La daga

Escruto las crecientes sombras que se van aposentando en el lugar, parece tranquilo pero algo me dice que debo andar con cuidado. El silencioso claro es un remanso de paz y tranquilidad en medio del descomunal Bosque de la Estrella. ¿Cuántos días llevo caminando? Seis días y aún no he localizado lo que busco. El tiempo corre a mi favor, mis perseguidores están lejos, creo que los despiste en el Río Azul hace ya dos días, pero debo ser cuidadoso.

Mi instinto de cazador me dice que algo no esta bien, algo anda mal, muy mal. Pero no logro determinar que es, quizás la excesiva tensión y el cansancio han hecho mella en mi mente. Tomo la decisión de pasar aquí la noche, penetro en el claro y ...

Salen de las sombras de los árboles, con rapidez y directos a por mí. Reacciono a tiempo para esquivar una daga que atraviesa el aire directa hacía mí, al tiempo que saco de mi cinturón dos dagas negras sin adornos y las arrojo contra el primer atacante. No sé quienes son, pero ellos han empezado. Son cuatro, ahora , tres. Una de mis dagas ha dado en el blanco, un solo roce pero mortal. El veneno que impregna su hoja hará el resto. Me costó una fortuna y es letal, pero no tengo tiempo de ver como ocurre. Estoy rodeado, uno de los atacantes arroja una daga mientras los otros se acercan. Intento esquivarla, soy bueno en esto, pero apenas hace falta, ha errado el tiro. Aprovecho para rebuscar en mi bolsillo y mis dedos tocan la empuñadura de otra daga. La saco mientras los veo acercarse. No los reconozco, no pueden ser mis perseguidores. Entonces, ¿quiénes son?. Salteadores, la respuesta me viene en un segundo, respiro de alivio. El primero se me echa encima empuñando una espada corta y lanza un tajo dirigido a mi cabeza. Está tan cerca que puedo olerlo, apesta. Murmuro una palabra mientras esquivo el golpe y la hoja de mi daga brilla con un azul intenso. El atacante duda y levanta los brazos protegiéndose los ojos, es mi momento, clavo la daga hasta la empuñadura en su corazón y luego la retiro mientras el cuerpo se desploma a mis pies. Ya van dos, antes de conseguir girarme para recibir al siguiente ya lo tengo encima. El maldito porta un martillo de guerra de pequeño tamaño que impacta contra mi hombro derecho con brutal fuerza. Oigo un chasquido y comprendo que me ha roto el brazo, maldición, el dolor es terrorífico. Para evitar caerme apoyo una rodilla en el suelo, al tiempo que murmuro otra palabra, el primer truco ya no le cogerá desprevenido pero éste quizá sí. Lo he engañado, se acerca y levanta su martillo para descargarlo sobre mí pero mi hoja vuelve a brillar con un azul pálido mientras se alarga hasta parecer una espada corta. Ataco con la daga – espada desgarrando el abdomen del atacante y éste cae cuan largo es. Sólo queda uno, me vuelvo y arrojo la daga mientras murmuro otra palabra, le alcanza en la espalda mientras intentaba escapar. Después vuelve a mi mano por sí sola.

Bien, con un suspiro abandono el claro y sigo mi camino, mientras pienso que quizás no fue mala idea robar la daga que acarician mis dedos. Sí, quizás, valió la pena.

 

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me atrapaste al principio, pero despues al final?...que fianl le das?...es incierto?...trata de corregir a eso a mi humilde entender...abrazo fraterno!!!