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LA FUGA DE LOBENO - Cuento para adultos y niños

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Antonio del Olmo, 14 de Julio de 2023. Respuestas: 0 | Visitas: 308

  1. Antonio del Olmo

    Antonio del Olmo Poeta que considera el portal su segunda casa

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    LA FUGA DE LOBENO
    Cuento para adultos y niños

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    Todos los días recuerdo con cariño a Lobeno, mi perro, un pastor alemán que parecía un lobo, por eso le pusimos ese nombre. Han pasado ya más de cuatro años desde que se marchó de su cobertizo una noche de verano, como se fugan los presos de la cárcel: escarbando un hoyo en la verja del jardín para salir . Recuerdo que le gustaba mucho sacar la lengua y juntar las orejas para hacernos reír, como podéis ver en la foto que le saqué cuando tenía poco más de un año. Pero se sintió marginado cuando nació mi hijo, porque no le dedicábamos mucho tiempo, y no quería salir de su cobertizo ni nos saludaba con la gracia de sus orejas.

    El sábado pasado fui con mi familia al Parque Nacional de las Montañas, un lugar que visitamos con frecuencia porque está cerca de mi casa. El parque está en un valle cerrado, formado por unos montes elevados que siempre han protegido a sus plantas y animales como si fuesen sus crías. Estábamos comiendo sobre la hierba, en el recinto reservado a las visitas, cundo vimos a un perro lobo que nos observaba parado a unos 50 metros. Mi mujer cogió al niño en brazos para protegerle. Yo levanté el bastón metálico, que siempre llevo en el monte, para ahuyentarle; pero en vez de huir se acercó a nosotros moviendo el rabo hacia los lados, como hacen todos los perros para expresar amistad, juntó las orejas y sacó la lengua.

    — ¡Lobeno! — exclamé sorprendido.

    No cabía ninguna duda, era él, pero nuestra relación había cambiado mucho. Dejé el bastón en el suelo y me acerqué a Lobeno, pero él se alejó de mí unos metros, levantó el rabo, como hacen los perros para indicar que no debes acercarte, y me miró fijamente. Después le dejé un muslo de pollo en un plato y me alejé. Lobeno olisqueó el muslo, pero no lo comió; aunque antes, cuando estaba con nosotros, era su plato favorito.

    Entonces empezó a aullar una manada de lobos que se hallaba lejos, al otro lado de la valla que limita el territorio libre para los animales. Lobeno también aulló, me miro, juntó las orejas, dio media vuelta y cruzo la valla arrastrándose sobre un hoyo escavado bajo la alambrada.

    En ese momento, mi hijo me pregunto:

    —¿Lobeno no volverá nunca?

    —No quiero que vuelva. Está mejor allí — dije señalando el otro lado de la valla.

    — ¿Ya no le quieres? — me preguntó extrañado.

    — Le quiero mucho, por eso deseo que sea feliz en libertad con los suyos. Dile adiós como aúllan los lobos.

    —Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu — dijo el niño.

    Y en ese momento, por una casualidad feliz, volvimos a escuchar el aullido de los lobos.
     
    #1
    Última modificación: 15 de Julio de 2023
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