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La prueba de odio

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Xinda, 3 de Noviembre de 2024. Respuestas: 1 | Visitas: 138

  1. Xinda

    Xinda Poeta recién llegado

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    LA PRUEBA DE ODIO


    I

    Una gruesa cortina cubría la única ventana de la sala. La luz del medio día golpeaba la cortina para iluminar el interior, fracasaba en cada intento; también golpeaba la puerta sin hacer ruido y sin éxito; la luz se asomó por la abertura que separaba la puerta del umbral, y resplandeció sobre una porción del piso, suficiente para hacer distinguibles dos siluetas opuestas entre sí y separadas por una mesa.

    La maestra encendió un candelabro que iluminó el tablero de la mesa y el rostro de Fernanda; deslizó un muñeco, una pluma y un pedazo de papel sobre el tablero; dijo: “Escribe el nombre y la manera”; hubo un silencio; “No odio a nadie tanto como para éso”: respondió Fernanda; la maestra se levantó, caminó hasta la puerta y contestó: “Habrá alguien: siempre lo hay”; y rio en voz baja y entreabrió la puerta. Fernanda se levantó, tomó el muñeco y salió.


    II

    Pasaron semanas desde la última reunión de Fernanda con la maestra, semanas que fueron las últimas del diplomado de animación 3D en el que se había inscrito. Ahora tenía en sus manos el certificado que la avalaría para trabajos mejor pagados. Acarició su vientre y sonrió; sacó su celular de un bolsillo y le marcó a Roberto, él no respondió; observó al frente el estacionamiento para clientes de la terminal de autobuses, la cual estaba detrás de ella. Era de noche pero la buena iluminación provocaba que los cofres de los coches y la loseta del piso de la terminal resplandecieran; lo que se mantenía oscuro era su ropa, desde los tenis hasta la sudadera y la maleta que llevaba al hombro. Se dirigió a la parada, subió a un trolebús, marcó dos veces más pero nadie contestó; bajó en Bellas Artes con el corazón acelerado por las ganas de mostrarle a Roberto el certificado; caminó con dirección al Palacio Nacional, sacó sus llaves, abrió el portón de un edificio, y subió al cuarto piso; sacó su certificado en el pasillo; y notó que la llave de Roberto estaba en la cerradura de la puerta. Abrió.

    Roberto estaba acostado en el sofá con la cabeza apoyada en el brazo, veía el techo e ignoraba lo que pasaba alrededor, tenía ojeras oscurecidas; una mujer estaba acostada sobre él, su cabeza se apoyaba en el pecho de Roberto, y miraba el respaldo del sofá. Un encendedor, una cuchara y una jeringa estaban colocados sobre la mesa de centro, rodeadas de algunas botellas de cerveza. Fernanda movió la cabeza de lado a lado y acertó a decir: “¡Cómo eres pendejo!”. Azotó la puerta con tal fuerza que se escuchó en todos los pasillos del edificio. Se fue.


    III

    Fernanda dormía, su cuerpo se había acurrucado porque su estómago le había estado ardiendo; despertó y se acurrucó aún más: ahora era consciente del ardor dentro de su abdomen. También se dio cuenta de un ardor distinto bajo sus clavículas, parecido al del veneno de las abejas; empezaba a extenderse por su busto. Tanto ardor la hizo despertar por completo, arreglarse e ir al trabajo con rapidez, bocetar y delinear con los ojos muy abiertos, y salir del trabajo sin despedirse de nadie.

    El sol había bajado tanto que los edificios sombreaban el Eje Central; Fernanda caminó por la banqueta hasta la Torre Latinoamericana. Caminó a través de la Alameda Central; se sentó en una banca y acomodó su mochila entre los pies, el ardor seguía molestándola; tomó el celular y observó el ultrasonido de su bebé que usaba como fondo de pantalla; abrió la galería de imágenes y eliminó todas las fotografías de Roberto, menos una, la tachó mediante el editor; guardó el celular, sacó el muñeco y un bloc de la mochila; escribió en una hoja “Roberto, ahogado”; arrancó la hoja, la metió en la boca del muñeco y la empujó con el pulgar hasta que obstruyó la garganta por completo.


    IV

    Roberto entró en su departamento a medianoche, esta vez recordó sacar las llaves de la cerradura; traía un seis de cerveza en la mano, lo puso en la mesa de centro tumbando latas y una botella de güisqui vacía; se dejó caer en el sofá y se desmayó. Por la madrugada tuvo espasmos en el estómago mientras dormía, y vómito le escurrió por la comisura de los labios y la barbilla. Jamás despertó.
     
    #1
    Última modificación: 15 de Febrero de 2025
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  2. Alde

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    Una grata lectura.

    Saludos
     
    #2
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