La piedra

Mientras la torre se reviste de nubes preñadas
y el sol abandona la escena,
el sonido de una campana triste aprieta las
gargantas con una cinta de fría seda.

Las puertas de las pequeñas tiendas resuenan
perezosas para el cierre, las luces se encienden
tan mansas como una balsa de aceite.
La noche y el silencio, paseando de la mano,
acarician el ombligo de la plaza eterna.

La piedra es la sola vida que queda para velar
el aire que reposa en las callejas
cuando los quehaceres duermen, como si no
tuvieran conciencia, en una cama de roble
nacido y muerto en Castilla la Vieja.​

 

Me encantan tus letras Susi...
mis abrazos y estellas.

 

Niquelao, Sultana. Huele a pequeña ciudad de una vieja tierra. Esos momentos lánguidos y entrtañablemente caseros que se producen cuando se abandonan las piedras de las calles al relente de la noche para observar el mundo detras de un muro de piedra frente a una buena chimenea.
Precioso.
¡Besazos, mi beluñí!

 

¡Joder!...como llegas...solo te ha faltado decir el nombre del lugar...Me encanto este poema...Es verdad que en las noches de Castilla, la piedra es la centinela que hace imaginarias de los recios castellanos.

Castilla es mágica...yo así la siento cuando deambulo perdido en mi vehículo por los vericuetos más reconditos de sus lugares...

Un saludo y estrellas que iluminen el alma de esa plaza eterna

 

Me fascina tu estilo...mis estrellas.

 

Gracias por tus cariñosas palabras, amigo Jaziz. Besotes.

 

Típica de Castilla, esa plaza con la que adornas mi poema, tanito. Gracias por estar al quite de todo, cosa bonita.
Te mando mil besos.

 

Todas esas ciudades son parecidas, amigo Benjas, el nombre del lugar es lo de menos. Las calles de Castilla son mágicas, pero su población se ha quedado varada en el tiempo, amigo. Besos.

 

Y a mi el tuyo, preciosa Ludmila. Besos.