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La Luz del Coronel en mula

Tema en 'Prosa: Sociopolíticos' comenzado por DarioIGG, 24 de Enero de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 729

  1. DarioIGG

    DarioIGG Poeta recién llegado

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    24 de Enero de 2015
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    Hombre
    La Luz del Coronel en Mula

    Cuando el coronel Jesús escuchó a lo lejos el balazo a traición con el que fue muerto Zapata, vaticinó desde ese momento, que sin Zapata, se había quedado sin revolución. No fue el único, uno a uno, los caudillos del sur fueron poco a poco viéndose desanimados, volviendo a la vereda de caña por donde llegaron. Se cansaron casi todos, hastiados de sangre y metralla, de la perpetua escaramuza ahora decapitada por la miseria. De la Tierra y Libertad, sólo quedaron los ecos, pues los recuerdos los borró la sequía.

    El coronel Jesús, al igual que los demás efectivos, quedaron tendidos en el campo, desarmados, algunos moribundos, con el alma entristecida, fatigados, con la muerte alrededor, una muerte incrédula de verles vivos. El coronel, traía en su memoria el que alguna vez fue, al antiguo niño nómada de una ciudad desbaratada, al niño usurpado de su infancia por el hambre y la leva, y ahora, se miraba en un río casi seco, con su reflejo casi roído por el cansancio en el que se dibujaba la figura de un hombre adolorido, pero sin lágrimas, sin remordimiento, ni culpa, nada de lo que no fuera a arrepentirse el resto de su vida. Jesús, abandonó el ejército Federal y se unió al zapatismo, cuando le obligaron fusilar a Librado, su compañero de regimiento que había contraído rabia. Librado era un niño, que al igual que él, provenía de las severas calles de la ciudad y había sido levantado a la fuerza de su pueril andar para llevarlo a la guerra que nadie quería pelear. Quizá este sería el único amigo que habría de tener en toda su vida. Sin Librado, a Jesús ya no le quedaba ningún sentimiento vivo, ni sentido común para permanecer en el bando de los caquis. A veces, cuando la oscuridad llegaba a ser tan densa como para nublar su mirada, que era ya de plena nostalgia, Jesús se lamentaba de no haber enfermado también.

    Poco le quedaba al coronel de ilusión y mucho menos fuerza para seguir creyendo en ella, no espero nunca la llegada de un golpe de suerte, pues la suerte estaba destinada para los ricos, los amolados tenían audacia, decía él. No pasaría mucho tiempo de asolación, pues fue poco después de la muerte de Zapata, cuando vendría un hombre de la ciudad por parte de la Mexican Light and Power, alguien venido de la ciudad, misma ciudad de donde Jesús había sido robado. Una ciudad donde el dolor también había pasado con sus regimientos. El hombre venía intercambiando revoluciones, un cambalache de Mausser por mulas, balas por ideas electrificadas. ¿Cuánto por el fusil mi coronel? Preguntó el comisionado de la Mexican Light and Power. Mi cuete no lo vendo. Respondió el coronel Jesús. A qué chaparrito tan avalentado, dijo riéndose el hombre mientras se quitaba el sombrero. ¿Y a ti qué te trajo por acá? Le cuestionó el coronel Jesús amenazándolo. Pos a mi nomás me mandaron de la Mexican y vengo a hacerles un ofertón, a ti y a toda tu tropa. Exclamó el hombre de la Mexican Light and Power. Ni que me dieras un millón, le dijo el coronel. Tu cuete no vale más de tres pesos, aunque si dispara, le pondría un centavo más, reclamó el hombre de vestir. Y si la bala te la pongo en la calavera, ¿cuánto me das? Preguntó el coronel Jesús clavando su mirada en los ojos del contratista de la Mexican. Muertos no valemos nada, ni tú ni yo, ni toda la revolución junta, dijo el contratista mientras sacaba de su camisa bien planchada, una hoja que tenía la tinta todavía fresca. A estas alturas, vale más la muerte que todas las arcas del país, prorrumpió el coronel a punto de encolerizar. Veo que no te interesa llevar los pantalones llenos de plata, y es bueno saberlo, porque no cuento ni con un centavo mi coronel, lo único que traigo es esto, y le mostró el papel que sacó de su camisa. ¿Sabes leer? Preguntó el contratista. No mucho, respondió Jesús mientras descifraba el pliego doblado. Pués yo tampoco sé leer muy bien, pero estoy seguro de lo que dice esta hoja y te juro que es un ofertón. Le dijo el hombre a los ojos del coronel. Jesús, sabía muy bien, que quien decía algo a los ojos, sin desviar un momento la mirada, estaba hablando derecho. La Mexican está cambiando cuetes por mulas, continúo el contratista. ¿Por mulas? Preguntó Jesús sorprendido. Así es mi coronel, respondió el contratista. ¿Y para qué son las mulas? preguntó el coronel Jesús ahora menos exaltado. Para poner postes, firmes columnas que nos alumbren la noche coronel, le dijo el hombre de la Mexican nuevamente a los ojos. ¿Y dónde está eso que dices? ¿Dónde es eso de la Mexican? le cuestionó el Coronel Jesús. En la ciudad, le contestó el hombre de bien vestir. Y cuando escuchó esto, al coronel Jesús se le consternó la mirada, sintió que su cuerpo se desvanecía en aquella llanura repleta de sangre en la que muchas veces pudo haber caído, sintió el sudor bajándole por la sien y pensó que aquél sudor era tal vez la muerte alejándose, despidiéndose lentamente de él y le paso por la mente todo lo que había sucedido antes de haber sido levantado por la leva, las súbitas muertes de sus padres en su natal Banderilla, aquél pequeño Jesús abordando el tren a la ciudad, lo frío del asfalto después de una lluvia torrencial, de cuando llegó al amasijo hambriento, pero su recuerdo más fuerte y también más claro, fue aquél cuando se vio secuestrado por la leva, y fue el instante el que lo atormentaba, porque el obligarle ir a la revuelta por el bando federal le hizo tener para siempre una mirada desconsolada. Ahora él estaba del lado de la revolución más justa, la del caudillo del Sur y el zapatismo con su repartición agraria otorgada al que la labora, y si aquello habría de contarse en la posteridad con heroísmo, el coronel Jesús sabía muy bien que todo le había acontecido casi por accidente, Jesús no había elegido ir a la Revolución, tampoco eligió ir por el bando federal y después desertar de él para matarlos, ni cargar su Mausser con distinción de Coronel, estaba consciente que sus circunstancias le obligaban a exceptuar su albedrio, ya no le quedaba vida más cruenta por delante, pues lo peor y lo más lacerante, con poco más de veinte años, ya lo había vivido, pensó que podía ir a la ciudad a reencontrarse con otra vez con la nostalgia, pero ya no le importaba, al igual que todo el país, estaba cansado de la guerra. ¿Cómo dices que es eso de las mulas? Preguntó el Coronel Jesús al hombre de la Mexican. Son mulas de carga mi coronel, uno a dos postes por mula, una pala y colocarlos por los alrededores de la ciudad, y después ir de pueblo en pueblo llevando la luz del día aún si es de noche. Y aquél día, Jesús dejó de ser coronel, se fue con la Mexican, no dejó la revolución, sino que la revolución se fue consigo, le gustaba pensar, muchos años después, que la luz, ese pensamiento ilustre al que llamamos revolución, él la llevaba encima de una mula de carga.
     
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