La Mar.

Y aquí, en este faro
en el que contemplo embobado,
casi sin quererlo, esta mar furiosa que rompe sus olas contra estas rocas
que ejercen de pilares sobre los que me sostengo.

Será por eso que justo entonces te pienso,
porque no hay mayor símil para ti que La Mar.

Y como un marinero a la deriva
navego por tus enfurecidos ojos azules.
Mientras tus olas, golpean mi austera barca
que zozobra al compás de tus embestidas.

Y es entonces cuando recurres a esas sirenas que ocultas, y que cantan a tu son
para conseguir aquello que te propones:
arrastrarme hasta ti, hasta dentro de ti.
Tan adentro que es imposible encontrar la salida -porque no quieres salir-.

Me darás viento y oleaje propicio para recorrerte entera.
Me harás navegar mas rápido de lo que que vuelan las gaviotas,
de lo que nadan los peces.

Me harás llegar a mil puertos solo
para hacerme descubrir que lo que amo es la mar,
-que lo que amo eres tú, lo que amo eres tú-.
Me darás los más felices amaneceres,
y los atardeceres más melancólicos.
Me regalarás las noches más mágicas.

Y todo para llegar a tu "finis-mundi",
donde precipitarse al vacío es inevitable.
Pues tú me ofreciste las alas que me llevaban hasta aquí
-alas que, ignorante de mi, tomé-.


Y, mientras caigo
me pregunto si habría cambiado cada paso que tomé -o me hiciste tomar- hasta llegar a esta caída.

Y la respuesta es clara, cristalina
-como tus aguas-.


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