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la gran evasión

Tema en 'Prosa: Infantiles' comenzado por miara, 25 de Enero de 2016. Respuestas: 1 | Visitas: 1193

  1. miara

    miara Poeta asiduo al portal

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    Abril amaneció sobre una pequeña huerta a las afueras de Murcia. En ese instante, al abrigo de una col, el caracol Benito extendía sus cuernos para que los bañase un reluciente sol. Refunfuñaba consigo mismo porque su vecino, la babosa Basilio, llevaba varios días fastidiándole, comentándole con guasa, que no había cosa más lenta que los de su especie y que las babosas fácilmente ganarían en una carrera a cualquier caracol, porque eran de lo más indolentes.

    Furioso por el comentario, y habiendo llegado al límite de, según él creía, su ilimitada paciencia, retó a Basilio a una carrera que dirimiría para siempre la cuestión de la lentitud entre los suyos. Basilio se burló de nuevo, y le dijo que él no tendría que esforzarse, pues Benito podría confundirse con una piedra y eso sin necesidad de refugiarse en su concha.

    Iba a contestarle airadamente, cuando irrumpieron en la conversación la lombriz Jacinto y la oruga Eloy. Sin venir a cuento, pensaba, y con muy mala educación (según creía), se apuntaron a la competición, comentando ambos que ellos superarían a los restantes sin ningún tipo de problema. Benito quiso volverse para atrás pues su cuestión era únicamente con Basilio, pero éste le afrentó diciéndole que además de lento no fuera cobarde, que cuantos más participaran más divertido sería todo y mayor gloria para el vencedor.

    Así que, ahí estaba él a veinticuatro horas de participar en una locura de carrera, que en su fuero interno sabía que no ganaría participando esos dos también, y maldijo su bocaza porque al final su ridículo iba a ser la comidilla de la huerta durante mucho tiempo (pues Basilio no lo iba a dejar pasar y se regodearía hasta que él se pudriera en su concha).

    Llegó el fatídico día. Benito había dormido mal, todo preocupado por el resultado y como afectaría a su reputación, él que siempre se mostraba tan atildado y recto. Basilio, sin embargo, estaba contento, con una gran confianza en su triunfo, y bromeaba con todo el mundo, en especial con una bonita mariquita que le sonreía con picardía. ¡Qué descaro!. La lombriz, estaba sobreexcitada, sobre todo con la expectación que el suceso había levantado en la huerta. El lugar se había llenado de escarabajos, gusanos, lombrices, moscas, hormigas, y mariposas, que se habían ofrecido para retrasmitir desde el aire el evento y vigilar que no hicieran acto de aparición odiosos pájaros u otros sujetos molestos.

    Había hasta apuestas, y los favoritos eran, Jacinto y Eloy. En tercer lugar, figuraba Basilio, y el último (¡Ay, qué desgracia!), el pobre Benito. No eran buenos presagios, se dijo Benito, que se encontraba ya arrepentido de su ocurrencia y deseaba desde lo más hondo de su corazón que la carrera se suspendiera porque en ese momento apareciese un gorrión o un ratón de campo. En fin, debería afrontar su derrota con dignidad, pero lucharía hasta el último momento por dejar en buen lugar a los caracoles en general, y a su respetable familia, en particular.

    Una cigarra, dio la salida. A los pocos minutos, Jacinto iba ya en cabeza, seguido de Eloy que le seguía el ritmo. Por detrás se deslizaba Basilio, con su carne agitada por el esfuerzo. Benito resoplaba en la última posición (sudando por todas partes, pues él además debía arrastrar su concha) . Los insectos vitoreaban a la lombriz, sobre todo la mariquita que antes había coqueteado con Basilio. Tendría suerte, pensó Benito, si conseguía llegar a la meta vivo.

    Fue entonces cuando se sintió un temblor sobre la tierra, y todo el mundo se sobresaltó. Jacinto se paró de golpe, chocando contra él ,Eloy, que iba distraído. Basilio, preguntó a una cucaracha que pasaba, pero ésta no lo sabía. Benito se dijo qué otra cosa iba a salir mal aquella mañana. Entonces vieron una turba que se acercaba formada por: ¡Cangrejos!.

    Iban a tal velocidad, que todos se tuvieron que apartar aterrados de su camino. El líder de aquella “tropa”, se disculpó torpemente con los presentes, pero que él y los suyos no podían reducir el paso acelerado de su marcha, pues era cuestión de vida o muerte. Comentó que acababan de escapar de la residencia de los dueños de la finca, pues la “loca del delantal”, quería hervirlos para devorarlos luego. Aprovechando la oportunidad de que antes de que calentase el agua, a la mujer en cuestión la llamaban por el móvil que había dejado en el salón, y dado que parecía que se hubiese quedado enganchada a él por un tiempo interminable como si tuviese como ellos pinzas, se escaparon de la cazuela deslizándose por la enredadera que había junto a la ventana abierta. Iban derechos al río, a esconderse entre las grietas y grutas que hubiese cerca, pues no dejarían que se les acercase esa psicópata.

    - ¡Vamos, mis valientes! ¡Retirada hacia las trincheras! ¡Que ni uno solo se quede atrás!. Esta ha sido la gran evasión de los cangrejos de manos de nuestros enemigos. Nuestros hijos, y sus hijos, hablarán de esta hazaña por tiempo inmemorial. ¡A súper velocidad, señores! ¡Vayamos a puerto seguro!.

    - ¡ A la orden, comandante Steve!. ¡Llévenos a casa!.

    Y todos se apartaron, para dejar pasar a los huidos hacia su salvación, dando por suspendida la carrera pues ya habían tenido suficientes aventuras para una jornada y era mejor no tentar a la suerte, ¿verdad?. Benito, respiró aliviado. Su orgullo, por un pelo, por una casualidad increíble, estaba a salvo. Se despidió de los demás mucho más tranquilo y animado, dirigiéndose hacia una lechuga cuyo frescor le ayudara a descansar.

    Mientras, en la casa vecina, se oyó una voz:

    - Manuela, ya he vuelto. ¿Y los cangrejos?. ¿No ibas a preparar un plato con los que te traje?.

    - ¡Cosa de brujas, Andrés!. Me llamó Conchi ; me habló de esto, de lo otro, y cuando volví a la cocina, habían desaparecido. ¿Estará la casa encantada? Los he buscado por todas partes, pero no han aparecido.

    -¡Mira que eres despistada, Manuela!. Seguro que aparecerán en cualquier sitio, incluso puede que aparezcan bajo el colchón. ¡Hala, prepara otra cosa, que vengo hambriento!.
     
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  2. nomar

    nomar Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Mis felicitaciones por su trabajo. Es excelente. Ha sido un placer leerle. Saludos.
     
    #2

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