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La cruz atómica

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Orfelunio, 17 de Mayo de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 980

  1. Orfelunio

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    La cruz atómica


    Resultados: Occidente es nuestro. Consecuencias y respuestas: Una vida feliz y no ha lugar a ellas. Nunca está en el diccionario y jamás volverán con sus fuerzas, porque aquello que los motivaba ha dejado de existir. El cátaro desertor llamado Giovanni, contrapartida de asís al ascetismo más puro, por algo su padre le llamaba el “francesito”, debió beber no sólo de los albigenses sino también del más duro maniqueísmo. Unión de reyes y fuerzas en la cruzada más demoníaca del mundo histórico. Todo por los intereses de Roma y esos papados lascivos para acabar con el hombre sincero y llevarnos al imperialismo, al capital y a dos guerras mundiales. Ese es el legado, y aún hay quien sostiene una cruz y pretende con la pregunta indiscreta, de cómo nos relacionamos, hacer creer que es más importante el semejante que uno mismo. Gran falacia que se desmonta con sus propios dichos, al recordarles que para amar a los demás es necesario primero amarnos a nosotros mismos.

    Era un día radiante, una mañana llena de aromas. Escuché el zumbar de la abeja alrededor de unas flores. Un trinar de pájaros me acompañaba en la senda, que exuberante de hierba, conducía entre árboles al sinuoso camino de la fuente, junto a la charca de barro. Ese día Yalmina no acudió; de hecho nunca más volví a verla ni a saber nada de su paradero. Tan sólo me quedó el recuerdo de unos meses de barro y sexo junto a la fuente y su canaleta.

    ¿Porqué nos mienten los carapanes que tienen el poder, si han sido elegidos por la mayoría, que se supone es la mejor opción de las posibles? Nunca está en el diccionario. ¿Jamás? Nos miramos a los ojos… Nos abrazamos.

    Nos sorprendimos los dos. Ella creyendo que me estrenaba y yo al descubrir, bajo aquella delgadez aparente, un universo de majestuosas curvas. Al igual que Yalmina, duró poco tiempo. Dejó una carta sobre la mesa que mi madre leyó, donde decía, y se excusaba de no haberse despedido, quitándole a mi madre responsabilidad alguna por la indemnización, ya que no estaba obligada. El ruso tuvo la culpa, que la maltrataba, y decidió marcharse por miedo, no por ella, sino por nosotros. Estaba embarazada y a mí se me encendió la cara, que enrojeció, como si seis horas de sol la hubieran castigado. Mi madre sonrió sin darse cuenta de nada.

    El único pasajero estaba frente a mí, pero no podía distinguir su rostro. Unas veces por los túneles, y otras por el resplandor y la sombra, que a ráfagas, por la ventana medio bajada y los árboles que despedía, ensombrecía el rostro del hombre, parpadeando su cabeza, como una bombilla que definitivamente va a quedarse encendida cuando de nuevo comienza a fallar. Al salir de uno de los túneles vi el asiento vacío. Una mano se posó en mi hombro. “Nunca, está en el diccionario”. ¿Jamás? –contesté-. Quedamos mirándonos…, nos dimos un abrazo. -¿Cuántas?, -preguntó-. –Cinco por cabeza, -respondí. Escuché una ráfaga de metralleta y un grito lleno de sangre. –Di la palabra clave. –“Roma acabe”, -contesté.

    Una cruz bajó de los cielos, pero vuelta del revés, como una flecha lanzada a su destino se hundió en la tierra y la partió en dos. Sus partes desprendidas viajaron con dirección al amor. Gritaron los hombres, pero nadie escuchó su lamento porque el hombre lleva gritando desde que nace, y ahora que va hacia su origen, en lugar de pensar y callarse aún se asusta de todo el principio porque sabe que nació de orificio, y grita: “la madre de dios”, qué milagro más grande volver hacia el sol... Nunca está en el diccionario. ¿Jamás? Nos miramos mientras el fuego consumía el último de nuestros deseos: Darnos un abrazo.
     
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    Última modificación: 18 de Mayo de 2013

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