La libreta gris

Todo estaba dibujado en la pequeña libreta gris que llevaba en el bolsillo del pantalón. La de la semana pasada era roja; la semana que viene la pediría amarilla, pero la que más le gustaba era la azul. Azul como el cielo que miraba a través de la ventana cuando no podía salir, como el mar, que nunca había visto, como el vestido que su madre se ponía los domingos cuando iban a misa cogidos de la mano, ambos contentos y orgullosos - qué guapo su niño, señora Lola, da gusto verlos a los dos- y su madre mirándolo embelesada, satisfecha de tener un hijo tan bueno, tan formal. Antes de ir a casa, la visita al kiosco de Sebastián a comprar un regaliz, el premio que recibía cada semana – no puede ser más, Juanito, ya me gustaría - y Juanito sonriendo agradecido.

Y un lunes temprano, su madre marchó a la ciudad en el coche de línea, sola, le dio un beso, “pórtate bien Juanito, que ahora pasa la Aurora a ponerte el desayuno”. Fue al médico. Hacía tiempo que apenas comía, le dolía un costado y de vez en cuando se mareaba. En el hospital, le hicieron una radiografía y el doctor, serio, compasivo, le habló de “esa” enfermedad y de su tratamiento, de sus síntomas, sin que Lola se reconociera en ellos, como si eso le estuviera pasando a otra persona, como si ese cuerpo enfermo del que hablaba el médico, no fuera el suyo. “Y mi Juanito, ¿qué va a ser de mi niño?”. A la noche volvió a casa, cansada, triste, pasó a buscar al pequeño a casa de la vecina y lo abrazó con fuerza, temblando… Juanito la miró con extrañeza, como intentando encontrar la alegría en esos ojos tristes que le acariciaban.

Después de aquel día, visitas al doctor cada vez más frecuentes, y medicinas que no siempre podía comprar, menos mal que a veces, las pagaba su tío, el hermano de Lola, siempre a su lado, siempre protegiéndola, cuidándola, como un ángel bueno y generoso. Pero los ángeles no curan, que más quisieran, solo pueden acompañar y estar ahí, cerquita, y cogerle la mano, y limpiarle el sudor cuando el dolor era insoportable y mordía la almohada para no gritar, para que el niño no la oyera quejarse, y lloraba en silencio, la mirada cada vez más apagada y su cuerpo cada vez más débil, más cansado…

Una tarde gris de primavera, su tío fue a buscarlo a casa de la vecina, le dijo que su mamá quería verlo, que se diera prisa. Salió corriendo calle adelante, con el corazón latiendo con furia, desbocado, pasó tropezando con puertas, con muebles, y llegó hasta su madre y se sentó a su lado, serio, formal, tan hombrecito, tan triste, y Lola le hizo un gesto y él se tumbó junto a ella, cerquita de ese cuerpo tan menguado, tan frágil como el de una niña y la besó llorando, presintiendo que su mamá se iba . “Te quiero, Juanito, no lo olvides nunca, sé siempre bueno, como yo te he enseñado y obedece a tu tío, y ayúdalo en lo que puedas… y no llores, mi amor, que eres un hombre, y tan guapo y tan noble… anda, dame un abrazo y salte fuera, llama a tu tío, mi niño, mi vida…”.

Y allí se acabó todo: las cosquillas a la hora de la siesta, la risa incontrolada, los domingos de misa y regaliz, los cuentos en la cama, la inocencia…

Y allí comenzó todo: su rabia, su tristeza, su mutismo, su soledad, su miedo… La pena de su tío que no volvió a escuchar su voz.

Esta tarde salió a dar un paseo por el parque…”Toca el cuaderno gris”, y metió la libreta en el bolsillo, se sentó en un banco, y dibujó esa vida soñada en el cuaderno: pintó un cielo hermoso, un sol espléndido y una figura femenina bella, sonriente, con un niño cogido de la mano, ella con un vestido azul, él, mirando a lo lejos el mar que nunca vieron.

 

Es común, o parece al menos, esos tipos de enfermedades incurables. Uno ya ni sabe cuando le toca. Yo sé que todas las familias no son iguales, en este caso, la madre y el nene, solamente. Se de esas familias pequeñas, que todo se torna complicado. Es un buen relato Esther, y supongo pones énfasis en la tristeza de un pequeño al perder lo que más necesita, una madre. Y claro como para no elegir el color gris, si es eso lo que representa tan triste hecho.
Saludos y sigue adelante.
Por más relatos y poemas.
Un beso.
Enzo.

 

Gracias Enzo, es terrible la enfermedad, la muerte , más para un niño que no entiende por qué su mamá ya no está, esto está ocurriendo todos los días desgraciadamente. Un beso y gracias por ser tan obediente y por hacerme tanto caso jajaja

 

Un triste relato bien escrito, Esther. Me ha gustado mucho. Un fuerte abrazo.

 

Maravilla perfecta de precioso arte sublime.

 

Sobrecogedor relato, saludos desde Tarragona.

 

Visto y contado desde la ternura, tristeza y mirada de un niño, pero manteniendo la perspectiva de un narrador que, y este es el caso, se maneja en narrativa como pez en el agua, je je.
Es triste el relato; como tantos y tantos de los episodios que nos encontramos en la vida.
Un abrazote, Esther, y un "me gusta" a pesar de la tristeza.

 

Hola Alberto, gracias por visitarme, eres muy amable y muy generoso conmigo. Un abrazo

 

Gracias Jorge, eres muy amable conmigo. Un abrazo

 

Hola Alonso, es muy triste, pero es la vida misma, a ver si consigo hacer algo más alegre jajaja. Un abrazo y gracias como siempre por tu generosidad.

 

Hola Ramon, si que es una historia triste, pero es una historia, desgraciadamente, muchas veces repetida. Un beso y gracias por leerme y comentar

 

Ay que triste situación para es niño perder a su madre que tanto ama. Tu relato es muy bueno y me tuvo interesada todo el tiempo hasta el final. Gracias por compartirlo. Escribes muy bien. Te felicito. Saludos cordiales.

 

Gracias Lourdes, tu siempre amable y generosa conmigo, me alegra que te haya gustado a pesar de la dureza del tema, un beso.

 

Dejas plasmada en tu prosa, las vivencias y frustraciones de un niño, al cual se le hace difícil comprender la dura realidad ante sus ojos. No acepta la ausencia. Un trabajo realizado con mucho realismo bañado en tristeza. Me encantó mucho la lectura. Un placer dejar mi firma. Saludos.

 

Gracias, Joblam, eres muy generoso conmigo, me alegra que te guste. Un abrazo

 

Hermosura magnífica de preciosas letras soberbias.

 

Gracias Jorge, siempre amable y generoso, un abrazo

 

En cierto modo, el niño realiza sus sueños escribiendo en el cuaderno azul.

Gracias por compartir este entrañable relato.

 

Un bello relato lleno de ternura infinita y tristeza que ahoga. Lo que relatas no es cosa facil, la muerte de una madre a los ojos de un ninho, y lo haces de manera impecable. Me ha gustado la manera de enlazar principio y final con el simbolo de las libretas, un detalle original y poético. Un saludo cordial

 

¡¡Eres muy buena en prosa Esther!!. Cuando empiezas a leer el relato ya no puedes dejarlo.La curiosidad te vence en cada linea y el tono realista y cálido a la vez de esa historia de pérdida y soledad infantil hacen que sea un disfrute a pesar de la tristeza de la trama.
Tengo poco tiempo para comentar pero he de agradecerte tu escritura transparente, me facilita mucho la labor y disfruto.
Abrazos hasta tu Meseta y Buen Día