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la historia perdida

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por miara, 10 de Agosto de 2015. Respuestas: 1 | Visitas: 924

  1. miara

    miara Poeta asiduo al portal

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    Esta historia durante siglos se ha ocultado y tanto se ocultó que al final se olvidó. Pero una araña, en lo más profundo de una selva también olvidada, en su tela la escribió. Y un pájaro lo observó, un guacamayo de brillante plumaje, que se la aprendió y se la enseñó a sus congéneres. Y estos viajaron hacia distintos destinos y uno de ellos sobre un árbol se posó. Y este árbol formaba parte de un bosque por el que me paseaba yo.

    Creyendo que estaba solo, que no le observaban ojos humanos, muy ufano, se pavoneó el guacamayo viajero. Y contó la historia oculta a un par de tordos, unos jilgueros y una tórtola despistada, que a escucharle se prestaban:

    “Vosotros, no sabéis lo que ocurrió en el Jardín del Edén, pero yo tengo la información. Mis hermanos me la han legado, y yo, hoy os cuento lo que de verdad pasó:”

    Dios hizo a Adán, y de su costilla creó a Eva para que le hiciera compañía. Adán la contempló y le gustó lo que vio.

    Pero Eva, ¡ay, Eva!, de Adán pasó. Quizás fuera porque en realidad formaba parte de él y sabía lo que iba a encontrar, que ser su pareja no le entusiasmó. Sabía de antemano lo que éste le diría, cómo la miraría; pues ella, en origen, era su costilla y había estado cerca de su corazón. Nada en él la sorprendía, la entusiasmaba; no lo veía como Dios quería, y Adán, poco a poco, se desanimó.

    A Eva le gustaba mirar las flores, aspirar su perfume ,observar como la noche caía, oír a los animales correr, sentir el agua como recorría su piel; todo eso la hacía feliz y con eso se conformaba. Pero a Adán todo eso no le bastaba. Suspirando, una tarde, de Eva se alejó. Se sentó sobre un tronco a rumiar su tristeza. Silenciosa, una sombra se acercó. Adán se levantó pensando que era Eva que había entrado en razón. Pero era una desconocida, de piel oscura y ojos verdes, del color de la misma selva. Ella, su cara tocó con suavidad, con ternura, y el corazón de Adán como nunca palpitó.

    “¿Quién eres?”, le preguntó.

    “Sólo soy alguien que quiere aliviar tu dolor”.

    “¿Dios te ha creado para mí?”.

    “Quizás sí”.

    “Todo esto es tan extraño…”

    “Y por eso, ¿no me vas a aceptar a tu lado?. ¿No te gusto lo bastante?. Sólo quiero complacerte, Adán. Ven a mis brazos y olvídate de Eva. Yo te daré lo que ella no puede darte. Ven, besa mis labios y disfruta la experiencia”.

    Y Adán la besó, y después de ese beso, ya nada le importó.

    Cuando la noche llegó y Eva no vio a Adán, fue a buscarlo porque pensó que algo malo pasaba. Después de caminar un trecho vio ocultó entre el follaje a Adán que se apretaba a una figura que contra su cuerpo se enroscaba. La figura alzó la cabeza y sus ojos, hipnóticos, sobre Eva fijó:

    “Yo lo quiero”, le dijo. “Quiero darle lo que tú le niegas. ¿Vamos a ser enemigas?”.

    Eva le dijo: “No. Me haces un favor. No me gusta que me siga; que me atosigue; que busque lo que mi voluntad no quiere darle. Por eso creo que si se lo das tú, será perfecto. Pero mejor será que de esto no se entere Dios porque no creo que entre en sus planes”.

    “No te preocupes; este es un secreto de tres”.

    Y aquello continuó y la mujer sin nombre, a Adán, mil veces le entregó su amor, mientras Eva simplemente les contemplaba.

    Dios, un día bajó al Jardín a ver como todo marchaba y contempló que Adán en brazos de otra mujer estaba. Vio que a Eva no le importaba y que miraba complacida lo que entre los dos sucedía. Cuando furioso se acercó, la mujer, asustada retrocedió y en su presencia su forma cambió; ya no era una mujer, sino una serpiente de piel brillante y fina , de ojos fríos y relucientes.

    “¿Qué es esta abominación?. ¿ Con una serpiente, Adán, tú yaces, aunque te di mujer que tu corazón llenara?. ¿Y tú, Eva, esta situación consientes?”.

    Adán, trastornado, miró a la que había sido su amante y apenas se lo creía. Lo mismo a Eva le sucedía.

    “Perdona, Señor”, le dijo la serpiente. “Sólo quería aplacar su soledad pues Eva le evitaba. Sólo quería probar lo que sienten los humanos y ser distinta de lo que para mí decretaste”.

    Dios le dijo: “Sí, esta es tu naturaleza, serpiente. La mentira está en tu sangre. Querías crear la discordia y lo conseguiste. Pero vosotros, no os distéis una oportunidad de conoceros, de confiar, de llegar a ser el uno para el otro, porque no tuvisteis paciencia, porque no compartisteis, porque no creísteis en lo que os ofrecía. Por eso, de este paraíso, hecho para vuestra felicidad, os expulso, pues no habéis aprovechado lo que se os regaló y confiasteis en alguien que ni siquiera su propio nombre os reveló.”

    Y así salieron del paraíso, y la serpiente con ellos.

    Cuando llegaron a su destino, ahí la serpiente les reveló:

    “Adán, voy a darte un hijo. Quisiera quedarme a tu lado, porque lo que siento por ti, es amor auténtico y real, pero se que no puede ser y sólo más desgracias traería. Así que cuando te entregue a tu hijo, no me volverás a ver con esta forma, pues esa parte morirá y con ella lo mejor que tengo. Eva, te pido que acojas a mi hijo como si tuyo fuera".

    Y la serpiente no tuvo un hijo, sino dos: Caín y Abel, que crecieron al cuidado de Eva cuando a ésta se los entregó y su forma humana se desvaneció.

    Y estos dos hijos tuvieron las cualidades más significativas de sus padres. Por eso, la mentira habita en el alma humana, transmitida por los genes de aquella serpiente extraña, y el hombre es tal como es, amalgama de cosas buenas y malas.

    Pero de todo esto, nada se reveló, y con Eva y Adán, la verdad murió. Pero en el aire, los restos de esta historia quedó, para que algún pájaro chismoso se jactara ante una concurrencia asombrada.
     
    #1
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  2. rumpelstiltskin

    rumpelstiltskin Poeta recién llegado

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    Me gusta tu manejo de poesía narrativa, narrando una historia con verso rima, prosa al mismo tiempo poesía. Eres un maestro de tus propias letras que le das énfasis a tu imaginación.
     
    #2

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