La chica, el príncipe y el corcel de 8 cilíndros.

Ella, a la misma hora, se detiene en el cruce de la carretera con reloj en mano. Espera.
Entonces aparece aquel chevrolet color negro, su carrocería impecable refleja el sol de la tarde y la figura de una mujer que lo busca con la mirada. La silueta de quien conduce se adivina como la de un hombre atractivo que dirige sus ojos hacia el horizonte.

Ella todo el tiempo piensa que tras el volante de aquella belleza de 8 cilindros, viaja un príncipe taciturno, hermoso de afectos y de corazón que algún día se dará cuenta de su presencia, se detendrá y la invitará a recorrer el mundo entero, sobre aquel corcel oscuro de potencia y elegancia indescriptibles.

Simplemente la tomará de la cintura y la ayudará a montarse sobre alocadas fantasías, la amará hasta el límite y más allá. De copiloto pasará a ser su princesa.

Por eso cada atardecer se apresura emocionada al encuentro. Se ciñe una mascada sobre el cuello, se coloca unos lentes de sol especiales para viaje, cierra los ojos y vive de su sueño, en espera del rechinar de las llantas al frenar, que su amado baje la ventanilla y que al escuchar el chasquido particular de cuando se quita el seguro de la portezuela, su corazón le de vuelcos por la emoción.©