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La masacre por los plátanos.

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por wilson yupanqui, 10 de Noviembre de 2022. Respuestas: 6 | Visitas: 500

  1. wilson yupanqui

    wilson yupanqui Poeta asiduo al portal

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    La masacre por los plátanos.


    Una de las anécdotas más duras y crueles que experimenté durante mi servicio militar en la compañía de Policía Militar N° 8 de la 8 va División de Infantería acantonada en Lobitos, promoción Julio 90, fué la masacre por los plátanos. Habíamos ascendido a sargentos tres de mi promoción, junto a otros cabos antiguos, ubicándonos en los tres primeros lugares de los dieciséis cupos para sargentos . El servicio diario en la casa del general ubicada frente al mar de Lobitos, desde ese momento hacia adelante nos correspondía ya como sargentos de guardia.

    Se dispuso el día sábado para empezar el servicio con nosostros los sargentos recién ascendidos cómo jefes de guardia, primer turno Sargento Cruz Gil, segundo turno Sargento Yupanqui Alvarado, tercer turno Sargento Lumbre Neciosup, contábamos con el apoyo de cabos y soldados quienes conformaban el grueso del grupo que prestaría servicio en la casa del general, el Sub Oficial Maroni se encontraba de rueda chica todo el fin de semana , siendo el responsable de la funcionalidad de la compañía.

    Después de pasar rancho, nos encaminamos hacia la casa del general para efectuar el relevo correspondiente, con el Sgto saliente verificábamos el correcto relevo entre los soldados en sus locaciones y por último, nos relevamos los sargentos con las novedades del servicio, Cruz Gil me manifestó que el general y su familia no se encontraban y que en el jardín de la casa habían dos plantas de plátanos cuyos frutos pendían en gruesos y apetecibles racimos, dos en total, con los cuales deberíamos de tener sumo cuidado ya que eran los engreídos del alto oficial. La guardia saliente se despidió con el saludo correspondiente y continuamos el servicio con la férrea disciplina y responsabilidad que nos caracterizaba, era mi primera guardia como sargento.

    Pasada la tarde, seis en punto, se hizo presente la guardia entrante liderado por el sargento Lumbre Neciosup, procedimos al relevo de rutina puesto por puesto, detallé los pormenores del servicio e hice incapié en qué debería de tener sumo cuidado con los plátanos que pendían de las plantas en el jardín interior, era habitual el hambre entre los soldados así que no era de extrañar que alguien pudiera o tratara de tomar alguno de los frutos que nos estaban prohibidos.

    El relevo se efectuó con normalidad, sin novedad alguna, nos retiramos a la compañía para cenar y descansar esperando la hora de la lista de retreta dónde se dispondría del servicio nocturno a cargo de la guardia del sargento Cruz Gil. Pasada la lista de retreta y efectuado el relevo de turno, llega a la cuadra el sargento Lumbre buscándome algo preocupado...

    _ promito, promito...

    _ Que tal, que pasa Lumbre.

    _ Te has relevado con plátanos?

    _ Claro promoción, dos plantas con sus respectivas cabezas de plátanos y te dije que tuvieras cuidado en tus rondas de servicio.

    _ No están los plátanos y ya pregunté a la tropa y nadie sabe nada.

    _ Promito, da parte al Sub Oficial.

    _ Ni modo promo, caballero, moral nada más.

    Lumbre se encaminó hacia la sala donde el Sub Oficial Maroni se encontraba descansando plácidamente viendo una película en el viejo televisor, entró dubitativo y cuadrándose militarmente con porte, elegancia y enérgica voz, se dirigió al Sub Oficial :

    _ Permiso si mi Sub Oficial, parte del servicio casa del general, servicio con novedad.

    _¿Que cosa has dicho perro?

    Incorporándose rápidamente, como impulsado por un resorte.

    _ Dos cabezas de plátanos han desaparecido de la casa del general, estaban pendiendo de las plantas en el jardín interior y al efectuar el relevo con la guardia entrante nos percatamos de que yá no estaban . El S. O. encolerizado por lo sucedido, con un soberbio golpe de puño en el rostro de Lumbre, lo derribó al piso vociferando:

    _ Si mañana no aparecen esos plátanos te desertas tú y tu guardia completa , ya sabes carajo, luego se dirigió a la cuadra en busca del Sgto semana para salir con la ronda y así averiguar sobre dicha novedad.

    Todos los domingos, en la plaza principal de Lobitos, era costumbre efectuar el izamiento del pabellón nacional, todas las unidades de combate de la división se encaminaban cantando y arengándose de la mejor manera para participar de tan marcial evento vistiendo sus mejores galas. La tropa se levantaba a las cinco de la mañana y los soldados menos antiguos eran destinados al mantenimiento de las instalaciones, a las seis se pasaba rancho para continuar con el acicalamiento de los atuendos e insignias habituales de la Policía Militar, cordones y punteras con un brillo reluciente, brazaletes, pañoletas, correajes , escarpines de una blancura impecable, las botas con un lustre de espejo, en el patio de formación el Capitán Solís conversaba entretenido con el teniente Parreira, reíanse de una que otra ocurrencia picaresca, cuando el centinela de servicio en la puerta de la compañía exclamó:

    _ General en el teléfono mi Capitán.

    El Capitán Solís, con paso apurado se dirigió a tomar la llamada, en el patio el teniente Parreira despachaba órdenes a los S. O. y a la soldadesca, cuando de pronto aparece el Capitán hecho una fiera, los ojos desorbitados y rojo de ira.

    _ ¡Teniente!

    _ Si mi Capitán.

    _ Quienes son esos concha de su madre que estuvieron ayer de servicio en la casa del General, se han tirado los plátanos del jardín. Me averigua inmediatamente.

    _ Comprendido mi Capitán. ¡Sargento semana!

    _ Presente mi Teniente.

    _ La lista del servicio de ayer.

    _ ¡Sub Oficial!

    _ Presente mi Teniente.

    _ ¿Porque mierda no reportó el incidente?

    _ Porque aún estoy de guardía y no es hora del parte mi Teniente.

    Cómo quiera que sea la cosa, lo cierto es que el Sgto semana empezó a llamar uno por uno según la relación de servicio, sargentos, cabos y soldados nombrados, daban un paso al costado saliendo de filas.

    _ Sargento semana, remoje dos varas; toda la guardia saliente se dirige a la planta baja, a las duchas carajo. ¡Calatos!

    Los más antiguos preguntábamos por las buenas o por las malas a los soldados si sabían algo de los plátanos, pero nadie decía fuí yo o fué fulano. Nos hicieron formar dándonos la espalda a doble intervalo con las manos apoyadas sobre la pared y las piernas ligeramente abiertas, totalmente mojados y desnudos, era invierno y hacía un frío glacial por la cercanía al mar. Con las varas en las manos, el Teniente se paseaba entre filas preguntando muy quedo al oído a cada uno de los involucrados.

    _ Perro, dónde están los plátanos.

    _ No sé mi Teniente, cuando de pronto, ¡zasss!, cinco varazos entre los riñones y los glúteos, hacían ver estrellas al que las recibía, pero hasta ese entonces, ni una queja, ni un murmullo, ni una muestra de dolor afloraba de los labios de los soldados, se respiraba una gran tensión en el ambiente, así iba pasando entre la tropa haciendo la misma pregunta, obteniendo la misma respuesta, impartiendo el mismo castigo, cinco rondas dió entre los soldados sin conseguir su objetivo. El trasero ardía de tanto varazo.

    _ ¡Para planchas! ¿ Un, dos?

    _ Tres, cuatro.

    _¡ Cien, a comenzar!

    Se desplazaban entre las filas de los soldados preguntando una y mil veces por los plátanos y la respuesta siempre era la misma. ¡No sé mi Teniente! Repartía puntapiés en el pecho, en la barriga y dónde nos caiga, sin contemplaciones, ordenaba otras series de ejercicios, ranas canguro, hasta posición de chinches y de los plátanos no se sabía nada.

    _ Almacenero, alcánceme un baquetón.

    _ Comprendido mi Teniente.

    Con baquetón en mano, aquella infame varilla metálica que se usaba para limpiar el cañón de los fusiles, pasaba uno por uno preguntando nuevamente.

    _ ¿Perro los plátanos?

    _ No sé mi Teniente.

    ¡ Fuaaaaa! Tres baquetonazos surcaban el aire para aterrizar sobre las piernas de los soldados abriendo inmisericorde la carne, haciéndolos sangrar y retorserse de dolor, más no obtenía respuesta alguna, ya era medio día y la fatiga hacia presa del cuerpo, los músculos empezaban a hincharse y endurecerse, el corazón se aceleraba y la respiración se agitaba. El Capitán entró a la cuadra y preguntó:

    _ ¿Que fué Teniente?

    _ Nada mi Capitán. La tropa es dura.

    _ Ni modo Teniente. Llame al técnico León.

    La tropa se miraba desconcertada, el técnico León trabajaba en el área de inteligencia militar y por cosas de la vida, su sobrino era cabo en la compañía, mi promoción y también estaba involucrado en este asunto. Salieron raudos de la habitación y por un momento pudimos sentir un ligero alivio. Al cabo de unos minutos se hace presente el técnico León, empezó a hablarnos de una manera paternal y con palabras calmadas.

    _ Muchacho, yo sé lo que es el hambre en el ejército, es una pena verlos en este estado, les han sacado la mierda por huevadas, creo que ya es suficiente, mírense ustedes, ¿No les da pena verse entre compañeros? El que ha sido tenga el valor y diga yo fuí, a lo mucho le mandarán al calabozo una semana, pero ya paren está masacre. Silencio total, nadie decía está boca es mía. El técnico León había sido soldado en su juventud y entendía de código de honores y lealtad entre la tropa, pero esto ya era demasiado y aún así, nadie daba señal de saber que pasó con los plátanos. Ingresó nuevamente el Capitán y preguntó la técnico.

    _ Y que fué mi técnico?

    _ Nada mi Capitán, la tropa no habla.

    _ Magneto entonces. Magneto mi técnico y haber si estos huevones no hablan.

    Nos mirábamos con asombro, no podíamos creer que tan salvaje masacre estaba ocurriendo y aún faltaba más. Dispusieron de dos teléfonos de campaña a los cuales se les incertaron unos alambres que, una vez girada la manizuela del teléfono, circulaba energía eléctrica en ellos. Uno a uno desfilaban los soldados al almacén de armamento cuál reses al matadero, se cerraba la puerta tras de si y solo se escuchaban agudos gritos de desesperación. Al final, todos pasamos por esos artefactos. Todos fuimos torturados de una manera cruel, infame, denigrante, y sin embargo, no encontraron respuestas. Nadie sabía nada de esos benditos plátanos. En un momento de lucidez, cómo iluminado por un ente divino, Lumbre levantó la mano y dijo:

    _ Mi Capitán, aquí está toda la tropa perteneciente a la Policía Militar, pero falta uno, el plantón de la casa del General. Nadie había reparado en ese pequeño gran detalle, faltaba uno y no era de nuestra compañía, un soldado que hacía las veces de sirviente y que se encontraba en la casa aún cuando no estaba la familia del general. El Capitán ordenó

    _¡Traíganme a ese conchesumadre!

    La patrulla de la Policía Militar salió rápidamente con dirección de la casa del General, ubicaron al plantón y lo conminaron a acudir a la compañía de Policía Militar. El Capitán mal humorado, caminaba impaciente de aquí para allá y de allá para acá, de pronto hace su ingreso el plantón y saludando militarmente pregunta por el motivo de su convocatoria a la compañía. El Capitán le propinó dos cachetas y preguntó a viva voz:

    _ Dónde está lo que has robado?

    El plantón anonadado por las cachetadas atinó a confesar.

    _ Dos cajas de cervezas del casino de oficiales nomás.

    _ No mierda, Dónde están los plátanos?

    _ Aaaaaaaah, yo los corté porque estaban por madurar y lo guardé en la casa.

    _ Su conchatumadre por que mierda no diste parte al sargento de guardia, ellos están pagando por tu culpa, al calabozo carajo, ustedes no están de guardía toda la semana.

    Una tremenda impotencia nos embargaba el alma, las lágrimas fluían por nuestras mejias y no eran de dolor o cobardía, eran de indignación, de rabia, frustración, los plátanos nunca salieron de la casa del general, la masacre fué brutal, denigrante, delincuencial. Ibamos subiendo al segundo nivel cada quien a su cuadra, los sargentos, cabos y soldados antiguos, solo atinaban a mirarnos con incredulidad, sus miradas reflejaban respeto y admiración por estos soldados torturados , a duras penas nos acostamos cada quien en su camarote, boca a bajo, las heridas de las piernas supuraban y ardían, podían pegarse a las sábanas, los músculos hinchados y agotados sentían desfallecer y llorábamos, llorábamos en silencio, la mirada perdida en el vacío, éramos jóvenes voluntarios de dieciocho años, que decidimos servir a la patria, no era justo que un hijo de puta con galones haga lo que le plazca con nosotros, esto no debería pasar en el ejército.

    La lista de retreta esa noche fué totalmente diferente, apenas se distribuyó la guardia a cargo del sargento Martinez para cubrir el servicio nocturno, todos respetaban nuestro dolor, todos guardaban nuestro duelo, esa noche, nadie era más que nosotros, nadie de la tropa más antigua nos miraba con desdén , esa noche marcó para siempre a todos los que conformábamos la Compañía de Policía Militar N° 8 de la 8va División de Infantería acantonada en Lobitos, aquella noche las estrellas lloraron junto a nosotros y la luna se escondió para no ver tanto dolor, tanto sufrimiento, tanto abuso.

    Pasada la lista de retreta, cuando nadie de la plana mayor, oficiales y Sub Oficiales se encontraban en la unidad, el sargento más antiguo de la compañía, entró a las cuadras y nos dijo: Muchachos, les han sacado la mierda por culpa de ese miserable, bajen al primer piso y reviéntenle a ese huevón. Dicho y hecho, bajamos al primer nivel, adoloridos pero decididos a darle un escarmiento, el sargento abrió el calabozo y obligó al plantón a salir, apenas puso un pie fuera del calabozo, nos avalanzamos sobre el y a punta de puñetes y patadas vengamos en parte la vil y artera masacre, retirándonos aún adoloridos a nuestros respectivos camarotes.

    Al día siguiente, muy temprano, el Capitán ingresa a la compañía, llamando al sargento semana ordenándolo que libere al plantón ya que el general estaba pidiendo que se dirija a su casa. Cuando sale el susodicho del calabozo tenía la cara hinchada, los labios partidos, la nariz ensangrentada, los ojos morados, de tanto golpe que le propinamos, el Capitán pegó un grito descomunal preguntando:

    _ ¿ Quién mierda te hizo esto?

    _ Los que estaban ayer aquí calatos mi Capitán.

    _ ¡Que bajen esos conchesumadres!

    Y nos castigó nuevamente, mandándonos a correr con dos capotines en el cuerpo y una caja de munición sobre los hombros hasta que el primer hombre cayó desmayado.
     
    #1
    Última modificación: 8 de Diciembre de 2022
    A dragon_ecu, marlene2m, Troto y 1 persona más les gusta esto.
  2. Troto

    Troto Pablo Romero Parada

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    Me gustan los relatos militares aunque me cuesta mantener por completo la atención. Aprecio que haya sido un poco largo, me ayuda a sumergirme. Un saludo. Me gustó.
     
    #2
  3. wilson yupanqui

    wilson yupanqui Poeta asiduo al portal

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    Gracias amigo, una anécdota entre muchas de cuando serví a mi patria.
     
    #3
    Última modificación: 17 de Enero de 2023
  4. marlene2m

    marlene2m Miembro del Jurado Miembro del Equipo Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    una anécdota con un mensaje desasosegante,
    casi intimidante . Nunca he entendido por que los militares
    siempre abusan de su poder y rango .
    un placer leer .
    saludo
     
    #4
  5. wilson yupanqui

    wilson yupanqui Poeta asiduo al portal

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    En aquellos tiempos el servicio militar era brutal, abuso por demás.
     
    #5
  6. dragon_ecu

    dragon_ecu Esporádico permanente

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    Quien no aprende a obedecer, no sirve para mandar.
    Y hay ramas que por su labor suelen ser más recias (por no decir desconfiadas e insensibles) como el cuerpo de policía militar.

    Saludos sargento.
     
    #6
    A Troto le gusta esto.
  7. wilson yupanqui

    wilson yupanqui Poeta asiduo al portal

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    Saludos amigo dragón.
     
    #7

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