La muerte ha de iluminarse

Muerte terca,

muerte fría,

muerte inconmensurable,

reduce su fragilidad,
y ha de bañarse en lagunas divinas,
donde los humanos perfeccionan sus consciencias,

muerte que baila,

muerte que sentencia,

muerte que no llora,

serán las lágrimas del tumulto,
vacío, en tu corazón de piedra,

¿podrán las llamas de algún infierno,
fundir tus filos,
como la dureza se derrite con las palabras?,

¿podrán tus cielos explicar,
lo que en la vida, y en aquellos umbrales,
se entiende tan inexplicable?

¿podrá tu huida, significar,
el fin de la finitud,
y el comienzo de una eternidad permanente?

báñate en nuestras aguas,

y apaga toda luz.

 

Este poema es un diálogo íntimo y desafiante con la muerte, retratada como una fuerza implacable pero no invencible. A través de imágenes potentes y preguntas abiertas, el hablante cuestiona su poder, su propósito y su significado último. En el fondo, emerge un anhelo: que incluso la muerte, tan dura y absoluta, pueda ser tocada por lo humano, por el misterio de la conciencia, por la palabra y el amor. Al final, la muerte no es solo un fin, sino una puerta hacia lo desconocido, donde se apaga la luz, pero quizás se revela otra forma de existencia.

Saludos cordiales