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“La (im)posibilidad de la lengua en la poesía de José Hierro y Ángel González”

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Maia, 16 de Diciembre de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 703

  1. Maia

    Maia Poeta recién llegado

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    Muero de un pensamiento mudo como una herida...
    ¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
    de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,
    devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
    (“Lo inefable”. Delmira Agustini)


    En el presente trabajo se analizará lo que hemos denominado la “(im)posibilidad de la lengua” en poemas de José Hierro[1] y Ángel González[2] ya que en ambos existe esta necesidad de nombrar (por su nombre) las cosas del mundo. Esta capacidad de calificar o, como el título lo indica, la imposibilidad de hacerlo, marcan en los fragmentos elegidos una diferencia explícita entre ambos autores. Así, en la poesía de José Hierro notamos la dificultad en la descripción de las cosas, calificación que el mismo yo lírico explicita en el texto. En contraposición a esto, encontramos un yo seguro de su propia capacidad enumerativa y/o descriptiva en los fragmentos analizados de los poemas de Ángel González.

    LA DESIGNACIÓN DEL NOMBRE

    (…) He llamado a las cosas por su nombre, aunque el nombre rompa el hechizo. (…) En el fragmento anterior podemos observar una imposibilidad que posee el yo en la poesía de Hierro para nombrar las cosas sin “romper el hechizo”, este impedimento está basado en la lengua del yo poético, una lengua imposible pero que intenta más allá del fracaso, una lengua que acepta su propia imposibilidad, su propia dificultad en el decir. “(…) Decirlo es difícil, como si alguien me mostrara, una ramita flexible y me dijese: ‘He aquí la primavera’. (Decidme qué son las palabras, cómo se aprisionan sus matices) (…)” Es así que la imposibilidad está dada a través la lengua elegida por el yo, por los “matices” que no puede (como el mismo texto expone) aprisionar, esta desvirtuación de los nombres genera en el yo, por ejemplo, la dificultad que posee de nombrar la primavera. Esta obstaculización del decir se contrapone con la posibilidad de nombrar y describir las cosas del mundo que posee el yo en la poesía de González, en este caso, el yo enumera y describe lo que vio. Así, la lengua elegida es capaz de decir, capaz de nombrar. “Hoy voy a describir el campo de batalla tal como yo lo vi. (…)” Aquí, el yo se anuncia como capaz de nombrar las cosas del mundo tal cual son, en otras palabras, este yo puede llamar las cosas por su nombre sin “romper el hechizo”. El yo lírico ve y dice, verbaliza, pasa de un lenguaje a otro, de la vista a la escritura.

    LA INTRANQUILIDAD DEL YO[3]
    El yo expresado en los poemas de Hierro, frente a la imposibilidad de su lengua poética, busca insistentemente una salida, una posibilidad de enunciación y, para lograrlo, se estanca en si mismo, en su propia lengua, e insiste en su propia imposibilidad. “(…) cómo podría yo no seguir repitiendo y repitiendo lo irrepetible…” El yo busca “repetir lo irrepetible”, insistir sobre lo que no se puede insistir, intentar nombrar lo innombrable, lo que la lengua (y sus matices) no deja decir. Es así que cae en un feedback positivo[4], nombra lo innombrable, y al no poder hacerlo (por la imposibilidad de la propia lengua) lo intenta una y otra vez topándose siempre con la misma imposibilidad, es a partir de esto donde el acto de decir y, por consiguiente, el poema mismo queda encerrado en un círculo cerrado de repetir lo irrepetible. En la poesía de González, en cambio, se ve una tranquilidad basada en la estabilidad, en el conocimiento del poder-decir, es decir, en la estabilidad de su propia enunciación, no hay que insistir ni repetir, ya que el propio lenguaje da forma a las cosas. Así, el yo domina la lengua y sus matices, permitiéndose, luego de crear mediante la descripción, permanecer estable en relación a lo ya nombrado. “Mientras yo presienta que eres y te llamas así, con ese nombre tuyo tan pequeño, seguiré como ahora, amada mía, (…)” Mientras el yo pueda nombrar con el nombre de la “amada”, seguirá “como ahora”, no insistirá en los matices de la lengua porque lo innombrable no existe, y no necesitará repetir porque lo irrepetible no existe.

    LA FUERZA GENERATIVA
    Como se expuso anteriormente, el yo lírico en la poesía de José Hierro tiende a la repetición de su misma imposibilidad de enunciación enumerativa[5], pero, si bien esto genera un problema, debemos tener en cuenta que es ésta repetición la que funciona como fuerza generativa del poema. “(…) Cantar que es un nombrar escondido de cosas que tienen patria en mi corazón. Un rítmico nombrar secretos de muerte que a mí me mantienen vivo.” Así, ante la imposibilidad de nombrar las cosas del mundo sin romper el hechizo, el yo se esconde, nombra secretos, nombra la muerte, pero es este nombrar escondido lo que hace surgir el poema, en otras palabras, lo que le da vida a la lengua es su misma imposibilidad de nombrar. En el otro extremo podemos observar cómo se da la fuerza generativa en los poemas de González. Esta nace, justamente, del poder nombrar. En base a este poder se genera la diferenciación con un otro-no poeta, es decir que la energía creadora del texto se encuentra en la diferencia que genera el no-poder/ poder que da el conocimiento de la lengua “Nadie escuchó la voz del capitán porque tampoco el capitán hablaba. Nadie enterró a los muertos. Nadie dijo: ‘dale a mi novia esto si la encuentras un día’. (…) Algunos se murieron, como dije (…)” Así, la diferencia está en que el capitán no dice pero el poeta sí; esto sucede debido a que es el yo el que posee la capacidad de la lengua. Nadie enterró a los muertos porque el capitán no lo dijo, nadie dijo palabras dedicadas “a la novia”, nadie posee la capacidad de decir, sólo el yo poético: “Algunos murieron, como dije”. La fuerza generativa en la poesía de Ángel González está dada por la diferencia en la capacidad de poder, capacidad generada a través del saber usar la lengua, es decir, por la capacidad de saber decir, de nombrar el mundo.

    A MODO DE CONCLUSIÓN: EL PODER/ NO-PODER Y LA GENERACIÓN
    A partir del análisis realizado, podemos decir que en la poesía de Ángel González, el poema surge debido a que el yo poético posee la capacidad y el conocimiento de la lengua elegida, lo que le permite describir el mundo a su alrededor. En cambio, en la poesía de José Hierro encontramos un yo lírico incapaz de nombrar el mundo que lo rodea, limitación que lo lleva a la repetición incansable de lo irrepetible, al intento de nombrar lo que, por los matices de la lengua elegida por el mismo yo, es, desde un principio, innombrable. Así, la escritura en los poemas de este autor está basada en el no-poder, el yo nombra justamente porque no puede nombrar, porque los matices de su lengua no se lo permiten, porque el mundo que lo rodea es innombrable. Entonces, a modo de síntesis, la diferencia entre ambos autores radica en el poder/ no-poder, en la capacidad de nombrar las cosas del mundo con su propio nombre. Pero, si bien esto genera una diferencia explícita en la poética de los autores, ambas se generan en su propia situación de poder en la enunciación. Como ya se dijo, en el poder/ no-poder ambas logran crearse y resistir.

    BIBLIOGRAFÍA - Agustini, D. (1910) “Lo inefable” en Cantos de la Mañana. O. M. Bertani - Editor. Montevideo. - Ferrari, M. (2001) La Coartada Metapoética. José Hierro, Ángel González. Guillermo Carnero. Editorial Martin. Mar del Plata, Argentina. - González, A (1982) Antología poética. Madrid. El libro de Bolsillo. Alianza Editorial. - Hierro, J. (1980) Antología. Madrid. Visor libros. (1993) -Izquierdo, L. (1982) “Introducción” en Antología Poética. Ángel González. Alianza editorial. Madrid - Scarano, L (1996) Marcar la piel del agua. La autorreferencia en la poesía española contemporánea. Rosario. Beatriz Viterbo.
    [HR][/HR] [1] “3” (Pág. 135), “4- Interior” (Pág. 210) y “Final” en 6 – Episodio de primavera (Pág. 218)

    [2] Mientras tú existas (Pág. 34) y El campo de batalla (Pág. 48)

    [3] Siempre refiriéndonos al yo lírico enunciado en el texto.

    [4] Retroalimentación o feedback positivo, categoría fisiológica que explica el procedimiento por el cual un elemento X produce un elemento Y, a su vez, este último es el encargado de producir elemento X, de esta manera se genera un ciclo interminable de creación recíproca.

    [5] Enumeración en tanto conjunto de sustantivos y adjetivos necesarios en una descripción.
     
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    Última modificación: 16 de Diciembre de 2012

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