La laguna

De niño los catarros iban y venían como los vahos de la laguna que dormía en frente de mi casa. Me acostumbre a que sus cambios de ánimo enmarcaran mis días.
Cuando llovía sus aguas nos devolvían miles de besos si aguantábamos a su lado.
Con el frio se ocultaba tras una coraza de hielo que tratábamos de romper para sentir su aliento. Sabíamos que estaba dentro y presumíamos de cada agujero.
En primavera era un laboratorio acuático de vida que se renueva: En la superficie nenúfares, renacuajos en el fondo. Todo al alcance de la mano.
En las noches de verano era fácil acertar con ella -aun con los ojos cerrados- bastaba seguir el croar de las ranas y el sonido de los grillos, cercando sus orillas.
Conocí el miedo en historias que hablaban de espíritus inmundos que dormían en sus aguas y venían a buscar, para llevarse con ellos, a los niños que no comían.
Recuerdo un año de sequia en el que el sol se bebió todas sus aguas. En su estomago los niños encontramos de todo: Brazos de muñecas, una caja de bombones sin ellos, un libro de cuentos con dibujos de barro, una rueda de bicicleta, una silla con tres patas, un cazo oxidado, una lata de conservas vacía, hasta el esqueleto de un gato muerto. Retos de muerte que nos interpelaban a los vivos.

Los que dicen pensar en los demás, “hombres públicos” se llaman, decidieron abortarla con hormigón sobre el que asentaron casas y ruidos de coches. Yo no fui testigo, pues hacia un tiempo que había abandonado el pueblo tras los estudios, intentando hacer carrera para ser “alguien de provecho”, como decía mi abuela.

Han pasado los años y yo me he hecho mayor: Vista cansada, pelo canoso y más lento en los procesos. Vivo rodeado de libros, mientras conservo en mi interior las raíces del niño que fui. A veces paseo entre las casas asentadas sobre la antigua laguna, cual si fueran lapidas de una tumba, me detengo en cualquier grieta y golpeo el suelo, tratando de obrar un agujero como hacíamos de niños sobre la superficie del hielo. Intento hacerlo cuando estoy solo y con nadie lo he comentado, pues no quiero que piensen que ya no estoy cuerdo.

 

... pasos sobre los recuerdos... sensibles y agradables letras. Excelente prosa Lorenzo, me encantó, muchas gracias

Un fuerte abrazo

 

Gracias Rosaela por tus letras de animo. Un abrazo, Lorenzo.