La muñeca de cristal porcelana.

El container metálico no desea que siga sobreviviendo dentro de sus láminas de espesura gruesa. Ni desea que el mundo pueda oír el lamento de un adorno, que vive dentro. Podría decirse, que las ideas se terminan cada vez que no existe el respirar, mientras que todo el oxígeno se pierde en el peligro del encierro diario en donde no hay voz y llanto.

Sé que ha viajado el camión con su carga escondida por muchos lugares, y aunque, nadie lo sabe, un alma que se apaga en vida yace dentro. Es una muñeca de cristal porcelana que puede aprender, pero gracias al desierto no puede ser oída ni por mucho que de golpes hasta el mismo cielo. Sí, ni los ángeles de las muñecas pueden oírla para venir en su auxilio. Sigue allí en su caja, en la soledad más grande de todas, las de ella misma.

Puede que de vez en cuando, dicten lágrimas en su rostro, una cierta alegría de creer que puede ser libre cada vez abren la puerta del contenedor. Pero todo es en vano. No hay felicidad completa para la muñeca que es llevada de aquí para allá. Es triste ser una muñeca de cristal porcelana. Es triste mirar que nadie la compra. Es triste su mirada de planes que no logra y es triste su vida cuando por el mundo todo pasa y en su vida, se perdieron hasta las gaviotas.