La desesperada damisela

Ya la hipnótica siringa del bienhechor dios Pan se escucha en el bosque encantado donde descansan los restos óseos de un héroe homérico que dio su radiante vida a la causa del celoso pero condescendiente Zeus. El astro rey ya se ha puesto tras las sierras de esmaltado color rubí, ocupando su tierno lugar en el zenit de vaporosas brumas la luna macilenta que sonríe con un rictus de crueldad de su impávido semblante.Entonces, una dama vestida de blanco, y con una tristeza teñida de dolientes pecados en su pequeña boca, se postra de hinojos ante el vetusto sátiro pidiéndole que le quite su cenicienta vida con puñal de doble filo engastado.
Él, el grandilocuente amo de la exuberante naturaleza, le susurra al terso oído de la trágica damisela que le toca sufrir penas de amor en esta vida de dichoso llanto infantil ...que no la inmolará en la noche de estaño ante las miradas severas de los esculturales eternales que observan de lo alto por el cumplimiento de la Ley.

Entonces, la mujer, desesperada y contrariada ante las palabras mágicas que penetraron hasta el hondo corazón de sepultura que ocultan sus rosáceos senos, se iergue y en un alarde de loca valentía se apuñala el pecho... dejando caer para horror del indecible fauno gotas de sangre que al caer al santo suelo hacen germinar negras amapolas que gimen en arremolinada melodía macabra por la última doncella entregada violentamente a la estrellada muerte de ébano que con su manto arañado ríe a carcajada batiente por la última criatura que ya desciende a los fríos y pavorosos reinos avernales, donde allí Hades la ha de coronar con la gloriosa y trenzada planta del laurel sólo apta para proféticos suicidas de irremediable pasión fogosa.