1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

La Prisión de las Tortugas

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Gabriel Cortés, 20 de Enero de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 440

  1. Gabriel Cortés

    Gabriel Cortés Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    15 de Enero de 2016
    Mensajes:
    3
    Me gusta recibidos:
    2
    Género:
    Hombre
    Las fiestas son motivo siempre de alegría, y su principal función es, a través del jolgorio propio de la bohemia, rescatar a las crueles víctimas del día a día de su inacabable hastío. No, no es una liberación, es una prórroga, una simple visita conyugal. Diviértete, entrégate a la celebración, volveré mañana por la mañana y te golpearé con mi hoz opaca en las partes frágiles de tu cabeza. Siempre lo he visto así, y así lo acepto y me lanzo a la diversión.

    Sin embargo, al menos en el día de hoy, no puedo entregarme por completo al desahogo que entrega la noche. Dudo que la razón de mi aferramiento hacia un mundo que detesto sea la diferencia etaria entre yo y los demás invitados a la fiesta, o la forma suave y dulce con que besan mi garganta los tragos ligeros, ni tampoco el hecho de que en un principio haya dudado en asistir a la reunión. No, nada de eso. De alguna forma reconozco, si es que no adivino, la alegría que se presenta ante mis ojos como un ridículo espectáculo de karaoke post-40, hasta vaga y lejanamente siento estar divirtiéndome. Mas sólo observo, no formo — ni puedo formar — parte de aquella banal juerga. Mi cabeza, si es que no mi alma, está en otra parte.

    He estado pensando mucho en ti últimamente.

    Mi abstracción empezó, de hecho, durante el mismo encuentro, hoy mismo más temprano. La dueña de casa alberga en su living un bello acuario que retiene a dos pequeñas tortugas acuáticas. Al principio me acerqué a ellas de forma jocosa, como disfrutando de verlas nadar agitadas de un lado a otro dentro la caja de vidrio. Con esa actitud noté que una de ellas parecía acercarse a mí, como si me quisiera decir algo. Pero yo, con actitud burlona, sencillamente le respondí golpeando su contenedor con mi dedo índice. Ella se enfurece y lanza un mordisco infructuoso que se estrella sin remedio en el vidrio que nos separaba.

    Sin embargo su ira se acaba pronto, parece reconocer algo en mí que yo también reconozco en ella y en su compañera: Somos todos prisioneros de distintas prisiones.

    En pánico por este descubrimiento, recuerdo sentarme junto a ellas y ver su patético espectáculo, ellas observaban el mío. Yo las acompañaba a pasar su triste cautiverio, ellas el mío.

    Y sin embargo parecían acercarse a mí como implorando ayuda, aun cuando en mí reconocían a un compañero encadenado, pues vieron en mí la mano que los alimenta y encierra, pues con todo, siendo yo tan preso como ellas, me veían afuera en un mundo donde ellas estaban adentro. ¿Tan nimia es la libertad de las tortugas en comparación a la libertad de los hombres? ¿O es acaso egoísta nuestra libertad en relación con la de nuestras amigas con caparazón?

    Preso de esta duda, así como de la culpa de la idea de no poder hacer nada para liberarlas, me alejé de aquel rincón y dejé a mis compañeras aleteando desesperadas en busca de una libertad que tan sólo presienten, para así tratar de insertarme entre los demás presentes. Pero nada sirvió, ni las viejas canciones del karaoke ni el dulzor alcoholizado de mi copa, nada.

    Entonces me puse a pensar en ti.

    Y a lo lejos, al otro lado del salón, observo ahora a mis compañeras tortugas, todavía buscando una salida, implorándome ayuda.

    Golpean el cristal de tal forma que, entre el bullicio de la música y las voces que ya empiezan a acusar al alcohol, casi podía escuchar a sus pequeñas patitas sonar en contra del vidrio que las aprisionaba.

    Vamos, libérense, compañeras, que yo no puedo hacerlo, ni por ustedes ni por mí, ni por ella. Dije, pensando en ti mientras observo al cristal que poco a poco se va trizando.

    Y yo sigo pensando en ti.

    Un bullicio. La fortaleza ha sido rota, el agua del acuario repleta ahora la habitación e inunda y se lleva todo el bochinche, toda la luz, todo el alcohol, toda la casa, la villa y el mundo. Y entre las olas que rompen en el infinito sobresalen, con una sonrisa de satisfacción y plenitud, las dos tortugas haciendo lo que yo no pude, liberarse a ellas mismas como también a mí. Me guiñan el ojo y se pierden en el horizonte.

    Siento un cansancio, me veo desfallecer y hundirme en el nuevo y profundo mar de la libertad. Algo me pesa en la espalda. Abro los ojos y te veo nadar con caparazón. Me sonríes, tú eres una de las tortugas, yo soy la otra. Me vuelves a sonreír y me invitas a seguirte, y yo te sigo hasta el horizonte, y vimos al sol de espaldas apagarse en el mar y nos hundimos bajo el cuerpo muerto del astro y bailamos libres como siempre presentimos que lo haríamos, a pesar de las cadenas y los calabozos, hasta el infinito. Y nos besamos.

    Una incertidumbre.... Una corriente fría y espesa..... Una ola que rompe sobre nosotros y nos arrastra, interrumpiendo nuestra danza inquebrantable. ¿Qué es éste lugar? ¿Dónde estamos? ¿Qué significa toda está sequedad? ¿Qué es ese gran foco que ilumina nuestras cabezas? Pregunto todo esto desesperado y desesperado oigo llegar ninguna respuesta. ¿Dónde estás? Reconozco este lugar, es la tierra, nuestra prisión.

    Y despierto, no como tortuga sino como un hombre como seguramente tú despiertas ahora como mujer, envuelta en las sábanas ocultas en la oscuridad de esta fría noche. Todo fue un sueño, jamás seremos libres. Estamos presos, como siempre lo estuvimos, encerrados dentro de nuestro propio caparazón.

    Y yo sigo pensando en ti.
     
    #1
    A Andi Del Alba le gusta esto.

Comparte esta página