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La esposa del sargento.

Tema en 'Prosa: Cómicos' comenzado por juana rivera medina, 20 de Agosto de 2011. Respuestas: 2 | Visitas: 2478

  1. juana rivera medina

    juana rivera medina Poeta fiel al portal

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    Guadalupe y Calvo es un pueblito bien metido en la Sierra Tarahumara, con clima mayormente frío, a donde mandaron a papá, en una de sus muchas comisiones.
    Mi madre, como buena soldadera, agarró las pocas pertenencias de la familia, que consistían en algunas prendas de vestir, pocas ollas y trastos viejos, siempre listos en cajas de cartón, a sus muchos hijos, seis para esos años y nos presentamos en el cuartel, donde una partida de soldados nos llevaría a un poblado cercano a Guadalupe, donde mi padre nos esperaría, para completar con nosotros el resto del camino.
    Papá, se encargaba de conseguirnos un ligar para vivir y solo entonces mandaba por nosotros.
    Mamá, sin chistar, a pesar de que estaba a punto de dar a luz a mi siguiente hermanita, se dirigió hasta donde su marido le indicó.
    El viaje era peligroso, todos los viajes de los militares eran peligrosos, los que andaban a salto de mata, en cuanto veían acercarse a los miliares disparaban sin esperar que se acercaran mucho.
    El viaje, de por si pesado y tedioso, a pesar de viajar en vehículos poderosos y nuevos, como lo eran los Powers militares, a mi, de apenas tres años me parecía interminable.
    Amanecía el día siguiente cuando llegamos al pueblito de --- donde ya nos esperaba mi papá y otros soldados bajo sus órdenes. El convoy en que viajamos, ahí se desviaría hacia otro poblado, casi inmediatamente.
    Papá recibió la carga junto con su familia y sin descansar nada, nos hizo subir a unos burros, en donde seguiríamos el resto del camino.
    Mujeres y niños a cargo de un puñado de militares comandados por el Cabo, que era mi padre.
    En un macho subió a José, mi hermano mayor, en un burro a Manuel, en otro a Estela y Jacinto, y en el siguiente a mi mamá y tras ella a Hilario, casi montado en la cola del burro.
    A mi, me cargó en los hombros y así, todo el camino.
    Recuerdo que me daba galletas con figura de animalitos, las más baratas que se hallaban en el mercado por esos años. Mientras caminábamos, cortaba cañas, las pelaba y me daba a masticar pequeños trozos para calmarme el hambre.
    Nos acompañaban en la travesía varias otras familias, entre las que destacaban dos señoras muy bien vestidas, perfumadas y de manera increíble con tacones. Una de ellas era la esposa del Sargento, el superior de mi papá que no había podido ir a recoger a su mujer.
    La pobre señora debe haber pensado que iba de día de campo, porque hasta sombrilla cargaba.
    Mi papá. viéndolas caminar apenas con los tacones, entre tierra y piedras, les facilitó un burro, al que las señoras se subieron, ante las protestas del animalito.
    Era obvio, que nunca en su vida se había subido a un animalito de estos, pues gritaban a cada reparo del animal que protestaba por la doble carga.
    Era una imagen pintoresca y muy graciosa, las señoras iban ya llenas de tierra y lodo del camino, pero conservaban algo de su vistoso maquillaje, su ropa, aunque sucia aún se veía cara y sobre todo, no soltaban las sombrillas ni para afianzarse de la rienda.
    Caminamos apenas unos metros, las señoras gritaban a cada paso del burro pues se tambaleaban de manera peligrosa.
    Al dar vuelta, una veredita, se acercaron peligrosamente a la orilla del camino, bordeado por una caída de un metro más o menos.
    Nadie les prestaba atención, las oímos gritar, esta vez más fuerte y al voltear a sonde iban solo las vimos caer con todo y el pobre burrito.
    Las piernas de las señoras y las patas del burrito quedaron hacia arriba, en una curiosa combinación.
    Las carcajadas de los militares y de las demás señoras hicieron eco entre los pinos y las grandes rocas que bordeaban la vereda.
    El burro protestaba ruidosamente y hacía intentos por levantarse, haciendo gritar más a las mujeres que luchaban por quitarse de encima al animal.
    La risa, no dejaba que los hombres a cargo las ayudaran hasta pasados varios minutos.
    Finalmente, las sacaron del hoyo, mas sucias y despeinadas que antes, los soldados tenían que aguantarse la risa ante el temor de que la señora del sargento se quejara con su marido una vez que arribaran a su destino.
    Era muy cómico, ver las caras, roja por la presión de la risa contenida, el caminar de las señoras, ya con los tacones quebrados, la ropa sucia, despeinadas y con el maquillaje corrido. Al llegar a Guadalupe y Calvo, salieron a nuestro encuentro los militares cuyas familias arribaban junto con nosotros.
    Eran abrazos, besos y risas. Las miradas entre asombradas y divertidas al ver a la mujer de sargento y su acompañante, eran desviadas rápidamente.
    La señora estaba furiosa. Cuando su marido llegó a recibirla, comenzó a gritarle y a llorar, el pobre hombre trataba de consolarla sin resultado por varios minutos, hasta que la abrazó y ya cansada se la llevó a su casa.
    Apenas estuvo bastante lejos, las carcajadas se hicieron una sola, yo creo que si escucharon pues el sargento agachó un poco la cabeza y siguió caminando hasta dar vuelta en la vereda.
     
    #1
  2. mujerbonita

    mujerbonita Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Hola ingeniosa historia, mis felicitaciones
    a la esposa del sargento por atrevida y hacendosa,
    y por saber meter el orden en esos momentos
    tan críticos donde el burrro se portó tan mal.
    Grato leerte
    Saludos y estrellas
    ¡SONRIE
     
    #2
  3. juana rivera medina

    juana rivera medina Poeta fiel al portal

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    gracias hermosa por comentar mis lineas, un calido saludo amiga.
     
    #3

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