La primavera

La primavera llega con su manto de flores y verdor, pero no logra calmar las ansias de maldad que consumen al mundo. La belleza efímera de la naturaleza contrasta con la oscuridad que anida en el corazón humano. El amor, ese sentimiento que muchos consideran sagrado, no es más que un accidente temporal y subjetivo, una ilusión que se desvanece como una mariposa que se posa sin pensar en el destino de su próxima flor.

La mariposa revolotea sin rumbo fijo, sin conciencia de la fugacidad de su existencia, y así es el amor: un capricho del destino que puede nacer y morir en cualquier momento. La maldad, en cambio, parece tener una raíz más profunda, una fuerza que late en las venas de la humanidad y que ninguna estación puede aplacar.

La primavera puede traer consigo un respiro temporal, un momento de paz y armonía, pero la esencia de la condición humana permanece intacta, con sus pasiones y sus odios, sus amores y sus desamores. La belleza del mundo natural no es suficiente para redimir la naturaleza humana, y el amor sigue siendo un fenómeno pasajero en un universo indiferente.