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La madeja

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por JoelCubas, 16 de Noviembre de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 342

  1. JoelCubas

    JoelCubas Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    14 de Septiembre de 2013
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    Ya no aguantaba mas, la situación era demasiado abrumadora para su conciencia. Pero no estaba segura, no sabía que hacer ni como actuar; por un lado, creía necesario tomar medidas al respecto, por otro, no tenía pruebas para acusar a su marido. Estaba convencida, no tenía ningún tipo de dudas pero aún así, la mujer decidió esperar.
    Cada dos por tres discutía con los vecinos. Nadie entendía que le pasaba, ni porque se ponía siempre a la defensiva. Ella aseguraba que los vecinos hablaban a su espalda, que la miraban mal, que era tema de conversación en todo el barrio; pero nada era así. Salía a la calle como intentando esconderse, parecía sentir vergüenza de algo, humillación. Esto desencadenó en una rutina, los vecinos se acostumbraron al echo de verla como una loca escondiéndose de ellos. Pero en realidad, la mujer no tenía ningún problema, no era loca, no era nada. Realmente, ella sentía vergüenza porque estaba completamente convencida de algo: su marido la engañaba.
    Julio, era un hombre completo: trabajaba, lavaba, cocinaba, planchaba, limpiaba, etcétera. La mujer era envidiada por muchas otras, porque además, el amor que Julio sentía por ella era tal, que todos sabían él era incapaz de serle infiel a su esposa. Pero ella se enroscaba en la situación, había algo que no le cerraba y cada día se convencía mas de que su esposo la traicionaba.
    Julio le contaba todo, no había que no le dijera. Llegaba de trabajar, cuando sentándose junto a la mujer para ponerse al tanto de los vaivenes del día y tomar un café. Ella jamás le comentó nada acerca de su duda, o mejor, su certeza. Esperaba el momento justo para poder tener las pruebas necesarias. A pesar de todo, la mujer sabía que ser tan desconfiada le llevaría a tener grandes problemas en su vida, pero creía ella, este no era el caso, ya que estaba segura.
    Comentaba esto con su mejor amiga, y con su madre, y ambas (que la conocían muy bien) le aconsejaban dejar el problema a un lado, y disfrutar mas de su marido, era una mujer joven. Pero ella no quería, sino que preferiría saber en que estaba metido su esposo. Lo curioso, es que la supuesta infidelidad de Julio, había tomado para dentro de unas pocas semanas una gran popularidad en el barrio, y se había vuelto casi un misterio, puesto que todos querían saber si realmente el hombre mas codiciado para las mujeres de Villa Rousseau, había sido infiel. Todos estaban al tanto de esto, claro, todos menos Julio.
    Finalmente la prueba que la mujer necesitaba llegó: vio a lo lejos, un abrazo entre su marido y una señora que aparentaba su misma edad. La mujer explotó, sintió ganas de gritar e ir a lidiar con Julio, pero no, su instinto la mandó de regreso a su casa. Se sentó en el sofá y espero. Una, dos, tres, cuatro, cinco horas, el marido no llegaba. Había olvidado por completo que los jueves, él se reúne con sus amigos a jugar al fútbol; esto sería un gran problema, visto que la mujer asoció la tardanza de su hombre, con el encuentro entre Julio y la amante, y esto la enfureció aún mas.
    Hasta que en un momento, entre el dormitar de la mujer, se escucha el crujido oxidado de la puerta de la sala principal. Eso bastó para que la mujer oscilara todo su despecho y cargara todo su arsenal de palabras en la punta de su lengua. Se oían entre el retumbar del silencio, los pasos alargados del marido que parecía venir con ganas de contarle algo a su amada. Cuando apareció en su vista, la demente invasión de agresiones y reproches atacó a Julio. Fueron unos quince minutos, la mujer no se calló ni una palabra, su marido la escuchaba. Cuando terminó, sintió miedo al mirar los ojos tranquilos de Julio. Se encontraban mirando la nada, y entre lágrimas empapadas en tristeza contestó:
    _La mujer con la que me viste abrazarme, era mi hermana. Vino de España exclusivamente por nosotros_
    _¡No me mientas mas! ¿Por nosotros decís? Que motivo tendría esa “hermana” tuya para venir a verme a mi, no seas hipócrita_ Enfurecía la mujer.
    _Tiene un motivo..._ Respondía triste su marido.
    Y entre palabras de odio y tristeza, Julio mete su mano al bolsillo y saca una caja muy chica que le da a la mujer. Se limpia las lágrimas, da media vuelta y se va. Entre furia, la mujer abre la caja y a oscuras ve un anillo de casamiento: se larga a llorar. Desde entonces, jamás se volvieron a ver...
     
    #1

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