La Soberbia

Como una pálida náyade surcas el río azul de caudal manso y silencioso.El murmullo del viento es apenas perceptible.Te sientes como una diosa en el sagrado líquido acuoso:de cadavérica franja de plata.El sol abrasador,en lo alto del glorioso zenit,difumina las brumas malévolas de la mañana,y repercute en tu flamante rostro de rosa descapullada.Pero es tan ardiente que imploras al padre de los dioses para que la reina de los muertos,Hécate,venga pronto a sustituir al mediodía pendenciero.La tarde pasa y el crepúsculo se difumina para dar paso a la sacro santa noche,donde la diosa de los nigromantes se encarama ahora al punto apoteósico del firmamento.Entonces imploras con perversa sabiduría femenina los deseosos favores sexuales de Apolo,mas el dios,que no duerme,al escuchar semejante plegaria,se enciende de ira,y con su mirar pétreo de funesta mortandad diurna,vuelca toda tu soberbia y te transfigura en una calamitosa rana llena de pus,para desgracia de ti,¡oh!antiquísima ninfa de las aguas,que ahora se transfiguraron en una legamosa charca de barro.

 

homo-adictus,la soberbia náyade se sobrepasó de lista en las impetuosas artes nigrománticas de la diosa Hécate,para obtener el favor sexual de Apolo.Y lo pagó muy caro,sí,muy caro.Atentamente Edouard.