1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

La felicidad extraña senda

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por mike, 25 de Enero de 2006. Respuestas: 0 | Visitas: 1203

  1. mike

    mike Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    13 de Enero de 2006
    Mensajes:
    21
    Me gusta recibidos:
    0
    Mientras esperaba en el auto con el motor encendido, Pablo no dejaba de fumar, sus manos y rodillas temblaban sin control, la calle era ancha, rodeada de edificaciones antiguas y algunos árboles añosos que dejaban entrever un pasado glorioso y altivo, algunos negocios empezaban a levantar sus cortinas para iniciar las actividades de la semana, la mañana anunciaba lluvia. Mientras se subía el cuello de su abrigo para atenuar el frió, Pablo no dejaba de mirar insistentemente su reloj marca delbana, repasaba que solo faltaban 15 minutos para que todo cambiara y maldecía su falta de control en la medida que se acercaba la hora, abrió la guantera del auto y extrajo una foto, la miro con un dejo de dulzura y antipatía.
    La vio venir caminando sobre un enjambre de algodón, liviana, despojada de toda la cotidianidad de su vida anterior…Y temió. Temió pensando en un fragmento, si después de que todo acabara el se sentiría igual que ella. Si después del final se sentiría grácil y feliz. Si la anatomía de una tragedia se convertiría en el cuerpo de su porvenir, de todo lo que quiso darle, pero que ella no quiso recibir, todo lo que ella le proporcionaba en sus momentos de lucidez y que hoy lo apresaba… lo odió y pensó en deshacerse de la matriz de la existencia ajena, mientras las cortinas del almacén se abrían y lo dejaban entrever junto a ella. Bajo de la camioneta.
    El frío que durante unos segundos lo había hecho dudar, desapareció. Una fuerza insuperable se apoderó de sus manos. Al verlo, ella se paralizó junto y se quiso arropar a Mauricio, casi como quien se guarda ante un escudo protector. Pablo sonrió viendo a este par de niños asolapándose el uno con el otro… Sintió lástima y bajo el arma. El cielo presenció durante un par de segundos como las tres almas frente a sus pensamientos se inmovilizaron. Ella trató de acercarse y al pronunciar el décimo de palabra que solía pronunciarle en los momentos de crisis, pablo, no dudó. Un golpe certero al corazón levantó los últimos pájaros dormidos sobre la copa de los árboles. Ante el desplome de Mauricio, un gemido sordo, idéntico a los que enloquecían a Pablo cuando hacían el amor, lanzó Marcia, atónita, aterrada. Con el frió silencioso de los condenados a muerte. Sin querer comenzó a sentir como su vida bailaba presuntuosa sobre sus orejas y su corazón. Un estruendo de su alma le dio la bienvenida. Lo miró a los ojos, sintiendo que provocaría en Pablo la redención que la liberara de tan salvaje condena….Pero no lo vio. Pablo estaba ensimismado en aquellas piernas al descubierto que besaba mientras le decía con furia que la amaba. En el pliegue perfecto del triángulo que se hacía entre sus piernas y su sexo. En el aroma que brotaba de él, cuando ella lo buscaba en las noches de locura y latía la entre pierna como hoy late su corazón... Ardiendo, quemando. Llama interminable, cúspide en el gemido ostentoso de sus cuerpos. En esas piernas ahorcando su espalda. En esos brazos atravesando su cuello. Pablo, embriagado de amor. Marcia, embriagada de instinto.
    Y no dudó un segundo más, la fuerza de un amor que humilla, no hace más que humillar.
    Su índice izquierdo se erizó en un movimiento perfecto y seguro. La bala se acomodó precisa en el pecho de Marcia, quien se desvaneció sobre la acera. Pablo no perdió fotografía de este espectáculo. La vio caer como tantas veces él cayó rendido sobre los pies de las lágrimas que Marcia le regalaba.
    Un aire de triunfo se coló entre sus tobillos, sintió como su cuerpo se expandía en ausencia de ellos y una sonrisa se dibujo en su cara. Cada partícula, cada microcélula en su interior se daba un festín de bailes y música fuerte. Ahora estaba él y el universo. El alarido ajeno del terror de la escena lo removió de sus sensaciones, miro a su derredor y vio como las personas se agolpaban para ver su obra de arte, la magnificencia de su felicidad.
    Volteó como los artistas humildes a quienes vanaglorian por su obra, que él sabe que es lo mejor que a hecho…pero disimula.
    Volvió a sentir el frío en su cuerpo, se levantó el cuello de la chaqueta y miró su delbana, eran la 9: 00 hrs. La calle bullía movimiento Deslizó un cigarrillo a su boca y se perdió entre la gente.
     
    #1

Comparte esta página