La pasión de Víctor

La pasión de Víctor

Víctor tenía las manos envejecidas y pidió cancelar las cuentas para no ser corregido; si alguna vez la concentración le puso pegas, es porque hablaban de la posibilidad ilimitada de un nacimiento perpetuo. El elegante marino estaba frente a mí, su mirada verde era oscura y envenenaba como el laurel…

Ha pasado mucho tiempo desde mi encuentro con Víctor. Recuerdo que tenía por afición coleccionar ángeles de todos los colores y tamaños: azules, rojos; blancos, amarillos y verdes, negros; bajos, altos, hermosos, feos y monstruosos; pacíficos y violentos. A mí me regaló uno invisible. Me dijo que solo aparecería en los momentos en que la sangre descansa, y que definitivamente lo perdería al morir cuando mi voluntad estuviera dominada por la nada, ya que se manifestaba solo a través del alma humana. Nunca más se supo de él. Desapareció como había venido, como humo y por el humo. Su nacimiento es un misterio, y su muerte, tan misteriosa por no haberla conocido…

Algunos dicen que resucitó, pero están equivocados; no puede resucitar aquello que nunca muere. Víctor vive en mí y en todos los hombres de mal porque no hay más mal que vivir para morir. Tierra es Víctor. Es el superhombre que ha de venir, el que se supera por encima de cualquier ser y no atiende más que a su propia voluntad sin necesidad de sacerdotes intermediarios ni velas encendidas a los santos.

La pasión de Víctor me conmueve porque es mi propia pasión cuando duele la vida, y no hay otra, donde el placer se alcance si no es en los brazos fuertes y robustos de aquel que dominará sobre los hombres endebles, que solo buscan la gloria para la gloria de un dios falsificado. Así, en este monstruo de plenitud me satisfago al pensar en superar el destino, al que me quieren reducir, de las almas ignorantes que ponen toda su fe en la estupidez de los cuentos marinos.

Víctor nunca vino, pero es bueno fantasear para no caer en la ocasión donde Víctor nos encadene y seamos ahogados en un mar de luz engañosa. El universo es plano, y aunque muerto, no tiene límites. Víctor hizo un solo milagro: nos dotó de una esplendorosa conciencia y con ella el derecho a morir.

 

El universo es plano, y aunque muerto, no tiene límites. Víctor hizo un solo milagro: nos dotó de una esplendorosa conciencia y con ella el derecho a morir.


Espectacular!!

Buena prosa!

 

muy bueno y sugerente, de alguna manera aviva el reflejo omnipresente de la muerte.

 

Muchas gracias por el comentario. Un abrazo

 

Muchas gracias por el comentario. Un abrazo

 

Os he contestado pero no aparece en el cómputo. Os agradezco a los dos el comentario. Un abrazo