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la decisión de Calina

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por miara, 19 de Febrero de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 840

  1. miara

    miara Poeta asiduo al portal

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    Mujer
    La joven dama miraba a través del ventanal, con la mente confusa, pues esa misma mañana una contestación tendría que dar a la propuesta que su padre le comunicó, anoche después de cenar.

    Preocupada, bajaba las escaleras y apenas atendía las preguntas que su doncella le hacía. Entró en la estancia donde la esperaba su padre, le saludó, hablándole de esta manera:

    - Padre mío y señor, os debo contestar que no, a lo que me preguntasteis en la noche. No quiero casar con el hombre que mencionasteis. Más os digo: no deseo unirme a ningún hombre hasta que mi deseo éste sea. Os suplico que lo olvidéis, si feliz queréis que me sienta.

    Su padre, furioso, le habló:

    -¿Qué no quieres? ¿Qué no consientes?. ¿Quién te crees que eres?. Satisfecha debieras sentirte que hombre tan principal en ti tus ojos pusiera, porque sabes bien que no eres una belleza y que mis medios no adornan la escasez de tal cualidad que los hombres tanto aprecian. ¿Qué no es joven? Bien lo sé. Pero no serás la primera que una marido de mayor edad tenga. Pero su nobleza, dinero y poder, hace que lo demás palidezca con lo que te pueda ofrecer.

    - No, padre. No quiero aceptarlo aunque bañado en oro estuviera y mostrara la belleza de un Apolo que cayera a la Tierra. No deseo mi destino unir a alguien a quien no conozco y por el que no siento ningún aprecio; bien me conozco; todo sería un fracaso y maldeciría el suceso.

    - ¡Qué sabrás tú de lo que puede ocurrir, niña caprichosa y tonta!. ¡Soy tu padre y harás mi voluntad ! porque en la vida sólo hay una oportunidad como la que ha sucedido que llame a tu puerta.

    - Padre, ¿no ves que me condenas al dolor? ¿no ves como mis lágrimas caen? ¿No te importa que sea desdichada y que mi mala fortuna rechace?.

    - Cuando vestidos tengas, a cual más fastuoso, llenar tus armarios, y joyas de brillantes reflejos tus manos y cuello luzcan, te olvidarás los reparos y te sentirás orgullosa. Así que seca esas lágrimas, porque me he anticipado concediéndole tu mano y pronto serás su esposa.

    - ¡No, padre!- La joven se arrojó llorando. De rodillas ante su padre, sus pies besó y entrecortadamente le suplicó- Si me quieres, si te importa tu única hija más que tu posición, verás el daño que puedes provocarme, la desesperación a la que me conduces, que incluso a una medida desesperada me podrías llevar, por lo que te pido que no me vendas al Duque. ¡Te lo imploro con todo mi corazón!.

    - ¡Basta!. Decidido está todo. ¡Levántate y sécate los ojos! ¡Vete a tu habitación!. Arréglate con tus mejores galas que tu prometido al atardecer llegará y no quiero que te vea tan desastrada.

    Lentamente, subió los escalones que llevaban hacia sus aposentos, seguida de su apesadumbrada doncella.

    - Señora, debéis resignaros. La voluntad de vuestro padre inflexible se muestra. Tal vez os consuele que con tal matrimonio visitaréis la Corte, que podréis relacionaros con personas influyentes, pues el Duque Melroser cuenta con el favor de grandes señores, incluso el del propio Rey. Así pues, animaros; al fin y al cabo por fin saldréis de los límites de este condado; veréis otros lugares que ahora os están vedados.

    - Mildred, ¿No has oído lo que se murmura a escondidas de él?. Ha estado casado tres veces con mujeres bastante jóvenes y ninguna ha sobrevivido al matrimonio por tiempo superior al par de años. Se dice que esto ha sido debido a los malos tratos, a su mano larga y a su ira que ni el propio Dios aplaca. Por su posición, todo esto desapercibido pasa. Ahora, yo soy su nueva presa, pues quiere tener descendencia. Pero te juro que antes que sus manos me toquen, prefiero de Lucifer de matrimonio una propuesta.

    Mildred se santiguó, pero se mordió los labios pues no sabía como contrarrestar las amargas palabras de su ama. Salió de la habitación con una inclinación y Calina se quedó a solas con su dilema, buscando una solución desesperada.

    - Padre, ¿por qué me traicionas y por oro así me cambias? Sé que no me conoces; que no sabes como siento, ni lo que a mi corazón alegra, pues sólo moneda de cambio, para ti, mi vida representa. Desconoces como mis días he pasado; no sabes, que el cariño que he tenido, sólo lo he recibido de mis dos hermanos y del recuerdo amado que de mi madre tengo. No soy hermosa, pues a ti me parezco. Sólo tengo de mi madre el color, el espesor de mi cabello, mi más bello detalle, que hace que la tenga en mi memoria cuando lo peino. Mi ojos no son de garza; mi piel no es de alabastro fino; ni mis labios son como cerezas primeras que surgen en la primavera. Mis ojos son grises y fríos como lo son los tuyos, padre. Mi piel es tostada como la de una campesina, mis labios finos y tirantes, porque tú nunca los acostumbraste a la sonrisa. Pero, padre, soy tozuda y más fuerte que lo que tu imaginación creería, pues mis hermanos, que en Tierra Santa se encuentran, me enseñaron, en tu completa ignorancia, a pelear, a luchar, a galopar y a nadar. Y todo esto ocurrió ante tus ojos, para que siguieras creyendo que yo sólo era una muñeca sin criterio, un objeto del que disponer, con el que comerciar y entregar a un marido que tu avaricia pudiese alimentar . Pero, por la memoria de mi madre, ¡ eso no ocurrirá!. No dejaré que me arrebates mi destino; que me arrojes a la pira que tu orgullo necesita cuando aun el amor no anunciado a mi puerta ha llamado. No celebrarás boda, mi señor Conde, aunque tal vez un funeral se anuncie.

    Al cabo de unas horas, con Calina más calmada, bajó, y delante de su padre recibió a su prometido. En su rostro nada se traslucía, ni la determinación y los planes que en su mente bullían. Se determinó que en el plazo de una semana la boda sería anunciada. Su padre la miró de reojo, preocupado, pero Calina no se opuso a nada de lo que allí se habló. Se despidió cortésmente, de su padre y prometido, pues se encontraba algo cansada. Pero a su doncella le dijo, a escondidas, en tono quedo, que mandara al mozo que tenía que entregarle un mensaje confidencial que llevase rápidamente al pueblo.

    En el mensaje citaba ,en un lugar secreto, en plena madrugada, entre los escombros de una caseta abandonada a un veterano soldado y mercenario, fiel a su madre con la que se crió y creció en las tierras de su abuelo materno, de nombre Adrián y que vivía con su hermano, que era herrero. Este hombre haría por ella lo que su padre nunca llevaría a término; la salvaría de su condena, pues cuando su madre agonizaba, en virtud de lo mucho que se apreciaban, le prometió que a su hija cuando en dificultad se hallara, no la desampararía aunque tuviera que batallar contra el mismo infierno.

    Así se llevó a cabo. Ella se reunió, cuando todos dormían, con gran sigilo y secreto, con su cómplice para que su empresa tuviera éxito. Los detalles del plan fueron dichos, y el amigo de su madre accedió de buen grado añadiendo a la tarea, como colaborador, a su propio hijo.

    Volvió al lecho y esperó que Mildred la despertará.

    - Mildred, ¡Qué hermosa está la mañana! Salgamos a pasear y contemplemos la vista que desde el promontorio del mar se muestra. Quisiera esa imagen atesorar ahora que aún puedo disfrutar de mi libertad. Vamos, ensilla los caballos; quiero gozar de este día tan espléndido.

    La doncella así lo hizo, sintiéndose feliz de que su señora con su suerte, poco a poco, se conformara.

    Con sus caballos un largo paseo dieron, a paso tranquilo, pues Calina le decía a Mildred que no era muy buena amazona y temía que su caballo se desbocara. Iban acompañadas de un paje. Bajaron de los caballos y se acercaron para contemplar desde el promontorio como las aguas rompían contra las rocas; El aire soplaba fuerte y Calina llevaba puesto un chal que su prometido le había hecho enviar, como regalo, la primera vez que de sus intenciones oyó hablar. Ella, disimuladamente, lo dejó caer y el viento lo arrastró lejos. Ella gritó ante la pérdida y rogó a sus sirvientes que fueran a buscarlo pues era una prenda que para el Duque era muy importante. Así lo hicieron ; fueron en pos del chal arrastrado por el aire, que luego cayó al suelo bastante lejos. Ella aprovechó esos momentos de soledad, para arrojarse, armándose de valor, desde lo alto del risco. Sintió el golpe al hundirse contra las turbulentas aguas, pero ya antes lo había hecho, cuando con sus hermanos se retaban a arrojarse desde lo alto, y a ver quien más lejos nadaba. Salió a la superficie y se escondió en una gruta cercana. Se arrancó trozos del vestido que echó junto con su prendedor de plata a las frías aguas. Se arropó con una manta que había escondido, previamente, en el escondite que la gruta representaba, y se sentó a esperar que Adrian, cuando todo el revuelo pasara, a buscarla llegara.

    Mildred, al volver junto con el paje con el chal recuperado, horrorizada, no vio a su señora y miró a lo hondo buscando algún indicio de Calina. No vio nada y los dos presurosos cogieron los caballos y regresaron al castillo para comunicar al Conde la desgracia inesperada. Pronto llegó el señor junto con su gente, que buscaron por todas partes rastros de la joven dama, pero sólo dieron entre las rocas con trozos de su vestido y roto, el prendedor, que sus cabellos ese día recogieran. El cuerpo no fue hallado pero la joven nadar no sabía, como comentó su padre; era inútil tener esperanzas de viva recuperarla. La corriente, fuerte en ese tramo, sin duda, al interior del mar la había arrastrado.

    La gente, cuando ya anochecía, con Calina sin duda fallecida y perdida, regresó con el Conde al castillo con tan tristes y graves noticias, que tendrían que ser comunicadas al Duque cuando rompiera el día.

    Desde su escondite, apretujada, tiritando, Calina observaba desde la distancia como se alejaban su padre con sus vasallos. Después oyó el silbido que era la señal convenida, para que Adrian y su hijo, Paul, anunciaran su presencia y saliera afuera de la cueva.

    Le tendieron ropa que de hombre era, y le pasaron espada y cuchillo. Detrás de una roca, Calina se despojó de lo que quedaba de lo que una vez fue una hermosa vestimenta, se vistió, se calzó las botas, y se colgó las armas al cinto. Recogió su vestido y se acercó a Adrián; le tendió su puñal:

    - Córtame el pelo, hasta que no me quede un rizo que de mujer me identifique. Tú, sabes como hacerlo.
    Adrían así lo hizo. Cuando acabó, del jubón sacó un trozo de espejo y se lo tendió. Calina apenas se reconoció; parecía un mozo cualquiera de los que rondan por las aldeas. Se agachó; recogió sus cabellos cortados y los metió entre sus desechadas ropas y todo lo arrojó a la profundidad de las aguas para que sepultaran lo que ella había sido en un principio.

    -Vámonos. Pronto se hará de día. Quiero estar lejos de aquí. Para mi acabó esta vida. Ya no soy Calina. Castor será mi nombre; vosotros, mis compañeros de fatigas. Nadie su yugo me impondrá en este mi nuevo nacimiento. Lo que me traiga el azar, será bien venido, porque yo le he abierto la puerta a esta posibilidad y no me volveré atrás. Tal vez, un día lleguemos, a donde se encuentren mis hermanos, y mi secreto, sabiendo que seguro está, pueda depositarlo en sus manos.

    Los tres se acercaron a donde habían dejado sujetos sus caballos. Y Castor, con gran agilidad, saltó sobre la grupa, y sin mirar atrás, sin nada que reprocharse, azuzó a su yegüa para que iniciara el galope.
     
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