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La desnudez del alma

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Samuel17993, 7 de Octubre de 2011. Respuestas: 6 | Visitas: 749

  1. Samuel17993

    Samuel17993 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    La Desnudez del Alma

    I- El Encuentro:

    Los campesinos trabajaban el campo, lleno de centeno; pronto tendrían que dejar el campo en barbecho y habría menos alimentos, y llevaría a un año, casi seguro, de hambre. Las muertes de los últimos años habían sido un continuo desde el comienzo de la guerra de los Trastámaras; sus luchas dejaban los campos arrasados y a los hombres degollados en los campos.
    Con Enrique II, todo parecía ir a la normalidad, pero la nobleza, sin disimular mucho, se rebelaba contra el nuevo rey. No parecían aceptarle, y éste iba perdiendo poder, poco a poco. Aunque, a la vez, su autoridad se acrecentaba, una sombra que se iba meciendo para oscurecer la rebeldía de la nobleza.

    Sol tenía quince años, y era el momento para que le plantearan las nupcias. La cosa no le gustaba; para sinceridad de sí misma, el tema nada la apasionaba, ni creía que le fuera a apasionar. No sabía, en verdad, el porqué. Tampoco le interesaba buscarlo, ya que cuando se busca y se sabe que algo está por la zona que se busca, al final, se encuentra. Ella tenía suficiente con el campo y que su familia pagará el diezmo, al señor y sobrevivir cómo se podía.
    El calor del infierno castellano de Soria la tenía abrasada la piel, esa que estaba casi negra, y la modorra la dejaba casi sin aire. Era imposible trabajar, pero era así, siempre fue así. Se fue hacia el pinar cercano, y se bajó la falda. Se orinó las manos: una técnica de campo vieja. Aunque era para las manos, se alivió ya que llevaba toda la mañana y esa tarde casi sin dejar de trabajar; acabaría trillada. Todo los días iguales; y, encima, los moros, los nobles y las pestes, que siempre podían llegar por sorpresa.

    Se echó un rato a descansar, aunque sus padres la deprendieran; ella lo necesitaba. Entonces, se fijó en que había alguien al lado, en el margen del río cercano, y se acercó hacia allí. Vio ropas en el suelo. No eran de cualquiera; se marcaba en su calidad que no era de la gleba, sino de sangre azul. En ese momento, en el río, la vio; era una mujer desnuda, bañándose en el río, sin darle nada de importancia a que el resto del mundo la viese.

    La chica, que era una joven como ella, de su misma edad, la invitó a entrar. Ella se la quedó mirando; no hizo nada y salió corriendo, por miedo o por el violento impacto de esa chica que sin decoro se había desnudado a ojo de todo el mundo.

    Al volver a la tierra a labrar nadie se dio cuenta de que se había ido, y, por tanto, hizo como si no hubiera pasado nada. Aunque al día siguiente, alguna curiosidad, que ni ella misma conocía, la hizo hacer la misma operación. Se orinó las manos, y fue al río. Y la volvió a ver, desnuda con la ropa sobre la hierba. Iba a meterse al río. Una sonrisa le cruzó la cara. Le dijo a Sol: “Métete conmigo”. Por alguna razón, quiso bañarse allí, con ella, como un acto de rebeldía, por compartir el mismo destino que esa joven de “estrella”.

    La joven desconocida tenía un cuerpo blanco, aunque no como el resto, y unas curvas muy definidas, totalmente de mujer y que a Sol no se le habían marcado al cuerpo con la pubertad; los senos los cubría con su cabellera azabache. Su mirada la reiteraba la invitación. Se quitó la miseria de la gleba, y con su cuerpo desnudo se metió al río. La envidió, ella no tenía esa curva tan acentuada, ni la piel tan blanca, ni esos ojos tan redondos, ni esos senos que no veía del todo, pero se intuían.

    - Hola —Dijo Sol.
    - Hola —Dijo la desconocida.
    - ¿Cómo te llama? —Dijo Sol.
    - Margarita…
    - ¡la hija de los condes! —Dijo Sol, sorprendida.
    - Calla, sino no me dejarán volver.
    - Lo siento…
    - No pasa nada. —Dijo Margarita.

    La conversación les llevó por mil recovecos, y, pronto, intimaron. Las dos acodaron siempre verse allí y, en ese mismo, tiempo, ya que la calculaban según la posición del sol y era muy imperfecto. De tanto verse, se hicieron bastante muy amigas, para su condición algo inusual. Tampoco, aún con las faltas, Sol fue tomada por falta cuando iba al río con la condesita, como, a veces, la llamaba Sol, en bromas.

    - Condesita…
    - ¿Qué? —Decía Margarita.

    Siempre sonreía, tenía una luz increíble. Ella se acercó. La mojó, y empezaron una guerra de agua. Y se acercaron más. Margarita acerco su cuerpo a la hierba mientras Sol ganaba esa pequeña escaramuza acuática. Se sentó Margarita en la tierra con los pies en el agua. Su cuerpo se deslumbraba sin disimulo. Sol se acercó hasta allí. La dijo que fuera al agua. Sol se acercó a oler su pelo, que olía muy bien, y lo permitió. Notaron sus cuerpos al ras, cosquilleando sus poros. Margarita se echó al agua, y abrazó a Sol. Y la besó. Ella no hizo nada. Encontró motivo para no casarse; sin saberlo, sabía que los hombres no eran de su gusto, pero totalmente.

    II- Alianzas:

    Otra vez, como siempre, la encontró desnuda en el río; la encantaba. No sabía si eso, todo eso, era un pecado; según el cura, el amor no es pecado. Así que eso, que no sabía cómo pronunciar, se le olvidó su duda. Se desnudó rápido; Margarita no se había enterado, seguía mirando al horizonte, a espaldas de ella. En silencio, se metió en el río, y , sin que ella se fijara, la abrazó.

    - Me voy a casar. —Dijo Margarita.
    - ¿Cómo? —Preguntó Sol, sorprendida, sin saber qué decir más que eso.
    - Mis padres… “Esto que hacemos” —Dijo con un tono represivo, ofensivo, más propio de su clase sobre la suya, como culpándola, lo que ofendió a Sol, y se quedó un rato sin hablar hasta que prosiguió— es algo… Sabes que se acabará, mejor dicho, sabías que… Somos… —Las palabras parecían decir algo, pero no sabían el qué, no sabía qué decirla. Si decir que la quería, o si la odiaba; que no la viera, que no la volviera a ver, a querer, como la quería; y todas esas cosas le parecieron horribles.
    - ¿Y… yo?
    - Cásate. Nos podríamos seguir viendo… —La dijo con una esperanza en sus ojos— Te podría llevar a la corte, y casarte con alguien. Sé que es algo raro, y que es… arriesgado. ¿Pero…? ¿Lo harías por mí?
    - Sí, sí.
    - Tus padre vivirían bien; y tú y yo viviríamos… —No sabía que decir. Si alguien las viera, o supiera todo eso… Entonces temió todo. Pero no quería. Las dudas… Todo giraba en un eje: un sí o un no. Si nada había sucedido, hacer cómo si nada hubiera sucedido, o seguir con ello.

    Contra todo lo estipulado, no sucedió ningún revés. Nadie se fijó en los detalles; en que era una mujer demasiado morena para tal alcurnia, demasiado simple, incluso para las mujeres de época, que eran consideras casi como objetos, aunque no cómo fetiches, al igual que los griego. Margarita le enseñó los andares de corte, el habla, el bailar; ella aprendía rápido. Y todas camas de Serón de Nágima fueron conocidas por ellas, como niñas. Hasta que Margarita le llegó “el Gran Día”, y todo se esfumó.

    Toda la nobleza y la gente de alcurnia, aunque ella no lo era, la vieron casarse. Ella miraba a Sol, mientras un noble cercano, con ansias de doma, guerra y poder, se disponía dar el Sí.
    La noche ya no la pasaron junta, y buscaron a alguien para ella. Ningún hombre parecía interesado en ella; los hombres querían mujeres más mujeres, con más pecho, con más curva, menos morenas. Y tuvieron que desposarla con un burgo dedicado al comercio de lana, que empezaba a despuntar.

    Si la palabra felicidad tuviera algún lugar que supiera en dónde poder encontrarla, ese no sería ese lugar, con un hombre sin amor, más dedicado a la riqueza que a la propia felicidad, y sin una sola muesca de bondad o ética. Era un mercader sin escrúpulos que intentaba llegar a ser de condición noble, aunque estuviera redimido a ser eso, un plebeyo. Eso era lo que le enfadaba y lo peor no era eso, lo peor llegaba por las noches, cuando llegaba borracho, casi llorando, por no ser quien era, y la pegaba. Margarita tenía que curarla, cuando podía verla, y abrazarla como nunca una persona habría de deber abrazar a alguien, con el miedo de que un día no pudiera hacer nada por ella.

    Sol iba a ver de vez en cuanto al castillo. La familia de Margarita nunca sospechó nada de sus encuentros, y la veían como una increíble doncella que se ocupa de todo; si hubiera sido por ella, habrían echado al resto de doncella y ella se hubiera ocupado de todo el castillo, sola sin ninguna ayuda. La fuerza de Sol era insólita, superior a la media y a la chicas de su edad, que estaban más ocupadas al cotilleo nobiliario de la época o seducir a mensajeros del rey o del duque.

    Nadie imaginó que era lo que le daba fuerza, y que era lo que la hacía luchar día tras día; que estuviera Margarita la hacía vivir, y los golpes de su marido la hacían coger con fuerza, cada día, la vida y vivirla.

    Pero, como todo, nada dura absolutamente inmóvil; el rey había muerto, y ya reinaba Juan I de Trastámara.

    A la edad de 24 años, a Sol se la ocurrió huir disfrazada de hombre y luchar en la guerra de Juan I por Portugal. Luchó en el ejército castellano obteniendo buenas victorias; la proclamaron cómo estirpe de Dios por su gran fuerza.

    Pero antes de Aljubarrota, la batalla decisiva en que Castilla fue derrotada, Sol fue vista, como solía hacer con Margarita, bañarse desnuda; un soldado admirador de su virilidad la siguió y la vio. Avisó a todos; el ejército entero la contempló, como un espejismo. La cogieron, aun desnuda, y se la llevaron hasta Soria, el lugar de nacimiento y donde su marido la identifico.

    III- La desnudez del alma:

    Fue declarada como una endemoniada; desde los cátaros esas cosas, tan pecaminosas y que no eran ni la mitad de pecaminosas de lo que eran todas esas cosas que no sabían, eran reprobadas con la mayor repulsa. La iban a colgar en una cruz, y, luego, la quemarían.
    Margarita la vio. Sol la miraba. Sabían que no podían hacer nada. El marido de Margarita decía que debían haberla descuartizado, como a un chino. Y, lo que antes decían de su espíritu noble todo el mundo, se convirtió en un odio visceral. Hasta el marido de Sol la escupía, e incluso quería quemarla él mismo.

    Entonces, recordando todos esos años, la lucha, las penas, el ocultarse como si fueran endemoniadas, pensó que estaba, totalmente e irremediablemente, desnuda. Como ella. Las dos, desnudas, desnudas sus almas; increíblemente desnudas sus almas.
     
    #1
    Última modificación: 7 de Octubre de 2011
    A lomafresquita y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. alicia Pérez Hernández

    alicia Pérez Hernández Poeta que no puede vivir sin el portal

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    todo lo que escribes me encanta me llena, me llena de emocion saber que eres ingenioso y imaginativo, me da mucho gusto por ti, me encantas, saludos y mis carinos por siempre jamas, ya regreso a leerte porque me quede con ganas de leerla conmas calma, un beso y todo mi carino Samuel, cuidate te quiero!!!
     
    #2
  3. Samuel17993

    Samuel17993 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias Alicia. Un saludo de Samuel.
     
    #3
  4. lomafresquita

    lomafresquita Poeta que no puede vivir sin el portal

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    [FONT=Verdana, Arial, Tahoma, Calibri, Geneva, sans-serif]Quéexcelente narrador eres Samuel. Describes con todo lujo de detallesuna historia que es real, que se dió , se da y seguirá dándose. Elamor en cualquiera de sus manifestaciones es bello es lo más hermosodel Universo. El alma desnuda es nuestra verdad. Pero anduvimos en unmundo contrario a ello y aún hoy seguimos en ese mismo mundo sóloque más maquillados para ocultar las cicatrices profundas que nosdeja.
    Me fascinó leerte. Besazos, estrellas y reputaciónmerecida a tus maravillosas letras.
     
    #4
  5. Samuel17993

    Samuel17993 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias lomafresquita. "Real", real, no es, más bien una ficción realista. El mundo es prejuicio en sí mismo; y la historia lo es, y será; que lo sea, es incluso imposible de que no sea así, todos tenemos. Un saludo de Samuel.
     
    #5
  6. dulcinista

    dulcinista Poeta veterano en el Portal

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    Mi estimado Samuel, es genial tu relato histórico, de una gran exactitud con la realidad de aquellos tiempos. Gracias, amigo poeta. Abrazo.
     
    #6
  7. Samuel17993

    Samuel17993 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias Dulcinista. Un saludo de Samuel.
     
    #7

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