La sangre de un principe

A mi voz un sirviente sin paga espera la orden de hacerte llegar estas letras, que según su juramento no serán leídas en el camino que lleva hasta tus manos, solo con un fin de ser él quien porte tu respuesta y la impresión de aquel bellísimo rostro, al leer mi sublime alma entre las líneas que forman estos párrafos, inspirados por el sentimiento que nació un tres de febrero, cuando dolosamente cabalgue por la analógica torre en la que desempeñabas esa labor, de ser independiente a las riquezas de tu reino y la única en aquella jerarquía.
Caminando ilusamente como el espectro que hace un tiempo fui, en las mañanas de marzo nuevamente un tope publico de dos seres, que lógicamente seriamos nosotros dos, no se a ti pero, a mí me reafirmo que por lo menos una vez en el trayecto de vida de cada cuerpo, el tiempo, los elementos, las direcciones en espacio cardinal, y hasta Dios, se ponen de acuerdo para que algo bueno por fin nos pase sin saber por qué.
¿Recuerdas que todo esto fue en la época moderna? Donde nuestra desgracia es haber nacido allí, porque como tú misma dijiste: tus hermosas cartas serian más ricas de leer y por ende de disfrutar, si estuviéramos distanciados por las millas, y unidos por una memoria de ansias que gritan el volver querer a verte.
Ahora soy yo quien pide un poco más de fantasía, para que revivamos aunque sea por segundos, el tiempo de estas explicaciones que solo tú entenderás.

Desde el preciso instante en que se plasmo aquel punto que indica un final, ese hombre enamorado trataba de embalar perfectamente los pliegues del papel que era algo más que una epístola, pues era también una tradición de siglos pasados para comunicar un sentir, una noticia, tal vez formular las preguntas que solo toman importancia, según a quien se les haga o según quien las responda. Pero ese papel pareció tomar vida cuando rasgo la segunda falange del irónicamente dedo llamado corazón, y dejo a la interpretación del redactor, que la acostumbrada firma no sería suficiente para dejar en claro, que estos fonemas expresaban más que el amor de un tipo sentado en la mesa central de su inhabitable casa, que pedía unas migajas de imaginación para comunicar a su consorte real, que la sangre con que se tiño el centro de su hoja, fue la mal llamada sangre azul, la sangre de un príncipe.

 

Excelente como siempre, una vez mas tengo el privilegio, el el placer, !el honor¡ de leer uno de tus escritos, espero poder seguir degustando de ellos.