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La disertación

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ivoralgor, 16 de Mayo de 2021. Respuestas: 0 | Visitas: 392

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Mi respiración estaba agitada, algo normal después de tener sexo, cuando Azucena me dijo: tranquilo, respira. Me recosté a su lado y, de pronto, mis pensamientos estaban en plena disertación: la memoria.

    La vida del ser humano se basa en recuerdos que se guardan en la memoria a corto y largo plazo, eso todos, o al menos casi todos, lo sabemos. Cuando empezamos a tener conciencia de nuestro alrededor, el cerebro empieza a almacenar información a base de recuerdos. A decir verdad, cualquier cosa puede ser un detonante para rememorar algo, incluso se habla de diferentes estímulos para ello. La mente nos puede jugar bromas en ese sentido, es decir, bloquear ciertos recuerdos que nos hicieron algún daño y el cerebro los sepulta en lo más recóndito de la memoria.

    Un chirriar me trajo de vuelta a la habitación. Oye, vamos a bañarnos y luego vamos a ver que desayunamos, dijo incorporándose. Asentí con la cabeza. Entramos al baño y la disertación bullía.

    En estos días, existen robots humanoides que realizan tareas en base a redes neuronales. Las experiencias las van almacenando en sendos discos de estado sólido, apoyados en microprocesadores de alta tecnología. Ellos, al igual que el ser humano, almacenan esas experiencias para usarlas cuando sea necesario, adecuando dicha experiencia según se requiera; incluso modificando ciertos patrones para crear nuevos para llegar al mismo resultado o mejorarlo.

    El repiquetear de agua que salía de la regadera me devolvió al baño. Entra, está fresca el agua. Cerré los ojos y me puse debajo del chorro de agua. Te acuerdas que ayer en la noche te conté de un señor que estaba muy enfermo. Sí, qué pasa con eso, dije agarrando el jabón. Se murió. ¿Qué?, solté a quemarropa. Antes de entrar al baño lo vi en el Facebook. Dicen que fue el COVID. Eso dicen todos, dije sin dejar de enjabonarme, todo chingados es COVID.

    Salimos del baño y fuimos a ver qué desayunaríamos. A las 10 de la mañana, un domingo, ya no encuentras cochinita por ningún lado. Abrí la reja para sacar el carro y a doscientos metros estaba doña Rosa con su lata de cochinita. Ayer me dijiste que querías desayunar cochinita y veo que doña Rosa sigue con su lata, le dije. No sé, dijo desde el umbral de la puerta, no me gusta su cochinita. Como quieras, le contesté antes de abrir la puerta del carro para encenderlo. Antes de salir cambió de opinión y fuimos con doña Rosa.

    Nos sentamos a desayunar las tortas de cochinita que hizo. Entre sorbo y sorbo de Coca Cola la disertación continuaba.

    Los especialistas dicen que tenemos memoria táctil, olfativa, visual, gustativa y auditiva. En realidad, son nuestros cinco sentidos que trabajan por separado y en otras ocasiones juntos. La memoria recurre a nuestros recuerdos para hacer cálculos aritméticos, recitar un poema, presentar un examen, cualquiera que éste sea, para hacer las tareas cotidianas y primitivas. Un recuerdo dispara un patrón en el cerebro para recordar nombres de personas y asociar rostros con esos nombres. De igual manera, otro disparador nos hace hablar, caminar, incluso respirar; tareas que hacemos de manera automática sin prestarle demasiada importancia si viene de un recuerdo o no. A lo anterior le decimos instintos, sean o no primitivos. Sin recuerdos no hay vida, por buenos o malos que éstos sean. Pero, ¿qué pasada cuando un recuerdo no llega a ser detonado? ¿Y si ese recuerdo es para una función primitiva?

    La disertación acabó de súbito, así como empezó. Así son los pensamientos, me dije para mis adentros. Engullí un bocado de la torda. Un silencio se adueñó del desayuno. Se me entumió el cuerpo, todo se hizo oscuridad. Ya no sabía que estaba haciendo en esos momentos. Me sentía liviano, etéreo. ¡Respira! escuché de pronto. No supe cómo hacerlo.

     
    #1
    Última modificación: 16 de Mayo de 2021

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