caliente no se fuera a acabar en medio del operativo. Es bueno recordar que el método de baño anterior a la instalación de las cañerías, requería calentar en el fogón unas grandes ollas de agua, agenciarse un ayudante que en mi caso era invariablemente Federico, un par de baldes, una regadera con flor y un banquito para que él se pudiera subir y regar mi persona a requerimiento, para las tareas de jabonado y enjuague. Si sobraba una regadera de agua, el placer máximo consistía en el lento vertido sobre la cabeza, añorando la ducha porteña. [/FONT][/SIZE][FONT=Verdana]
    [SIZE=3][FONT=Verdana]El tanque de agua principal, lo colocamos sobre el techo, y la bomba de agua era una de diafragma con motor de nafta, que reemplazó a la de mano, que nos cansamos de utilizar en todos esos meses.[/FONT][/SIZE][FONT=Verdana]
    [SIZE=3][FONT=Verdana]Así solucionamos de una manera bastante definitiva el problema del agua, que era crítico, sobre todo en la cocina y el baño, habiendo solucionado posteriormente con un caño plástico de unos veinticinco metros hasta el corral, la provisión de agua para los animales, donde colocamos un bebedero. [/FONT][/SIZE][FONT=Verdana]
    [SIZE=3][FONT=Verdana]Un aspecto que debo reconocer nunca se solucionó hasta algunos años después, era la obstrucción y destape de los conductos cloacales hasta el pozo ciego, prosaica tarea en la que estábamos bastante cancheros, ya que se trataba de antiguas cañerías que tenían algunas rajaduras, lo que hacía que fueran invadidas por las raíces ávidas de humedad, con el consiguiente bloqueo periódico. El sistema que utilizábamos era el siguiente; Pasábamos por la cañería un largo fierro del grosor de un dedo, con la punta doblada, que llevaba atado en el extremo trasero un gran bollo de trapos, sacándolo por la boca del pozo ciego y atándolo al tractor, con el cual tirábamos arrastrándolo de manera que el caño quedaba reluciente. [/FONT][/SIZE][FONT=Verdana]
    [SIZE=3][FONT=Verdana]Estos detalles aparentemente superfluos, que más de uno considerará indignos de ser contados, constituyeron sin embargo un fuerte contacto con la realidad, que considero fueron una importante escuela de vida, que nos preparó para enfrentar otras vicisitudes futuras con relativa solvencia. [/FONT][/SIZE][FONT=Verdana]

    [SIZE=3][FONT=Verdana][B]EL RIEGO[/B][/FONT][/SIZE][FONT=Verdana]

    [SIZE=3][FONT=Verdana]Con la construcción de la boca toma, el canal principal y el gran sifón bajo el brazo sur del Río Negro, obra terminada aproximadamente en el año 1956, la isla estaba preparada para la construcción de todos los canales internos y el riego de sus chacras. Nosotros teníamos en esa época el agua en la punta del campo, donde había una pequeña compuerta de chapa de hierro y mampostería de hormigón. Durante los meses cálidos, este lugar fue nuestro lavadero de ropa y nuestra bañadera preferida, porque el agua del Río Negro era dulce, en cambio el agua de pozo era muy salada. Un canal interno llevaba el agua a los primeros cuadros, recién emparejados y sembrados con alfalfa, cebada y maíz. [/FONT][/SIZE][FONT=Verdana]
    [SIZE=3][FONT=Verdana]El riego por gravedad requería el perfecto emparejado de los cuadros, la construcción de los canales bien nivelados y la prueba del agua, que ponía en evidencia las depresiones y montículos, que era necesario emparejar mejor con el cuadrante. Este aparato era en resumen una rastra de unos cinco metros de largo, parecida a un trineo que se arrastraba con el tractor, con una plataforma central para transporte del operario (léase un servidor), el que accionando una larga palanca, hacía subir o bajar una cuchilla filosa que iba rebanando el suelo o dejando descargar en los lugares bajos el material acumulado. El resultado era una nivelación casi perfecta de los cuadros y daba gusto cuando uno largaba el agua en esas tierras resecas inundándolas por primera vez con el agua del Río Negro... Comentario aparte merece el estado en que quedaba el que iba en el cuadrante, después de una tarde de trabajo, cubierto por una capa de algunos centímetros de tierra blanca, donde apenas se distinguían los orificios de los ojos y la nariz. (sigue)...[url][url]http://www.mundopoesia.com/foros/prosa-generales/216537-la-casa-capitulo-2-[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT]Eduardo[/url] León de la Barra[/FONT][/url][/SIZE][/FONT][SIZE=3][/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT]
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    #1
    Última modificación: 7 de Enero de 2017
    A Alonso Vicent le gusta esto.
  2. edelabarra

    edelabarra Mod. Enseñante. Mod. foro: Una imagen, un poema

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    Muchas gracias, querida Louisa, por la buena aceptación de estos relatos, que son parte de mi vida;
    mañana pienso publicar el resto de esta historia, que en realidad nunca está terminada, porque le voy agregando capítulos;
    un abrazo,
    Eduardo.
     
    #2

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