La Némesis

La tormenta intempestiva rompe a llorar un aluvión de granizo que hiende en las carnes rosáceas de los mortales.Estos intentan resguardarse en un robledal cuyas ramas de nudoso centenario destilan amargura de un perdido solaz,ennegrecido por las faltas de una humanidad que no ha parado a mirar con detenimiento cómo el ojo de Dios escudriñaba sus espíritus resecados por la fuerza preternatural del sol;ahora escondido tras las bravías montañas de la sierra loca.Cuando ya remite la cruel lluvia,los pocos escogidos para restaurar un poblado destartalado,hablan entre sí con señas mudas de un incoloro brillo helicoidal.Se entienden.Pero los dioses,estupefactos,se preguntan por qué no hablan.Entonces baja un alado ángel para cerciorarse de tal portento.Cuando nuestro numen sagrado pisa tierra,les pregunta por qué no usan la boca para hablar.Los seres efímeros de un día no responden.Abren sus fauces y el ángel contempla cómo les falta la lengua.Con un horroroso grito de de temor emprende el vuelo y se lo hace saber a sus ancestrales maestros.Estos dictan sentencia de muerte a tales engendros.Pero la Némesis,voraz y cruel,lo impide mediante un vaho ennegrecido que deja ciego a los Eternales;teniendo estos que contentarse con palpar el cielo obscuro con sus manos ardientes de una llamarada eterna pero obtusa.