La invasiÓn (cuentito muy corto)

LA INVASIÓN

Cuando llegaron los "alienigenas" el señor Buster se encontraba de reunión con los sindicalistas.
Eran pocos hombres los que discutían en el salón que se utilizaba ad-hoc para esa cuestión.
No era la dependencia que utilizaba para sus sesiones habituales el directorio de la empresa.
Se disputaba con fervor el precio por el levantamiento de una huelga y los sindicalistas estaban presionando fuertemente a los empresarios.
La coima se peleaba.
Hubo una sorpresa generalizada con la llegada de los pequeños hombrecillos verdes.
Estos se sentaron con naturalidad sobre la mesa y observaron detenidamente a los hombres reunidos que miraron con sobresalto a los pequeños duendes y con estupor.
Los extraños hombrecitos verdes no emitían sonidos, pero adoptaban poses irónicas y de claro reproche.

El señor Sanchez estaba con su sobrina, menor de edad, en el "bulin" de La Recoleta en una velada muy reservada cuando aparecieron los duendes verdes.
Estos se sentaron alrededor de la cama y con gestos harto elocuentes repudiaban al hombre.
Estos eran meros ejemplos; los hombrecitos verdes se hicieron algo demasiado normal.
Los "marcianitos" comenzaron a aparecer en muy distintas situaciones y al par que se tuvo conciencia que no representaban un peligro ni actual ni inminente, cada vez mas producían un extraño nerviosismo en la gente, una obvia molestia y una ansiedad en aumento porque podían aparecer en cualquier momento y en cualquier circunstancia.
No se sabia de donde habían venido pero las apariciones se hicieron cada vez mas numerosas y la gente, el mundo, se sintió vigilado y controlado.
Se supone que eran verdes porque el estereotipo de seres alienigenas, en la imaginaria popular era la de pequeños homínidos verdes.
Y se estima que han aparecido de esa forma por la proyección de nuestra conciencia
y de nuestra subconsciencia, también.
Durante las actividades y encuentros de la gente por las cuestiones mas disimiles aparecían los "marcianitos".
Asuntos de negocios, sociales, sexuales, y de cualquier tipo eran objeto de las molestas visitas.
Y lo mas alarmante era que no se podia acabar con sus atrevidas, desubicadas y molestas presencias.
Era evidente que las culpas como raza eran grandes, porque jamás hubo un reproche tan severo a la conciencia colectiva.
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