La desgracia.

Llega, sin saberlo, la desgracia impía.
Se va aposentando sin mediar palabra.
Quiere penetrarme sin que piernas abra.
Quiere estar en mí con alevosía.

No quiero mirarla, no es más que una arpía.
Llega, me aglutina y me descalabra.
Quedo turulata mientras ella labra
oquedades negras, sangre en agonía.

Busco la esperanza entre los trebejos.
- Aquí la tenía-, me digo llorando.
La he de haber tirado cuando hice limpieza.

O será que ahora, ya que somos viejos,
la esperanza sola se nos va acabando
y cuando buscamos, no hay ninguna pieza.

 

Pues sí, tienes razón. Un abrazo y un beso. Luciana.

 

Ayyy Luciana, cuando el peso de la desgracia cae sobre nuestras espaldas es muy difícil sobrellevar la carga y hacemos de tripas corazón y acudimos a la esperanza que es lo último que se pierde para que nos ampare... ayyy peró tú lo dices con arte y talento en este melancólico y bello soneto....muáááckssssssss

 

Bella Isabel, muchas gracias por tu amable comentario. Un abrazo.

 

Qué esperanza
dijo Sancho Panza,
la que siempre danza.

Besis.

 

Bella tu alma de poetisa querida Luciana....muaáácksssss

 

Lluna, gracias por tan alegre comentario. Un abrazo.