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La cosa.

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por jaimenavecilla, 15 de Septiembre de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 789

  1. jaimenavecilla

    jaimenavecilla Poeta recién llegado

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    19 de Abril de 2014
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    Hombre
    Puedo pensar que aquella noche en el Nueva York de 1929 fue simplemente porque tenia que ser así y no de otra forma, no digo que nuestro destino sea la tristeza, pero si esas peleas que luchamos para que ella no se apodere de nosotros.
    Cuando la cosa apareció a nadie le importo, simplemente los almaceneros la sacaban a escobasos cuando que quería irrumpir en las latas de maíz y en los tapetes de “Bienvenido”, otros casi siempre que la veían intentaban asustarla a patadas, en los bares de aquella época los cantineros le arrojaban Tequila para que no penetre en el sabor de la cebada alemana que estaba llenando de adeptos a su gusto a todas las ciudades de los Estados Unidos.
    Pero la cosa siempre lo siguió intentando tener el poder de la gente y su entorno, y como el que busca, encuentra, no tardo en llenar de avaricia a el pobre de Johnny Foster, la verdad era un buen muchacho, no tenia riñas con nadie mas que con su madre, vivía la vida como el creía que tenia que vivirla y despachaba de su auto a todas las viudas de noche. Siempre contábamos con el para cualquier menester del tipo elíptico que nos pudiera dar la risa que tanto nos gustaba sentir en nuestras gargantas gastadas por la malta. Incluso estuvo para ayudarnos en la búsqueda de un grupo de señoritas de buena piel para pasar la noche, fue raro que el se retire mientras una ramera le rogaba por detrás que quería pasarla bien con el, pero lo conocíamos, y no nos llamo la atención de una persona tan fiel a su cerebro como lo era Johnny, así era el.
    Fue la cosa el desencadenante de que a nuestro amigo le pesaran cada vez mas los días, que se despierte cada mañana saboreando el mismo gusto amargo que el amanecer anterior. No era justo, Johnny no lo merecía, pero aquí estoy para repetir que en mi opinión, todo lo que paso aquella noche fue por que tenia que ser.
    Primero fue el, luego, el joven Foster se acerco a un bar de la ciudad a entablar una conversación con la gente que el suponía, era interesante. Fueron las segundas en contraer la cosa, un par de holandesas que hacían sus estudios de posgrado en economía en una universidad estatal de mucho prestigio en su campo.
    Las señoritas de Holanda empezaron a sentir un cosquilleo en sus piernas, que simplemente causaba oscilaciones y sensaciones de bienestar, creyéndose las reinas del mundo, tan jóvenes, tan lindas, miraban todo a su alrededor con el fin de encontrar felicidad instantánea, tomaron 7 dosis de cóctel de durazno con vodka y seducieron al mozo que pasaba por delante suyo.
    Al ser dos infectados por la misma pandemia encontraron muy fácilmente motivos para sentir algo como -Somos parecidos, luchemos juntos contra nosotros mismos-.
    Las rubias de Holanda estaban ya en su departamento saltando mientras corrían por su faringe litros de ron barato, ya casi al punto de ser una destilación propia del alcohol puro, a ellas poco les importó.
    Mientras tanto Johnny iba por la ciudad contagiando a toda persona que se le acercara, con un par de palabras que pronunciaba era suficiente para que todo el mundo caiga en las redes de la cosa, sintiendo todos el mismo hambre, hirviendo la misma carne para cenar, acariciando todos a la persona que no amaban.
    La siguiente victima, no se podría decir su nombre en un tono mas grande que el de sus pechos, aquella pelirroja del andar de piedra, esos ojos como de gamuza, quien sabe lo que en verdad tenia adentro, pero bastaba con observar lo que mostraba desde fuera. Era Miss Durckstool, la flamante esposa del alcalde de la ciudad de Nueva York.
    Fueron pocas palabras pero siempre las justas, cuando nuestro muchacho intento deleitarse con semejante muñeca, una mirada como cables de estaño que se ataban una pupila con la otra, un gesto con la boca tan suave como el vino francés y exclusivamente 15 palabras, Foster las dejo escapar diciendo:
    -Que suerte, vos me encontraste y vos me gustaste, si yo te encuentro podría gustarte?
    La mujer no se asombró, después de todo Foster no era una persona con la cara sin acomodar.
    Y allí fue cuando contesto con menos palabras, pero igual de justas:
    -Me gustaría que me encuentres a tu gusto.
    Fue allí cuando nuestro joven pidió el primer taxi que cruzaba por Wall Street y se fueron tan rápido a su hogar como dos personas que huyen de algo, quien sabe, quizás así era, una forma de revelarse contra algo que no existe.
    Dos botellas de champagne fueron los testigos de como aquella madrugada se convirtió en infierno mientras Johnny y Miss Durckstool se sacaban la ropa el uno con el otro, con tal delicadeza, propia de gente madura sexual y emocionalmente, fue tanto el odio y el placer que sacudió sus cuerpos mientras realizaban el coito que ninguno de los dos calló sus ganas de gritar y decir absolutamente cualquier cosa, como dos amantes con una relación de 40 años en su pesada mochila llena de inquietudes.
    Pasaron los minutos de lo que fue el comienzo como bocanadas de aire en los dos enfermos de placer, una vieja lampara de cobre andino, tal vez de algún viaje que hicieron los Sres Foster aquellas tierras, después de todo eran gente sensible, y no hay lugar donde se radiquen mas los sueños propios que en la cordillera de los andes.
    Al fin, pasaron 10 minutos de un sexo de quien sabe que tipo, pero lo curioso sucedió después, cuando sintieron en su cuerpo la ausencia de placer verdadero, no se podía entender, pero allí fue, cuando la cosa se incrusto en sus huesos, poco a poco sintieron un calambre que empezaba por las manos, extendiéndose a la parte osteosuperior del cráneo, luego bajando lentamente hasta la cintura, dejando pasar la rabia de la cosa primero al pie derecho, hasta que el pie derecho no estaba completamente infectado, la mitosis de la cosa no comenzaba en el pie izquierdo, lo que nunca sabremos es si la derecha depende del sujeto infectado o de la cosa.
    Se perdieron en la juventud de sus pañuelos mojados por lagrimas de amor, todo parecía un retroceso, un decaimiento que llegaba incluso hasta el tejido muerto de las uñas y el pelo que no tenia mas remedio que moverse de un lado a otro, pobre hombre, Johnny, esos rizos se veían como una espada flamígera sobre su pecho, nunca había sentido la presencia de la muerte tan cerca suyo.
    Obviando una noche de mucho calor los ahora amantes se dirigen hacia la cocina, el té de canela parecía mas negro, las perfumadas cortinas amarillas dibujaban una escena de una película que ninguno de ellos habría ido a ver al cine.
    Pero a fin de cuentas hay que comer, y comieron las cosas que tenían que comer, café con leche para los dos, calentando la leche, viendo ese hervor que no podía terminar en gran cosa. Con pastel de manzana para la dulce boca de la señorita, y un bizcochito azucarado asomándose en la garganta del devastado hombre, como un intento de dulzor en sus vidas, quien sabe.
    Pasaron los minutos, pasaron las mentiras piadosas, esas que no pretenden hacer daño, pero destrozan las logias e ideales del gran Thoreau que cita casi como un prócer de izquierda “Antes que el amor, el dinero, la fe, la fama y la justicia, dadme la verdad” -Vaya sutil piedad de este hombre!-. Pero no seria el primer monolito del lenguaje que destruiría la cosa, no, después de el desayuno el suelo se empezó a oscurecer, la humedad carcomió todas las paredes, los utensilios de la cocina, oxidados, los vidrios, fríos como un invierno en el mar. Lentamente el maligno ente salió concentrando todo su poderío en la casa, por la puerta roble, avanzando hasta el jardín, luego cruzando la calle, y en ese preciso instante, tal como una bomba, generando una implosión interna, usando el miedo de combustible para carcomer todo a su paso, jamás se detuvo, hasta el día de hoy los vecinos del mundo se quejan por semejante zambullida tan mal preparada.
    Johnny fue solamente el detonante, la cosa así lo quiso.
    Fue en vano luchar con una fuerza que no era visible, ¿como harían los verduleros para sacarla si no podían ver cuando infectaba sus frutas? ¿como podrían los perros ladrarle si tan solo ven en blanco y negro? ¿Como haría el mundo para no dejar destruirse a si mismo? Recordemos que no hay peor ciego que el que no quiere ver lo que causa su ceguera.

    FIN
     
    #1

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