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La sibila- (Comienzo del cuento)

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por D. A. Vasquez Rivero., 13 de Marzo de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 1083

  1. D. A. Vasquez Rivero.

    D. A. Vasquez Rivero. Poeta recién llegado

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    La sibila
    por D. A. Vasquez Rivero.


    La primera noche mística, de las muchas que vendrían, Amelie soñó que dos gusanos antropófagos se disputaban su cuerpo; y sólo pudo volver a la realidad después de sufrir una serie de ataques bastante desagradables: gritos, gemidos, respiración taquicárdica, hondos silencios con olor a lápida, párpados titilantes, llanto a medio nacer. Afuera era aún de noche, un nimbo de nubes cargadas se hacían sentir en los juanetes y, además, ya podía escucharse el verde coro de sapos anunciando inminente tormenta.

    Tras colarse por la persiana, cierta luz melancólica permitió a Amelie contemplar sus manos; las descubrió aferrando aquellas arrugadas sábanas blancas, trensadas por el batir de piernas y brazos desesperados, expandidas como una helada transparencia sudorosa, como irrefutable prueba física de la agotadora batalla que había experimentado momentos atrás, durante la famosísima fase R.E.M. Era la primera pesadilla, el primer encuentro con el oráculo del que sería esclava por mucho tiempo. Entonces, nada sabía ella de geroglíficos o de escritura cuneiforme, ni de caractéres rúnicos o ideogramas japoneses, ni de... pero... ¿Qué digo? ¡Si apenas dominaba su lengua nativa a la hora de escribir! Lo cierto es que en aquella madrugada, cuando al encender el velador descubrió su almohada atiborrada de signos incomprensibles, pudo entender algo con singular certeza: era, para más mal que bien, la legítima dueña de un don excepcional.

    Incluso hoy día me resulta difícil entender el orígen concreto de lo que le sucedía. ¿Cómo explicarlo? ¿Una manifestación divina? ¿Una posesión demoníaca? ¿Una habilidad innata, latente en la memoria generacional, que algunos humanos despiertan de forma inconsciente mediante impensados catalizadores como resultaron ser, en su caso, los sueños? ¡Cómo saberlo! Vi la oportunidad y la tomé, eso es todo. La etimología anhela conocer el origen de las palabras; la antropología, del hombre; yo, por mi parte, busco y buscaré (en tanto tenga aliento vital) el origen de aquel extraordinario don que en esa época le otorgó a Amelie Zelmann tanto prestigio como pudiera soñarlo cualquiera de nosotros.

    Clarividencia, visión de visiones. ¿Quién no desearía adelantarse a los injustos designios de aquellos que no sufren, no caen ni sangran? ¿Saber qué hacer, cómo y cuándo para obtener el favor del mundo que nos rodea? ¡Ganarle de mano a Átropos, tomar sus malditas tijeras y tajarle el cuello antes que ella nos corte nuestra preciada existencia! Tantas y tan variadas son sus aplicaciones; y no obstante, tanto el sacrificio... Ahora, por favor, volvamos a nuestra historia y perdonen si, de vez en cuando, me excito demasiado al contarla o me voy por las ramas, a medida que vayan leyendo espero logren entender a este loco narrador.

    Una semana antes de que aparecieran los misteriosos signos en la almohada, como a las cinco de la tarde, la joven Amelie se encontraba esperando con ansiedad el arrivo de Demian, su novio, quien le había prometido visitarla en cuanto saliera del colegio. En efecto, media hora después, la aldaba golpeaba contra su base tres veces de manera tímida y hasta temerosa. Si bien la vergüenza era un estigma que jamás había afectado al jovencito en toda su vida, no encontró manera de ocultarla cuando su pretendida abrió la puerta y se ruborizó al ver el oso de peluche que le traían por presente. "Tartamudeo" y "manos trémulas" hacían las veces de "elocuencia" y "galanteo", respectivamente.

    - E... e... espero te guste. Ti... tiene los... los ojos con forma de estrella. ¿Te gustan las estrellas, no?
    - Me encantan- respondió ella, al tiempo que abría la palma de su pálida mano para aceptar aquel tierno símbolo de amor puro y cristalino.- Es muy suave.
    - No tenían en color fucsia...
    - Está bien, me encanta así como es, hasta parece pintado con los colores del mar. - o de los profundos zafiros que tenés por ojos- pensó ella y su sonrojar volvió a encenderse hasta parecer un cachetazo materno.

    Poco sucedió una vez que entraron a la casa: tomaron mates demasiado dulces, hablaron temas demasiado vanales, jugaron a mirarse mucho, a acariciarse poco, a teñir el blanco telar de la cotidianeidad con coloridas anécdotas y nada más. El único beso que se dieron fue en forma de suspiro cronometrado, largo y tendido, cercano y cálido; luego se despidieron con un insulso "nos vemos". El idilio de algunos adolescentes deja mucho que desear, tanto si es extremadamente recatado como si es, por oposición, fogosamente atrevido. Como verán, el día no deparó ninguna sorpresa, puesto que lo verdaderamente interesante, sucedería a la noche.

    (Continuará...)
     
    #1
    Última modificación: 13 de Marzo de 2015
    A lluvia de enero le gusta esto.

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