La Nocturna Tentación

El plateado incensario de alocadas cabriolas en el aire turbio de una iglesia desnuda,mana de su corazón sangrante miles de estrellas dormidas en el azul pálido de la muda noche,mientras el clérigo,en trance sacrílego,levita sobre las arcadas del vivaz monumento religioso entre carcajadas estentóreas que se arremolinan desde los atrios en llamas hasta la cúpula donde yace Cristo resucitado.Los goznes de las inmensas puertas chirrían de horror para que entre jubiloso el demonio de un solo ojo herido por el relámpago de las mil virtudes que imparte la harapienta tormenta que,a las afueras,espera el incauto que ose mirar soberbio hacia las abismales alturas de leche negra y cuajada.Y yo,sentado y con los efectos del somnífero en el púlpito lacerado con amarguras de un eco que se pierde en la vastedad del infinito de la noche,comienzo a rezar el avemaría mientras Satanás me punza en mi rechoncha barriga con el tridente prestado del dios Neptuno;susurrando lenta y quedamente al profundo tímpano mío que Dios no existe y que me moje con la sangre de la descabellada cabra degollada.