La historia del Tú, la historia del Yo, y cómo nos convertimos en Nosotros

Había un Tú antes de mí, un ser hecho de esquinas y destellos,
de mundos enteros que nunca conocí pero intuí en tu mirada.
Eras un universo cerrado, una constelación que no necesitaba ser descubierta,
porque en tu soledad ya habitabas todo lo que eras.
Y sin embargo, el mundo te empujó hacia mí,
no como una casualidad, sino como un desafío silencioso.

Había un Yo antes de ti, un náufrago voluntario en islas de pensamiento,
con fronteras que trazaba para sentirme seguro.
Yo, dueño de mi sombra, caminaba por senderos donde nadie más podía entrar.
No buscaba compañía, pero, como quien se distrae con el viento,
te sentí antes de verte, como si el aire hubiera cambiado de textura.

Y luego, sin aviso, se cruzaron nuestras historias.
Primero, fue el choque de dos mundos que parecían irreconciliables:
tu caos dulce contra mi orden implacable,
tu risa contra mi silencio,
mis palabras contra tu mirada.
Nos estudiamos como dos espejos enfrentados,
reflejándonos hasta perder el sentido de lo que éramos antes.

El Nosotros no nació de la noche a la mañana.
Fue un puente construido entre tus abismos y mis cimas,
un pacto tácito de no escapar,
aunque a veces nos doliera la intensidad de la cercanía.
Fuimos aprendiendo a escribir juntos,
tú enseñándome a soltar el miedo,
yo mostrándote que los pasos también pueden ser firmes.

El Nosotros no es la anulación del Tú ni del Yo.
Es la danza que aprendimos al compás de nuestras diferencias,
un lenguaje secreto donde tus gestos completan mis palabras,
y mis pausas le dan espacio a tu impulso.
No dejamos de ser Tú y Yo,
pero ahora, somos algo más:
un hogar compartido, un rincón del mundo donde las piezas encajan.

El Tú sigue existiendo, libre y vibrante,
el Yo aún camina con sus viejos miedos y sueños,
pero el Nosotros es esa chispa que nos hace mirar el horizonte juntos,
donde lo desconocido ya no es soledad,
sino posibilidad.

Y si un día el Nosotros cambia,
si el tiempo nos lleva por caminos diferentes,
sé que el Tú y el Yo llevarán consigo algo eterno,
la certeza de que, por un instante,
fuimos uno sin dejar de ser dos.